El 20 de noviembre del presente año se cumplirá un cuarto de siglo del fallecimiento del director Robert Altman, al que los franceses hubieran definido como un enfant terrible del cine debido a su trayectoria de independencia y libertad a la hora de afrontar la temática de sus películas. El atractivo de su figura, y su obra, ha merecido un exhaustivo libro de Christian Aguilera, publicado la editorial Berenice, titulado Robert Altman. Al otro lado de Hollywood.
Nacido el 20 de febrero de 1925 en Kansas City (Missouri), desde su infancia manifestó un agrado especial por la música de jazz, debido a la influencia de su asistenta negra Glen Majors, que le crió. De formación católica (se educó en los jesuitas), siendo un adolescente, a los 16 años, ingresó en una escuela militar y durante la Segunda Guerra Mundial participó en misiones en el Pacífico Sur, como copiloto. Tras el impacto que le supuso contemplar el drama romántico Breve encuentro, de David Lean, en 1945, decidió dedicarse al cine, primero como escritor, aunque también se puso delante de las cámara como extra. Ya en 1957 dirigió su primer largometraje, Los delincuentes, y durante casi una década su trabajo se centró en la pequeña pantalla, aunque ya en 1970 consiguió uno de sus mayores éxitos en el cine con su largometraje MASH, donde lanzaba una divertida, pero también ácida mirada, a la guerra de Corea relatando las vivencias de su cuerpo sanitario. Con este inolvidable filme consiguió la Palma de Oro en Cannes que, con los años, sería la inspiración de una de las series televisivas más longevas y de más éxito. A este filme le siguieron Los vividores (1971), y volvió a dar en la diana, y a demostrar su talento en películas de reparto coral, con Vidas Cruzadas (1993) o Gosfork Park (2001), esta última inspirada en la serie Arriba y Abajo, y ambas claramente antecedentes de un éxito reciente de la televisión como ha sido Downton Abbey.
En su trayectoria cinematográfica también se encuentra, Prêt-â-Porter, donde describía, con humor negro, el amoral mundo de las pasarelas lleno de egos.