Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Buscando un/a Calvo-Sotelo desesperadamente

27/04/2024

Cuando escribo estas líneas, desde la sede socialista de Ferraz, desde algún rincón de La Moncloa y desde despachos influyentes, en uno de los cuales se sienta José Luis Rodríguez Zapatero, convocan a los partidarios de Pedro Sánchez a una manifestación en la calle de Ferraz este sábado, quizá en un intento de convencer al dolido presidente del Gobierno para que reconsidere la que parece ser una decisión casi tomada y no dimita. Cuando escribo estas líneas, en la sede 'popular' de la calle Génova reina un asustado desconcierto, si cabe aún mayor que en el 'sancta sanctorum' del PSOE: Si Sánchez dimite, y al menos muchos socialistas creen que lo hará, ¿cómo articular el tránsito sucesor?¿Quién sustituiría a Pedro Sánchez? Las cábalas están ahí, porque Sánchez, decida lo que decida el lunes -obviamente, no tengo ni idea de lo que hará, y creo que casi nadie la tiene--, ya no va a durar muchos meses en La Moncloa. Olvídese usted de aquello de agotar la Legislatura hasta 2027, aunque...

Primero: creer muerto políticamente a Pedro Sánchez es algo siempre arriesgado, dado el perfil del personaje. Muchos nos equivocamos cuando, en 2016, cuando fue defenestrado de la sede de Ferraz, le consideramos un ex, sobre todo cuando dimitió como diputado.

Segundo: tiene siete vidas, aunque me parece que, con el paso de abrir un paréntesis en su agenda oficial para anunciar el lunes si dimite o no como jefe del Gobierno, ha creado una situación irreversible. Más pronto que tarde, aunque una cuestión de confianza le revalidase en la Cámara, Sánchez caerá. Su situación es casi desesperada, por mucho que este sábado sienta el calor de los gritos a su favor en la calle; él sabe que estas convocatorias callejeras siempre tienen un precio y él las voces son muy veletas.

Tercero: ¿Y entonces? Cuando Sánchez se vaya, ¿quién le sustituirá? Es una pregunta que se oye cada vez más frecuentemente. Las especulaciones hablan de una sustitución interina, que recaería seguramente en la vicepresidenta primera, María Jesús Montero (hay quinielas disparatadas, que citan a Zapatero y hasta a Illa), y luego la apertura de una sesión de investidura, tras haber encontrado un candidato propuesto por el Rey. Como ocurrió cuando dimitió Adolfo Suárez, en 1981, y fue designado Leopoldo Calvop-Sotelo, que era uno de los pocos en UCD que se habían mantenido relativamente fieles al presidente del Gobierno. No fue la de Calvo-Sotelo una investidura pacífica, no; recuérdese que la sesión en el Congreso fue interrumpida por las pistolas de Tejero y sus energúmenos, cuarenta y tres años ha.

No digo yo, por supuesto, que una hipotética investidura, si llega el caso, del sucesor/a de Pedro Sánchez pudiera ser tan accidentada, claro. Nuestras fuerzas del orden y nuestros militares son escrupulosamente democráticos, inmunes a los aislados cantos de sirena de las cavernas que tratan de incitarlos a mantener por cualquier vía 'la unidad de la patria'. No está el país, ni Europa, ni siquiera el mundo, para tales aventuras locas. Pero sí creo que la sucesión de Sánchez se produciría en un momento especialmente tenso en la política nacional, en parte derivada de la actuación, poco comprensible, del propio Sánchez. Y entonces, cuarto punto, será el 'momento Feijóo'.

Cierto es que lo lógico hubiera sido que Alberto Núñez Feijóo, ganador por los pelos de las elecciones del pasado mes de julio, se hubiese convertido en el presidente del Gobierno, incluso por desistimiento -como hizo Felipe González en 1996, como ha ocurrido con los socialdemócratas en Portugal el pasado marzo- del segundo partido más votado: que gobierne el vencedor en las urnas. Pero faltó grandeza en las filas del 'sanchismo' y faltó sentido táctico y estratégico en las filas del Partido Popular, que cometió, en campaña, todos los errores posibles, desde la negociación con Vox hasta el rechazo a participar en el debate televisivo más importante y decisivo entre los candidatos. ¿Quién diablos le aconsejó todo aquello?

Feijóo perdió aquel primer momento de llegar a La Moncloa y se instauró, en cambio, una legislatura demencial presidida por un Sánchez capaz de todo por mantenerse en el poder y por llevar a cabo sus políticas de presunta integración territorial. Ahora, Feijóo, que dice estar 'listo' para cualquier cosa que ocurra, tiene que pensar mucho en sus pasos, no vaya a ser que le caiga, más pronto que tarde, la presidencia del Gobierno sobre la cabeza. Sí, porque es el expresidente de la Xunta y presidente del PP quien obviamente más papeletas tiene para convertirse, llegado el caso, en el nuevo jefe del Gobierno central en un plazo no muy superior a un año.

Un periodista no es quién para dar consejos, pero sí para hacer críticas, y creo que a Feijóo le falta mensaje -un auténtico programa de gobierno- y le renquean algunos colaboradores. No puede ser que aún mantenga la incertidumbre sobre quién será el candidato/a del PP en las próximas elecciones europeas -salvo que se guarde una sorpresa de las gordas-. Ni puede ser que, tras haber designado un candidato para las elecciones catalanas que visiblemente no le gustaba, el líder de la oposición no haya trazado un esquema de actuación 'constitucionalista' no frente a la chapuza de Puigdemont, sino de firme moderación en el anuncio de lo que piensa hacer su partido en el caso de que en Cataluña se acabe dando una Generalitat independentista.

Haberse dejado arrastrar a la pelea por el pugnaz -vamos a llamarlo así- Sánchez, aceptar colocarse del otro lado del muro trazado por el hoy encerrado presidente del Gobierno, haberse implicado en la pelea acerca de 'a ver quién es más mentiroso', más corrupto, más tocado por las irregularidades de sus familiares, han sido, me parece, errores serios en la trayectoria, por lo demás muy aceptable y no pocas veces meritoria, de Feijóo. Hemos de recuperar a aquel Feijóo que, el día en el que aceptó la presidencia del PP hace dos años y cruzó definitivamente el Miño, pronunció el mejor discurso político que yo he oído en mucho tiempo. Y, mientras, que Sánchez haga y diga, dé volatines, desconcierte a los suyos y a los ajenos: en el momento en el que otra opción recupere la confianza de los ciudadanos, todo eso importará ya muy poco. O mucho menos.