Carlos Tena fue todo un personaje: extravagante, histriónico, divertido, provocador, revolucionario, cultísimo y tan audaz como temerario. Pero fue un tipo tan brillante -pura subversión creativa, en palabras de Diego A. Manrique, quien fue su compañero y amigo en más de una aventura- que se convirtió en imprescindible. Lo fue en aquella época en la que la televisión y la radio fueron el vehículo de transmisión de la música que pugnaba por eclosionar en un país que parecía haberse anclado al folclore más rancio, ese en blanco y negro que remitía a otro tiempo y que era la banda sonora de una interminable dictadura. Y lo es ya para siempre: el documental Carlos Tena. El espíritu burlón de la música se estrenó este domingo en ese maravilloso e impagable programa cultural llamado 'Imprescindibles', de RTVE, casa en la que condujo espacios tan míticos como 'Caja de ritmos', 'Popgrama' o 'A uan ba buluba balam bambú', una verdadera gozada para varias generaciones de musiqueros.
«Es un trabajo que tiene un ritmo vertiginoso, en el que, afortunadamente, hay mucho material de archivo. Tiene un ritmo brutal y rescata muchos de los sketch que hacíamos en 'Popgrama' y que eran muy gamberros y que fueron revolucionarios por jugar con el lenguaje y con las posibilidades técnicas que entonces había y que no eran muchas. Me quedé con la boca abierta porque había olvidado muchas de aquellas ocurrencias», anticipaba -sin hacer 'spoiler'- Diego A. Manrique, que asistió la pasada semana al preestreno del documental en la Cineteca Madrid. Lamenta el gran gurú de la música española que no se abunde en la infancia y la juventud de Tena en Burgos, etapas sin las que no puede entenderse al periodista y crítico musical fallecido hace un año. La visitó por última vez en 2016, recorriéndola con delectación mientras iba reencontrándose con lugares y recuerdos. «Mi padre ponía Beethoven en casa y yo me escapaba a comprar a The Platters y a Elvis», evocó al pasar junto al Edificio Campo, donde solía adquirir los discos, donde espigaba todas las novedades que llegaban a cuentagotas en la década de los sesenta y primeros años 70.
Durante aquel paseo por el centro de su ciudad fue reconocido por varias personas; a todas dedicó su atención, su simpatía, su generosidad. Fue siempre un animal social, una bestia de las relaciones, de la comunicación, de la pasión por la música y la vida. «Siempre he estado loco por la música. Ha sido lo mejor de mi vida. Me ha ayudado a vivir», confesaba. En el documental, cuenta Manrique, sale una de Las Vulpes, aquella formación bilbaína cuya canción 'Me gusta ser una zorra' le acabaría costando un serio disgusto (el fiscal general del Estado le pidió diez años de cárcel) y la clausura del programa en el que actuaron y que él dirigía.
Lo cierto es que la selección de aquella banda corrió a cargo de Manrique, pero fue él quien se comió el marrón. «Nadie imaginó que aquello se convertiría en un escándalo; un escándalo prefabricado por Luis María Ansón, que ahora va de gran liberal, pero que en aquella época estaba en guerra con el director general de TVE, José María Calviño. Había elecciones generales a la vista y lo utilizaron como arma arrojadiza. Fue un desastre para todos, porque el programa se acabó ahí, aunque se emitieran algunos más. Y Las Vulpes no estaban preparadas para saltar de ser un grupo underground en Bilbao al fenómeno del año», subraya Manrique.
El propio Tena recordaría en este periódico como, tras aquella fenomenal polémica, le llamó Calviño a su despacho. Y no para echarle la bronca, sino para preguntarle si tenía por aquí algún grupo parecido. Tena respondió que sí, que se llamaban Siniestro Total y que tenía temazos como 'Sexo chungo' y 'Me pica un huevo'. Contaba Tena que, tras ver los vídeos y escuchar las canciones, Calviño se meaba de risa proclamando que aquello era la bomba y la clausura del programa.
Nunca recordó su infancia y juventud en la Cabeza de Castilla con rencor por haberla vivido en una época ominosa; él, que siempre fue un espíritu libre, la evocaba, por el contrario, llena de luz. Tenía grabada a fuego en la memoria la figura de Luis Martín Santos, el 'viejo y afónico profesor', gran filósofo cuyas clases se hicieron inolvidables para quienes fueron sus alumnos y sus discípulos. «Aquello era un oasis. Fueron años fascinantes», confesó Tena a este periódico.
Siendo casi un niño logró hacerse un hueco en la parrilla local de Radio Popular, que le abrió muchos horizontes al descubrir su discoteca. «Aquello era maravilloso. ¡Me pasaba horas grabando discos con un magnetofón! Empecé a cumplir mi sueño, pero mi padre murió y tuve que irme a Madrid», evocaba. Aunque empezó estudiando Medicina, terminó haciendo la carrera de Periodismo, enamorado hasta las cachas de la radio. Inició así una carrera meteórica que le llevó a Radio Peninsular, primero, y después a Radio Nacional de España y Televisión Española». Lo demás es historia, y es la que cuenta Carlos Tena. El espíritu burlón de la música.
La 'Santísima trinidad'. Formó Tena, junto a los también burgaleses Diego A. Manrique y Chema Rey, la 'Santísima Trinidad' del periodismo musical español. Constituye un imposible revisar aquellos años míticos de finales de los 70 y primeros 80 sin el concurso de estos tres monstruos de la comunicación. Carlos Tena fue, sin duda, el más singular. «Carlos Tena nos sirvió de puente a varios burgaleses para entrar en los medios en Madrid. Era una inspiración, porque era un gran profesional, de trato muy afable; un ejemplo de rebeldía, porque la cantidad de programas que hizo, tanto en radio como en televisión, revela a un culo inquieto. Seguía la actualidad pop, pero tenía debilidades como la canción italiana o la música cubana. Estaba abierto a todo. Cuando veía el documental pensaba: qué pena que TVE no hiciera un esfuerzo por explotarle como presentador, porque realmente podía haber hecho grandes programas anteriores a Esta noche cruzamos el Mississippi. Creo que en Televisión Española le tenían más miedo que confianza. Tenía soltura, humor, capacidad para conectar».
Pero su radical independencia y su libérrima manera de trabajar ahuyentó a los directivos de televisión. Tena siempre dijo e hizo lo que le dio la real la gana. «Si me ponían al frente de un programa era con todas las consecuencias», solía decir. En cierta ocasión, durante el programa 'A la Luna, a las dos y a las tres', programa de RNE que se emitía de madrugada, le dijo a la presentadora que le iba a hacer el amor sobre la tumba de Franco. «Se bloqueó la centralita. Me llamaron de todo. Lo hice a propósito porque querían hacerme imposiciones y fue la manera de liquidar el programa», contó en la última entrevista que le hizo este periódico.
Terminó harto de la tele. Se fue a Cuba, donde residió durante unos cuantos años. Regresó bien entrado el siglo XXI y residió a caballo entre la localidad malagueña de Ronda y Madrid. Nunca dejó de amar ni de impartir magisterio musical allá por donde pasaba. Con su muerte desapareció una época y una manera de entender el espectáculo. Siempre honesto, siempre ingenioso, siempre libre. Carlos Tena fue un pionero y un revolucionario. Un tipo imprescindible.