Los últimos de la Brújula

S.F.L. / Monasterio de Rodilla
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El área de servicio de Monasterio de Rodilla resiste con un restaurante, una gasolinera, el desguace y un club abiertos. Para sus gerentes, la aprobación definitiva de la construcción de un enlace de la AP-1 será la solución

Un gran edificio abandonado preside la zona de descanso de La Brújula. Antaño, en la gran explanada de su exterior se agolpaban cantidad de vehículos. - Foto: S.F.L.

La Brújula, ese punto estratégico ubicado en plena N-I en el que todo burgalés, transportista y viajero ha parado alguna vez en su vida a repostar, comer o descansar, perdió su esencia a la par de la liberalización de la AP-1 en diciembre de 2018. Antaño, resultaba complicado encontrar las explanadas frente a los seis negocios que por aquel entonces funcionaban vacías y los camioneros se las veían y deseaban para aparcar sus vehículos. Pero por desgracia de los empresarios, el cuento cambió a raíz del estallido de la crisis económica de 2008 y la gratuidad de la autopista, y en poco más de una década han pasado de trabajar allí unas 130 personas a menos de 30.

Tras años de luchas incansables y conseguir el objetivo, la carretera quedó libre. Este logro provocó una alegría para los usuarios habituales de la N-I que han visto como camiones, tráfico pesado, autobuses y muchos turismos de paso dejaron de circular por una carretera poco segura que se ha cobrado muchas víctimas. Pero en el lado contrario se encuentran los empresarios que llevan tantos años luchando por sacar sus negocios adelante y que en los últimos tiempos sus ganancias se han visto reducidas considerablemente.

De entre los que quedan abiertos, un restaurante, el desguace, un club para adultos y la gasolinera, esta última se ha llevado la peor parte. José María, uno de sus empleados, calcula que paran de media al cabo del día unos 30 vehículos a repostar, mientras que hace cuatro años atendía a más de 300. «Era una barbaridad la cantidad de camiones que venían, había jornadas que paraban 45 o 50», declara. «Ahora los viajeros solo estacionan si necesitan usar el baño o echar combustible», añade. En ese preciso momento, una familia de holandeses hace uso de las instalaciones. Idoia, Blanca, Xabi y Jori se dirigen al País Vasco y aunque tienen ganas de comer, deciden continuar su viaje en búsqueda de un lugar más atractivo. «El entorno deja un poco que desear, los baños están muy limpios pero hay mucha basura derramada por todas partes», declara con cierta timidez el padre.

El gasolinero no se sorprende y despide a los cuatro con simpatía. Sin embargo, echa la vista hacia el último bar-restaurante del área de servicio, que cerró el 31 de diciembre, y comenta ¿pero quién va a venir aquí a invertir? Para él y otros empresarios la solución a sus problemas viene con la construcción del nuevo enlace con la AP-1, que ya es una realidad tal y como el Ministerio de Transportes anunció esta semana.
En la cara opuesta de la moneda se halla el hostal-restaurante Hermanos Gutiérrez, que mantiene la clientela y su aparcamiento siempre está repleto de camiones, furgonetas y coches.

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