La situación pos-COVID ha propiciado que los turistas opten este verano por trasladarse a las afueras de la provincia para disfrutar de sus vacaciones. Entre las múltiples opciones rurales, las casas independientes y con piscina privada se llevan la medalla. A pesar de que los meses de inactividad hayan sido complicados para los empresarios de este sector -viéndose en la obligación de tener que anular todas las reservas-, se muestran optimistas e incluso se atreven a afirmar que la pandemia les ha favorecido.
En tiempos de incertidumbre, la seguridad que aporta la cercanía al domicilio, el poder evitar las masificaciones -al tiempo que disminuye la posibilidad de contagio- y su asequible precio han sido los factores determinantes de los visitantes a la hora de decantarse por las casas rurales. Los dueños de las mismas señalan que no han tenido intención alguna de especular con el precio, un gesto de consideración con los huéspedes que al igual que ellos se han visto afectados económicamente debido a la crisis sanitaria. Así, el coste medio por persona para una noche en uno de los alojamientos en Burgos oscila desde los 15 a los 27 euros.
Sin embargo, no todas las casas rurales son de la misma manera objeto de deseo. Se puede apreciar el éxito indiscutible de aquellas que cuentan con piscina privada. Un requisito comprensible dada la temporada actual y al cierre o a las limitaciones de aforo en los espacios acuáticos colectivos. Tanto es así, que en las casas con dicho privilegio -en la provincia rondan la cuarentena- resulta prácticamente imposible gestionar reservas hasta el puente del Pilar. «Los alojamientos sin piscina se encuentran todavía al 40% de su ocupación para el mes de julio, cifra que aumenta un veinte por ciento de cara a agosto. Desde la asociación esperamos que, al igual que ha ocurrido en veranos anteriores, estos datos mejoren a medida que las fechas se aproximen», expone el presidente de la Asociación de Turismo Rural de la provincia de Burgos (Turalbur), Francisco Hernansanz.
Tras salir de un largo confinamiento, hay quienes siguen apostando por confinarse con sus amigos o familiares fuera del hogar. Los alojamientos ligados a la naturaleza han captado con mayor ímpetu en las presentes vacaciones estivales la atención de los jóvenes de entre 18 y 24 años. Un colectivo que posiblemente no se lo hubiese planteado con anterioridad y que, atraídos por la tranquilidad y la posibilidad de recuperar el tiempo perdido con sus amigos, han terminado escapándose al medio de la montaña.
Cabe señalar que no todos los empresarios se sienten cómodos con esta demanda. El alcohol y la falta de responsabilidad consecuente hacen que algunos se muestren reticentes a la hora de acoger a los jóvenes. Además, con motivo de la pandemia, consideran que es beneficioso para todos que acudan grupos del mismo círculo familiar. Cuando no es así, los más precavidos solicitan a los huéspedes el envío de un documento que confirme la ausencia de COVID-19 entre sus allegados. Asimismo, en su llegada miden la temperatura corporal y ponen a su disposición mascarillas y geles desinfectantes para asegurar un servicio con garantías higienicosanitarias. Francisco Hernansanz anima a las personas indecisas con su escapa vacacional a que se decanten por el turismo rural en la provincia. «Es una opción extraordinaria de desconexión y tranquilidad frente a las inquietudes que provoca la enfermedad del coronavirus. Igualmente, los dueños de los alojamientos están muy concienciados con respetar en todo momento las recomendaciones preventivas», argumenta.
TURISMO DE INTERIOR. Con el paso de Burgos capital a la fase 3 de la desescalada, los teléfonos de los establecimientos de turismo rural volvieron a sonar. Para esta temporada el visitante más interesado ha sido el nacional -en especial el de las comunidades más cercanas- mientras que ha disminuido de forma drástica el procedente del extranjero. «Sigue manifiesta la tendencia de los turistas vascos y madrileños que desean visitar nuestra provincia. Además, por cercanía y seguridad, un elevado número de reservas proviene de los propios burgaleses», añade Hernansanz.
Las dinámicas de las reservas también han cambiado. Las estancias en esta temporada alta serán mucho más largas y se ha apreciado un aumento en el número de pernoctaciones durante los días de entre semana, jornadas que en años pasados eran más complicadas que se solicitasen.