De Santander a Burgos en seis horas

R.P.B.
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Se cumple ahora un siglo de la entrada en funcionamiento de la primera línea de ómnibus que constituyó todo un acontecimiento y contribuyó a hermanar ambas ciudades

Atravesando el puente cántabro de Carandía. - Foto: BNE

Ya se habían iniciado los fastos por el VII centenario de la Catedral cuando el progreso irrumpió para restar protagonismo, al menos durante unos días, a la gran joya gótica de España. No era para menos: aquel mes de febrero de 1921 se puso en marcha la primera línea de ómnibus (antecedente del autobús) entre Santander y Burgos. Se trataba de cuatro vehículos marca Fiat que, en adelante, cubrirían los 156 kilómetros que separan ambas ciudades en lo que se consideró en ese momento un auténtico récord, seis horas, una proeza porque los vehículos tenían que ascender el empinadísimo (pendientes del 18 por ciento) puerto del Escudo. Toda la prensa de la época se hizo eco largamente del acontecimiento (tanto la local de ambas urbes como las publicaciones nacionales más importantes), toda vez que la línea había de contribuir a hermanar dos ciudades históricamente cercanas pero profundamente distantes por la abrupta geografía que las separa (cien años después, sigue sin haber una autovía que una a ambas y haga el viaje más rápido y más cómodo).

Diario de Burgos realizó una fenomenal cobertura de una buena nueva que movilizó a todos los burgaleses. Sirva como ejemplo el arranque de la crónica realizada a partir de la llegada del convoy a la Cabeza de Castilla. "Pocas veces hemos presenciado un recibimiento tan espontáneo como el que el pueblo de Burgos en masa tributó ayer a la expedición llegada de Santander, en viaje de inauguración del nuevo servicio de automóviles entre ambas ciudades (...) Bien pronto, las bombas y cohetes avisaron de la proximidad de la caravana, que hacía su entrada en Burgos a las siete y veinte en medio de la ovación más estruendosa y delirante que cabe imaginar, mezclándose los estampidos de la pólvora con los aplausos y vivas a las dos provincias hermanas".

Así, la expectación en Burgos fue máxima. Y calurosa la acogida tributada a aquellos primeros excursionistas desde que la comitiva entrara en la provincia tras hacer un descanso en lo alto del Escudo. "El paso por los pueblos de nuestra provincia hasta Villatoro fue un desfile triunfal. En algunos de ellos se habían levantado arcos con dedicatorias". Por tratarse del viaje inaugural, se preparó una recepción oficial en el Palacio de la Diputación seguido de un banquete de campanillas en las dependencias del Salón de Recreo. Con un menú que, cien años después, hace llenarse las bocas de agua y que habla del espléndido maridaje entre productos de las tierras hermanas: ostras cántabras, consomé a la montañesa, pollos de la tierruca, salmón con salsa tártara, espárragos castellanos, cordero asado a la burgalesa, mantecado a la vainilla, queso fresco de Burgos, pastas, frutas, vinos y, de remate, un purazo Partagás. Menos mal, pensarían los chóferes, que no había que voler a subir el Escudo...

"El Salón Rojo parecía un sol esplendoroso: las mesas hallábanse adornadas con claveles de Niza y violetas de Burgos repartidos con verdadera profusión; preciosos centros de flores con banderas españolas campeaban, dando una nota artística de color y los sones de la orquesta, que entonaban las cadenciosas, suaves, emocionantes canciones populares montañesas fueron aliciente grato que tenía algo de homenaje sincero, de recuerdo cariñoso, de afecto familiar

Sonaron himnos, hubo baile y discursos solemnes como el pronunciado por el presidente de la Diputación de Burgos, señor Amadeo Rilova: "En Santander presencíais de continuo el mar Cantábrico en toda su grandeza. En Burgos habéis visto otro mar, no menos hermoso: el de las multitudes que en una comunidad de sentimientos y afectos os tendían sus brazos como verdaderos hermanos".