Una burbuja contra el ruido y el miedo

A.G.
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Los pacientes de Fuente Bermeja, con patologías psiquiátricas graves, se mantienen "menos decaídos que la población general" por el aislamiento físico del hospital, sus amplios jardines y algunos factores protectores de la medicación que toman.

Los pacientes de Fuente Bermeja están protegidos contra la crisis de la covid-19 por los profesionales y por las características del hospital. - Foto: Alberto Rodrigo

"Fuimos como una pequeña familia. A pesar del susto que teníamos todos, de la novedad, de las restricciones y de las nuevas normas que había en el hospital. Pero la organización fue estupenda; la convivencia, muy buena y el trato por parte de las enfermeras, de las auxiliares y de las doctoras también muy bueno, son un encanto". Este es el resumen de cómo se vivió el confinamiento de marzo en el Hospital Fuente Bermeja desde la mirada de Susana Zanza, una de sus algo más de 70 pacientes.

Zanza, de 48 años, lleva diecisiete meses ingresada allí para reponerse de las consecuencias que le ha acarreado a la salud la interacción de su (abandonada ya) costumbre de fumar marihuana con los medicamentos que toma para controlar el trastorno bipolar que padece. Ahora, afirma, se encuentra muchísimo mejor que cuando llegó: "Estoy deseando que pongan cuanto antes la vacuna a todo el mundo y así poder salir a pasear por Miranda, de donde soy. Me gustan mucho los parques", explica esta mujer, aficionada a fotografiar árboles para luego pintarles de diferentes formas.

Fuente Bermeja, un antiguo hospital antituberculoso que se ocupa desde 1999 de la atención de los pacientes psiquiátricos graves y es una parte más del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos, tuvo su primer positivo por coronavirus el 30 de marzo y tras realizar el test a todos los enfermos y profesionales aparecieron otros diez. A partir de ese momento se puso en marcha una unidad covid y para que hubiera el menor número de profesionales expuestos, la directora de Enfermería, Blanca Santamaría, pidió a dos enfermeras y dos auxiliares que se encargaran de forma permanente de su atención: "Todo el mundo fue absolutamente responsable pero los pacientes, unos héroes. Se anularon todas las actividades a las que estaban acostumbrados y en general, salvo algún caso muy puntual, comprendieron perfectamente la gravedad de la situación. Han sido muy respetuosos con las normas, animaban a sus compañeros que estaban aislados y no hemos tenido ninguna complicación", explica Santamaría, que tuvo un recuerdo para una de las técnicas de cuidados auxiliares de Enfermería que trabajaba allí y que fue la primera sanitaria fallecida por covid-19 en la provincia de Burgos.

El hecho de que los pacientes asumieran sin demasiados problemas la nueva situación se debe, como destaca el jefe del servicio, Jesús de la Gándara, al "enorme trabajo que hacen las enfermeras y auxiliares con los pacientes, que siempre están a su lado, les han mantenido todo el tiempo muy bien informados, les conocen y tienen establecido un vínculo de confianza con ellos que en muchos casos tiene mucha antigüedad".

En general, las personas ingresadas en Fuente Bermeja están "menos decaídas que la población general", según las profesionales que las atienden. La psiquiatra Raquel Domínguez apunta a la convivencia entre ellos y a las rutinas establecidas dentro del hospital como dos de las razones de este estado de ánimo menos deteriorado de lo que pudiera haberse imaginado y añade que para ellos tampoco fue una gran novedad el cierre generalizado de toda la actividad, que obligó a toda la población a recluirse en casa: "Están acostumbrados al confinamiento, a vivir solos su enfermedad en eso son expertos". Coincide con De la Gándara, que añade que "el sufrimiento y la angustia son parte de su día a día" precisamente por las patologías que padecen y señala, como otro factor protector, que al estar en tratamiento farmacológico con antidepresivos y antipsicóticos "están protegidos de forma inespecífica porque son antiinflamatorios". De hecho, el número de pacientes contagiados no ha superado la veintena.

