Un ciudad industrial sin patrimonio. Este es el punto de partida de un extenso estudio, firmado por el profesor-investigador de Geografía Humana de la UBU Gonzalo Andrés, en el que se denuncia la total desaparición de un patrimonio histórico empresarial sin el cual no se entendería la historia contemporánea de Burgos. Desde los años 90, subraya el trabajo, una veintena de industrias "con un significativo valor histórico" han sido eliminadas del entramado urbano sin dejar rastro alguno. Sobrevive otra treintena de construcciones, para las que este investigador reclama una protección específica.
El trabajo ha sido publicado en la revista Estudios Geográficos, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y obedece a una evidencia que, para su autor, es "sangrante". "Burgos ocupa 3.600 hectáreas y el 40% de esta superficie es suelo industrial. Ocupa el puesto 35 a nivel nacional en cuanto a su demografía, pero es el décimo centro productivo del país". Pese a ello, nunca ha puesto en valor su patrimonio industrial y, de hecho, lo ha perdido casi todo.
El derribo sistemático de fábricas históricas contó con el beneplácito de los Planes Generales de Ordenación Urbana de 1992 y 1999. De hecho, entre 1993 y 2012 desaparecieron 23 enseñas industriales significativas para dejar paso a la construcción de 7.200 viviendas.
Instalaciones señeras como Loste, Celebusa, Campofrío, Fabril Sedera, Coprasa, Almacenes Cámara, Flex, Cellophane, la SESA, La Casera, Quesos Angulo o Indasa, entre otras, generaron 828.488 m2 de aprovechamiento urbanístico. "Los nuevos edificios sobre las antiguas fábricas son responsables del 23% del total del parque inmobiliario local", explica Gonzalo Andrés, quien destaca las cerca de 1.500 viviendas que se construyeron en el entorno de Coprasa, las 1.274 en la Cellophane o las 1.249 que se levantaron en el antiguo polígono textil de la carretera de Valladolid. Hoy solo queda como recuerdo (y sin placa alguna que justifique su presencia), la chimenea de ladrillo de la Fabril Sedera.
"Estas fábricas desaparecieron sin ser consideradas en ningún momento desde un punto de vista cultural, sin que se plantease su valoración como testimonios de la industrialización. El resultado es una ciudad fabril sin patrimonio, un conjunto urbano que ha prescindido de la memoria de su industrialización sin conservar apenas muestras relevantes de la misma".
Andrés atribuye esta gran pérdida de patrimonio a que la industrialización de la ciudad se remonta a 70 años atrás, es reciente, "y damos por hecho que no es antigua, que no es bonita y que no tiene mucho valor". "Somos una ciudad industrial, pero no nos lo creemos, ni hay una cultura industrial dentro de los burgaleses", sentencia.
Concepto amplio
Otras causa de esta desaparición, y no menos importante, es la "inexistencia" de la protección a todos los niveles, especialmente regional y local. Es un tema complejo, porque el concepto de patrimonio industrial es muy amplio y no engloba solo la fabricación, sino que incluye a "todos los bienes que tienen que ver con el contexto de la transformación contemporánea desde la Revolución Industrial, desde transportes, obras públicas, viviendas obreras, entre otros". Se suma, también, el patrimonio mueble (maquinaria, documentos, producción, etc.), que ahora empieza a llenar los museos de la industria, otro viejo anhelo para Burgos.
En el inventario realizado por Gonzalo Andrés del patrimonio industrial que aún sobrevive, solo la mitad de los 34 bienes señalados goza de alguna protección por parte del PGOU o se incluye en el registro del Docomomo Ibérico, que distingue, reconoce y protege al patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno y en el que se inscriben las plantas de Bridgestone y San Miguel, la antigua Escuela de Maestría Industrial del Padre Aramburu y el edificio de Adif de la calle Conde Guadalhorce.
Una de las instalaciones más singulares y plenamente operativas en el entramado urbano, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, construida a principios de los años 50, no cuenta con ninguna protección patrimonial.
"No se trata de fosilizar la ciudad, pero tampoco de hacer tábula rasa como se ha hecho. Hay que mantener patrimonio, conservar lo valioso y singular y, sobre todo, hacerlo legible para que el ciudadano entienda y ubique qué hubo allí". Un referente a seguir en este sentido es el hangar, espacio reutilizado para actividades culturales que no oculta su uso ferroviario originario.
PGOU
El profesor de la UBU considera que el PGOU, es decir, la propia ciudad, debe proteger su patrimonio industrial velando por los bienes más singulares.
El Plan vigente no incluye edificios industriales, aunque hay sectores urbanísticos que sí incorporan prescripciones como el entorno de la antigua estación, sus naves y los depósitos elevados. El silo de Capiscol gozó en su día de protección, pero ahora ya no tiene.
Más allá de estos reconocimientos puntuales no hay nada. El concejal de urbanismo, Daniel Garabito, adelanta que, por ahora, no está en proyecto por parte del Ayuntamiento evaluar o reforzar el catálogo con arquitectura industrial.