Iñaki Elices

Iñaki Elices


Las calles de Burgos son para el peatón

21/01/2024

¿En qué dato estadístico, en qué información objetiva está fundamentado el temor que despierta en los comerciantes y hosteleros la peatonalización de la calle Santander? La desaparición paulatina de los coches en la mayoría de las vías del centro histórico a lo largo de los últimos años no ha traído más que beneficios para los empresarios de ambos sectores. ¿Alguien cree que la calle Avellanos o La Flora serían hoy un hervidero de gente a la hora del vermú o cuando cae la noche los fines de semana si estos enclaves no se hubieran ganado para los viandantes? ¿Algún burgalés piensa que Laín Calvo debería volver al modelo de aceras estrechas y vehículos circulando hacia la Catedral? Alguno habrá, pero muy pocos. 

No se trata de dar la razón a un Ayuntamiento de un color o de otro, se trata de apostar por iniciativas que conduzcan a Burgos, nunca mejor dicho, hacia el futuro. Y el futuro de las ciudades pasa por que los cascos históricos -y muchas otras calles- sean devueltos a las personas. La iniciativa en la calle Santander tiene toda la lógica, pues con ella se cerraría la única herida abierta en la almendra peatonal que por el oeste hace frontera en la calle Eduardo Martínez del Campo y por el este limita con San Lesmes. Si en San Juan y La Puebla ya no pasan vehículos, qué pintan en el vial que conecta la Plaza del Cid con la avenida del mismo nombre.

No hay ningún dato estadístico que permita concluir que con la peatonalización los negocios del comercio y la hostelería se van a arruinar. No lo hay. ¿El problema es el tráfico? Evidentemente, un proyecto como el de la calle Santander obligará a los técnicos municipales a devanarse los sesos para hallar las mejores alternativas  por las que redirigir la circulación. Por el momento, el área de Fomento ha decidido externalizar un estudio sobre este extremo para evitar que los funcionarios locales del ramo se dejen influir por viejas creencias u opiniones espurias. La realidad es que el tráfico termina funcionando como el agua, siempre encuentra el camino para llegar al mar. Cuando los coches desaparecieron del Paseo de Atapuerca la ciudad siguió funcionando. Pues eso.