El cine del absurdo

Javier Villahizán (SPC)
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Transgresión, irracionalidad y locura se unen en el Centre Pompidou de Málaga para reflejar las mejores expresiones cinematográficas del dadaísmo y el surrealismo

 
Algunos pensarán que es simple locura, otros que se trata de la expresión creativa en su estado más puro e, incluso, habrá aquellos que se ciñan a su definición artística para ajustarse lo más posible a lo que significan las vanguardias de principios del siglo XX. El objeto del dadaísmo es romper con todo, fragmentar aquellos valores que estuviesen, en mayor o menor medida, asentados en el mundo del arte, y crear una corriente irracional en la producción creativa. Por su parte el surrealismo intenta plasmar el mundo de los sueños y del inconsciente en la obra artística.
En este absurdo se sumerge el Centre Pompidou de Málaga hasta el próximo 19 de junio a través de una retrospectiva (Cine dadá, cine surrealista) compuesta por 14 películas que reflejan la ruptura audiovisual que lideraron en los años 20 artistas como Hans Richter, Man Ray, René Clair, Germaine Dulac y Luis Buñuel, entre otros.
Ambos movimientos proceden de corrientes literarias que posteriormente se adentran en el mundo cinematográfico creando producciones enigmáticas y azarosas, a la vez que rompedoras con todo lo conocido hasta el momento.
Tal es así, que el dadaísmo fue uno de los movimientos más controvertidos y subversivos del siglo XX, además de abarcar el corto período de 1916 a 1925 e imbricarse en otras vanguardias posteriores como sucedió con el Surrealismo. 
Es difícil plantear una definición del cine dadaísta más allá de un intento de ruptura con los esquemas artísticos y creativos del momento, y una intencionalidad de crear por crear sin ningún criterio preestablecido. Lo que pretendía el cineasta dadaísta era apostar por el rumbo incierto en el desarrollo y ejecución de la película -desde la trama hasta los personajes, los exteriores o los decorados- y crear una sensación de desconcierto en el espectador. No en vano, el precursor directo del cine dadaísta Marcel Duchamp aseguraba que el fin último de la creación fílmica de esta corriente es «el arte por el arte».
«Entre 1921 y 1924, los artistas visuales y fotográficos de esta vanguardia utilizaron las películas como armas revolucionarias. Luego, en la segunda mitad de los años 20, el período surrealista se vio impulsado por la cuestión de los sueños y del inconsciente», explica el comisario de la muestra malagueña, el experto Philippe-Alain Michaud.
De hecho, en algunos momentos da la sensación de que no existe nada en común entre los artistas y cineastas de la exposición andaluza. Por un lado, Viking Eggeling y Hans Richter muestran en el Centre Pompidou sus abstracciones gráficas, mientras Man Ray expone sus experimentos fotográficos, y René Clair y Francis Picabia exponen su anarquismo absurdo y provocador; al tiempo que Fernand Léger y Dudley Murphy exhiben collages rítmicos.
Más tarde, llega el surrealismo con películas de Germaine Dulac y Luis Buñuel, que darán la vuelta al tema del absurdo y a la narrativa dadaísta a través de la fusión de dos conceptos en apariencia contradictorios, como son el sueño y la realidad. La intención última de la vanguardia fundada por el escritor y ensayista francés André Breton era crear un automatismo psíquico puro, por el cual se proponía expresar el funcionamiento real del pensamiento. Se trataría, en consecuencia, de una especie de realidad absoluta. 
Si en algo coinciden dadaísmo y surrealismo es precisamente en esa esencia ilógica, creativa y transgresora que emana de sus obras y que el Pompidou de Málaga presenta con todo su excentricidad.