El nuevo brillo del Pozo Azul

DIEGO PÉREZ LUENGO / Covanera
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Ayer por la mañana se procedió a la ya clásica bajada del belén en Covanera. El burgalés campeón de artes marciales, Jesús Ibáñez, fue el encargado de colocar el adorno a unos seis metros de profundidad

Entre los siete integrantes de la expedición se encontraban cuatro instructores, dos socios del Delfín Club Burgos y el invitado de este año, Jesús Ibáñez. - Foto: Jesús J. Matías

El verano ya queda lejos. Tan lejos que solo queda de él la temperatura de un agua que lleva el misterio de la oscuridad en la que se mueve. Desde las rocas que custodian sus cavidades inéditas, los chavales más valientes, con el sol pegando fuerte, han probado todos los saltos imaginables para caer en ese pozo que no tiene fondo. Y es que el Pozo Azul de Covanera no tiene fondo. Hasta ahora se conocen de él algo más de los 14 kilómetros que han conseguido recorrer algunos de los buzos que se han sumergido en sus interrogantes. Todavía sigue siendo un enigma para todos ellos. 

Pero antes de que vuelva de nuevo el buen tiempo y las temperaturas exteriores quieran hacer cambiar de opinión a una gelidez líquida que no se deja convencer, ayer quisieron dejar un nuevo atractivo para todos los visitantes que se acercan a preguntarse cómo es posible que detrás de ese reflejo azul de la superficie, se escondan tantas preguntas sin resolver. Concretamente se dejó un belén. Ya es tradición que el Delfín Club Burgos haga una inmersión por estas fechas para bajar ese adorno y darle un nuevo brillo a los destellos de luz que provoca de por sí esa cavidad de agua.

Como cada año -y con este ya van 19- el club invita a un burgalés distinguido en algún ámbito concreto para que les acompañe a colocar la clásica escena del nacimiento del Niño Jesús. En el día de ayer fue el multicampeón del mundo en artes marciales Jesús Ibáñez el encargado de hacer los honores. El deportista ostenta dos campeonatos mundiales de Jiu Jitsu brasileño y cinco campeonatos mundiales de Kempo Karate. Pero aun con ese palmarés a su espalda, el reto que le esperaba en Covanera iba a ser mayúsculo.

Él mismo reconocía en los minutos previos sentirse algo nervioso. Nunca se había enfrentado a una experiencia de buceo y se le veía en la cara. Pero con la ilusión de un aventurero con ganas de adentrarse en lo desconocido se entregó a todo lo que le pautaba la organización. Primero se acercó él mismo para contemplar el escenario en el que iba a sumergirse, después se le llevaron a una carpa improvisada y le fueron armando de buzos y accesorios para ir bien equipado. El frío que envolvía el ambiente lo hacía más difícil todo. Y luego, mientras las decenas de espectadores tomaban chocolate y caldo caliente que habían previsto los miembros del club de buceo, Jesús se fue abriendo paso con movimientos más cercanos a los de un astronauta que a los de un transeúnte de la Quinta.

A partir de ahí todo fue aprender (...).

(Más información, en la edición impresa de Diario de Burgos de este lunes)