La ubicación del hospital (en una ladera junto al cerro del Castillo, a la salida del barrio de San Pedro de la Fuente) y el gran parque que lo rodea también ha ayudado mucho a sobrellevar la extraña situación: "Le hemos sacado mucho partido al terreno que tenemos aquí, lo hemos explotado más que nunca con paseos y haciendo gimnasia al aire libre. Quizás lo más difícil para ellos ha sido prescindir de las familias pero siempre se ha echado mano de los móviles", afirma Domínguez. "Esto está apartado del mundanal ruido, que es muy malo, y hemos hecho un poco burbuja", añade De la Gándara, que reivindica el papel que juega Fuente Bermeja en la atención psiquiátrica "de continuidad" con el HUBU y el Divino Valles y lamenta que se conozca tan poco: "Nos gustaría que se le diera la importancia que tiene porque hay un gran desconocimiento, hay quien piensa que esto es una residencia e incluso ha habido jueces que nos han enviado a personas para cumplir penas cuando ese no es ni de lejos el objetivo del hospital". De una forma muy sencilla, la directora de Enfermería explica que es "como si fuera una planta más del HUBU pero ubicada aquí".

Fuente Bermeja, ya se ha dicho, se ocupa de pacientes psiquiátricos graves. A cada uno se le diseña un programa de atención personalizada y se le propone alguna de las múltiples actividades que se realizan tanto con personal propio (estimulación cognitiva, actividades de la vida diaria, educación para la salud, lectura de prensa, terapias de grupo, terapia ocupacional, ejercicio físico, pintura...) como con voluntariado. En este sentido, sus profesionales destacan el trabajo que desde hace años desarrolla el grupo Terapiclown y los programas de Culturapia, de la Fundación Caja de Burgos.

Para la atención específica de sus patologías hay tres unidades: de convalecencia, de rehabilitación y de larga estancia. La primera es para enfermos que no han terminado de estabilizarse en la planta de Psiquiatría de agudos (que está en el HUBU) o que en una consulta de salud mental (en el Divino Valles) no se acaban de recuperar y necesitan más tiempo. "Con ellos reevaluamos diagnósticos y reintensificamos tratamientos dando tiempo a que los fármacos hagan efecto con otras terapias coadyuvantes", precisa Domínguez.

En la unidad de rehabilitación hay perfiles psicosociales, es decir, son personas que están estables clínicamente pero necesitan recuperar habilidades sociales y suplir las carencias que les ha dejado el deterioro provocado por la enfermedad. En el área de larga estancia están quienes difícilmente pueden recibir el alta a medio o largo plazo y pueden estar allí años. El paciente más antiguo que está ahora mismo en Fuente Bermeja ingresó en 2014: "Algunos están estables pero las características de la enfermedad hacen más difícil que puedan estar en un entorno normalizado, necesitan una estructura externa que apoye sus rutinas y una cobertura que quizás no tienen fuera".

Las patologías más frecuentes que sufren son trastornos de la esfera psicótica (esquizofrenia, psicosis inducida por tóxicos...) y los trastornos afectivos (bipolaridad, depresión mayor...) y la edad media se sitúa entre los 45 y los 50 años aunque hay jóvenes desde los 18 y mayores hasta los 65; a partir de esa edad se les busca otro recurso.

Una de las más jóvenes ahora es Esther García, de 25 años, que no para de dar las gracias a las psiquiatras y a la psicóloga que le están ayudando a superar una mala racha que empezó siendo una adolescente cuando, según explica, movida por el acoso escolar que sufría porque le gustaban las chicas, dejó de estudiar, empezó a consumir drogas y a juntarse "con malas compañías". No es la primera vez que ingresa pero cree que será la definitiva: "Antes tenía miedo a enfrentarme a mí misma y no me tomaba la medicación pero ahora sí y además he dejado de consumir yo sola. Tengo ganas de trabajar, de volver a estudiar y a hacer deporte, me encantaría jugar al fútbol en el Burgos femenino".