No solo el Cid como personaje despierta pasiones, también el camino que siguió hacia su destierro convertido en una ruta es un imán para muchos extranjeros. Algunos han plasmado su experiencia en publicaciones que han acercado este atractivo a Holanda, con In het spoor van el Cid, de Clemens Sweerman, o a Australia, con In the footsteps of El Cid, de Ciaran Hogan. Ahora esa polvareda llega a Francia, con la salida de Le nouveau western, de Marc Fernández, un galo con ascendencia española, su padre es de Vigo y su madre de Silla (Valencia), localidad cidiana, que durante doce días se subió a la bicicleta como Rodrigo Díaz de Vivar lo hizo en Babieca.
Todo comenzó como una broma. La responsable de la editorial de viajes Paulsen, amiga suya, le retó a hacer un viaje y contarlo. Él, que acababa de leer un artículo sobre el Camino del Cid, le dijo divertido que sería a caballo. Ella se quedó con la respuesta afirmativa y, benévola, aceptó el cambio a bicicleta.
«Y ahí empezaron los problemas. Me tuve que preparar porque no hacía mucho deporte. Tras seis meses y con la ayuda del Consorcio del Camino del Cid, acabé haciendo doce etapas. Fueron más de 960 kilómetros», saca pecho este periodista y escritor reconocido en el mundo de la novela negra.
Durante ese tiempo, en mayo de 2019, anotó sus sensaciones, sus alegrías y sus sufrimientos, y en primera persona, inédita para él, que siempre escribe en tercera, hiló esta aventura en la que pedaleó junto a su colega Gontzal Largo.
«La gente se queda con la parte en la que relato cómo sufro, pero, aunque también hablo de mi viaje en bici, se trata de contar una historia, de la España de la época del Cid y la de hoy», advierte el autor, que juega con dos imágenes muy cinematográficas y literarias en estas páginas: el Cid como personaje de novela negra -«es clarísimo, es un mercenario, trabajó para católicos y musulmanes, y tiene muchos detalles con este enfoque»- y el wéstern, que vio en los paisajes de la llamada España Vaciada que recorrió, desconocía y le encandiló.
En ese relato, el Cid es protagonista porque entre sus propósitos estaba hablar de él. «Nosotros lo estudiamos en clase, pero a partir de la obra de teatro de Corneille. Para los franceses, es un personaje de ficción, no existe, y quería mostrar que era real y un mito en España», sostiene y agrega que en el país vecino desconocen igualmente el Cantar de mío Cid por lo que conduce hasta él con la inclusión de alguno de sus versos.
Fernández espera que la lectura de Le nouveau western atraiga a más compatriotas: «El Camino de Santiago todo el mundo lo conoce, pero el del Cid, no, y vale la pena», anima a emprenderlo, «no tan rápido como lo hice yo».
Nada le decepcionó, pero sí le sorprendió ver calles con el nombre de Primo de Rivera y le emocionó una fosa franquista a la entrada de Teruel. De Burgos, donde había estado de pequeño y apenas recordaba, se queda con la sala cidiana del Arco de Santa María y, subido a sus pedales, con que es una ciudad para la bicicleta. «Mandaría a la alcaldesa de París a dar una vuelta», anota y desea poder hacer una parada a orillas del Arlanzón en la gira que emprenderá en otoño con el Instituto Francés y la Alianza Francesa y este libro en la maleta.