El fuego, elemento que hace 500.000 años transformó por completo la historia y el devenir del ser humano, mostró esta semana su cara más dura poniendo a Castilla y León contra las cuerdas en una oleada de incendios forestales sin precedentes que han sembrado el terror y la destrucción a su antojo. Dos fallecidos –un brigadista y un pastor–, una veintena de heridos de diversa consideración, 11.000 personas evacuadas de 43 municipios y casi 50.000 hectáreas quemadas según las primeras estimaciones son el trágico balance que dejan unos días con olor a humo y ceniza que han parado en seco cualquier ocio estival en unas zonas donde la población luchaba, caldero y manguera en mano, para evitar que las llamas acabaran con todo lo que encontraba a su paso.
Como nunca antes, el fuego impuso su inapelable ley en casi 35 grandes incendios –ahora hay 12 activos– y otros 250 de pequeño tamaño que han dejado al borde del colapso el operativo regional, desbordado y fuertemente criticado ante una avalancha de focos, reactivaciones y flancos de las llamas en cinco de las nueve provincias. Con tanta fuerza, velocidad y virulencia que muchos de ellos se han pasado jornadas enteras fuera de cualquier capacidad de extinción. Una tormenta perfecta perfecta de temperaturas extremas durante casi diez días, vientos de 40 kilómetros por hora y escasa humedad en la vegetación tras una sequía interminable que se convirtieron en el combustible perfecto para doblegar a los medios de extinción, ya desgastados por los golpes de calor y el intenso humo generado, y que han tenido que hacer frente a auténticas paredes de fuego de varios metros de alto.
«Llevo desde los años 80 trabajando en esto y nunca habíamos visto nada igual», verbalizaba esta semana el director general de Política Forestal, Jose Ángel Arranz, hombre elegido para dar la cara ante el silencio frente a los medios del consejero Juan Carlos Suárez-Quiñones, que a final de semana avanzó que extenderá a todo el año el operativo antiincendios en la Comunidad, algo a lo que se llevaba negando desde que asumió el cargo hace siete años.
Por poner en contexto la aberración medioambiental que Castilla y León ha presenciado estos días, desde el pasado 11 de julio ha ardido una superficie equivalente al 0,5 por ciento de toda la extensión autonómica. En solo diez días se ha llevado por delante el equivalente a cinco veces a toda la ciudad de Burgos. Las llamas que saltaron a Salamanca desde Las Urdes (Cáceres) fueron el inicio de unas jornadas de auténtico pavor que terminaron de explotar el pasado fin de semana, cuando el fuego y el humo se hicieron dueños del futuro de Losacio (Zamora) y Cebreros (Ávila).
Zamora, calcinada
La peor parte de estas tormentosas jornadas se la ha llevado, sin lugar a dudas, Zamora. La provincia ha vuelto a revivir en sus carnes un mes después el terror que las llamas pueden desencadenar en apenas minutos. Si las 25.000 hectáreas que se abrasaron en la Sierra de la Culebra a mediados de junio fueron una catástrofe, lo ocurrido desde el pasado domingo en Losacio se queda sin adjetivos. Dos muertos, 10 heridos, 34 municipios evacuados y 30.000 hectáreas calcinadas son los credenciales con los que este incendio pretende pasar a la historia. Algo que en Castilla y León ya lo ha hecho, al destronar al de hace un mes como el peor desde que hay registros.
Para colmo, este siniestro se ha producido al lado del originado hace un mes, llegando casi, en algunos de sus flancos, a coincidir. De hecho, varias de las localidades desalojadas ya tuvieron que salir corriendo ante el avance de las llamas en la Sierra de la Culebra. «Nunca antes habíamos visto algo así. La velocidad de propagación lo hace inextinguible, el fuego avanza en contra del propio viento», relataba esta semana el jefe del Servicio de Defensa Natural, Ángel Sánchez, después de ver arder 10.000 hectáreas en las primeras cuatro horas de este incendio. Al cierre de esta edición, su evolución era positiva, aunque se encuentra muy lejos de su extinción.
Un brigadista experimentado y un pastor que quería salvar su rebaño
Un brigadista de 60 años y un pastor de 70 son la más trágica de las huellas que el incendio de Losacio (Zamora) ha dejado a su paso tras abrasar miles de hectáreas en unas pocas jornadas. Ambos fallecieron durante los primeros compases del fuego y con apenas horas de diferencia. El primero, Daniel Gullón, manguerista de una autobomba del operativo antiincendios perdía la vida la tarde del domingo, escasos momentos después de que el fuego se originase al verse su rodeado por el fuego y no poder escapar de unas llamas sin control. Dos de sus compañeros también sufrieron heridas de diversa consideración. Victoriano Antón, por su parte, falleció cuando intentaba salvar a su rebaño del fuego y este se le echó encima sin solución.
Monsagro y Cebreros
La magnitud de la catástrofe zamorana opaca el resto de lo ocurrido en Castilla y León estos días, aunque esto no significa que la destrucción no se haya propagado por igual. Diez días se tiró ardiendo Monsagro (Salamanca), donde se han calcinado 10.000 hectáreas y obligó a 500 vecinos a estar fuera de sus casas más de una semana. Prácticamente controlado, ahora toca esperar a que el viento no eche por tierra las labores de extinción.
En peor situación se encuentran en Cebreros (Ávila), donde el incendio que se originó casi al mismo tiempo que el de Losacio lleva ya 4.000 hectáreas devoradas y las previsiones no son nada halagüeñas. Llamas que desalojaron a 2.000 personas de sus viviendas ante un fuego que salta entre los valles y siembra la destrucción colina abajo.
Igualmente preocupa la situación al noroeste de Castilla y León, donde El Bierzo arde por dos puntos, mientras miran de reojo los incendios gallegos que están ya a las puertas de la comarca occidental y amenazan con saltar los límites autonómicos.
La Junta cambia de criterio y amplía el dispositivo a todo el año
La Junta llevará a cabo una remodelación total del operativo contra incendios autonómico durante esta legislatura, que, entre otras cuestiones, supondrá ampliar sus funciones a todo el año, convertir en fijos a los 900 fijos discontinuos y planes y programas de formación para los profesionales. Esta decisión fue acordada en la Comisión en Materia Forestal del Diálogo Social y supone una rotunda rectificación de la Consejería que comanda Juan Carlos Suárez-Quiñones, que durante los últimos años se había negado a ampliar la duración del operativo, lo que le había costado duras críticas por parte de los trabajadores, sindicatos y oposición. El consejero anunció también que este lunes comparecerá antes las Cortes para detallar la situación de los incendios.