«Unos segundos más y estaríamos hablando de una desgracia». Así se expresaba la alcaldesa de Castrojeriz, Beatriz Francés, aún con el miedo en el cuerpo, un día después de un hecho que, finalmente, se quedó en un susto y una abolladura en el techo del microbús escolar que cada día atraviesa el arco de las ruinas del convento de San Antón.
Fue el martes, cuando como cada día poco antes de las 9 de la mañana, el bus que recoge a los escolares de Villaquirán de los Infantes, Hontanas y Castellanos de Castro -en torno a una decena- se aproximaba a la popular puerta viniendo de Hontanas para dejar a los niños en el colegio de Castrojeriz. Justo entonces se desprendió una piedra desde unos 20 metros que impactó en el techo del vehículo. Francés dice que por unos segundos no fue a parar a la ventana, lo que hubiera provocado «un desastre», bien porque se hubiera roto el cristal con peligro para la cuidadora y el conductor, o porque este hubiera tenido que hacer algún giro y provocar un accidente. Afortunadamente, el impacto de la piedra, de un tamaño algo mayor que un móvil, fue a parar al techo, sin más consecuencias. El conductor paró, se llamó a otro autobús y los niños llegaron al colegio.
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