Los nuevos criterios que desde Europa establecen para la futura Política Agrícola Común (PAC) marcan el camino hacia el que se debe dirigir el campo castellano y leonés si quiere competir con el resto de países europeos y a la vez ser más sostenible. Este camino pasa por potenciar cultivos que siempre han estado arraigados a nuestra zona rural pero que se han quedado en un segundo plano frente a cereales o maíz mucho más competitivos en los últimos años. Sin embargo, la exigencia de la rotación y de optar por una agricultura ecológica, sostenible y saludable abre una puerta a su recuperación y a convertirlos en una de las señas de identidad de nuestro campo.
Las legumbres son una de esas posibilidades, que ya trabajan en el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl) en todo su ámbito centrándose en las leguminosas como «fuente de proteína fundamental y un producto de alto valor energético que ayudan, entre otras cosas, a luchar contra enfermedades». Además, desde el punto de vista agrícola, «es un importante fijador de nitrógeno, por lo que se reactiva la actividad del suelo, y esto influye en el ahorro de fertilizantes y fija CO2», explica el jefe del área de Investigación Agrícola del Itacyl, Juan Carlos Prieto. Todo esto lo convierte en un cultivo sostenible desde el punto de vista económico, social y medio ambiental.
Con estos objetivos muy presentes, el Itacyl ha iniciado en los últimos meses un proyecto financiado con fondos Feader bajo el nombre ‘Forrajes’, donde se combina distintas especies herbáceas y agroforestales para una alimentación animal sostenible en la que tiene un peso muy importante la leguminosa. «Es una nueva línea dentro de lo que sería un agrosistema sostenible y en la búsqueda de un desarrollo más ecológico de la producción de la tierra», asegura Prieto.
«Lo que buscamos con esto es una sostenibilidad del agrosistema con la cual podamos combinar especies herbáceas con otras, ya sean la comida directa del ganado en campo o una recolectada, procesada e incluso deshidratada, para ver cómo favorece el desarrollo y la potencias nutricionales y saludables para los mismos. Y por otra parte, que sea un sistema sostenible desde el punto de vista agrícola», incide el responsable del Itacyl.
En el proyecto participan todos los eslabones de la cadena y en concreto se desarrolla con la colaboración de la Asociación de Fabricantes de Piensos de Castilla y León, Cobadu y Copasa, entre otros. Ahora trabajan para localizar los espacios donde van a desarrollar agrícolamente esas especies y a partir de ahí se empezará a analizar el comportamiento del producto obtenido para la alimentación animal.
Leguminosas.
Para este proyecto se va a trabajar con una serie de leguminosas iniciales como son la veza, la algarroba, la alberjana, el arbejon, el yero, el altramuz -tanto el blanco como el amarillo y el azul, los pizarros y las almortas. «Muchas de ellas son autóctonas del territorio, porque lo que buscamos es caracterizar aquellas especies que ya están adaptadas al territorio. La mayoría las estamos recuperando porque son cultivos minoritarios que se han mantenido en un pueblo. Las intentamos identificar, caracterizar, conservar en el banco de germoplasma y ahora pues desarrollarlas», detalla Juan Carlos Prieto.
Se trata de especies con poca presencia actualmente en el campo de Castilla y León, pero «no quiere decir que en un futuro, bien identificadas, creen una oportunidad de diversificación y sean una oportunidad de sostenibilidd en los nuevos ecosistemas y agrosistemas», aclara. Uno de los principales puntos en los que se basa la reforma de la PAC es precisamente las rotaciones, y ahí las leguminosas tienen mucho potencial.
Al final, su labor de investigación pasa por las necesidades que existen y que marcan desde Europa para buscar cultivos sostenibles, que sean rentables y viables. Todo ello, además de las características saludables de las mismas, como afirma Juan Carlos Prieto, convierten a las leguminosas en un cultivo «de futuro».