Seis alumnos del máster de Profesorado de la UBU exponen su experiencia en los institutos en los que hacen prácticas. Destacan la labor de sus tutores y no quieren cerrarse puertas, viendo en la docencia una salida profesional
IES COMUNEROS
«Los chicos nos ven como una autoridad, nos llaman profesoras y eso está bien»
Nagore Zazpe estudió Biomedicina en Lleida y se trasladó de su Legazpi (Guipúcoa) natal a Burgos para cursar el máster de Profesor de Educación Secundaria Obligatoria de la UBU. Su compañera Saray Ayala acababa de terminar Ciencia y Tecnología en el campus local y optó por la misma vía, al igual que Patricia Fresnillo, cuya trayectoria es más dilatada y ha optado por dejar la investigación como bióloga, debido a que no hay estabilidad, para mirar a la docencia como futuro. Perfiles y razones diferentes que las han llevado hacia el mismo camino. En la actualidad comparten el departamento de Biología y Geología del instituto Comuneros de Castilla con sus respectivos tutores durante las 60 horas de prácticas obligatorias que realizarán dentro del posgrado.
Empezaron el día 15 de marzo y acabarán este periodo el 7 de mayo, un tiempo que en muchos casos se considera escaso para enfrentarse a la realidad de un aula, pero que para estas tres jóvenes se está convirtiendo en el mejor de los aprendizajes. «El máster debe convertir a expertos en su área en profesores, pero el problema es que pasamos de conceptos teóricos a prácticos igual demasiado rápido, sin tener tiempo de procesarlos o asimilarlos», explica Patricia, a lo que Saray añade que lo «idílico» de los libros cambia cuando se llega a un centro en el que deben enfrentarse a distintas situaciones.
Cristina Benítez (c.) e Iris López comparten experiencia en el departamento Orientación, y Daniel Marticorena en el de Física y Química. - Foto: Patricia En las primeras semanas de esta formación la observación del tutor es clave para poder después pasar a la fase de análisis y a la de intervención. El objetivo final es que realicen una unidad didáctica que después tendrán que impartir a los alumnos. Sin embargo y aunque aún no han dado una clase completa, su presencia en el aula no pasa inadvertida, ya que van ofreciendo «pequeñas píldoras» de teoría o responden aquellas preguntas que están más relacionadas con su especialidad. Además y en este caso, también ayudan en las prácticas de laboratorio y su experiencia académica ha servido para impartir charlas a los estudiantes de segundo de Bachillerato, que este año tienen que decidir su opción de estudios.
De ahora en adelante tendrán que prepararse el tema asignado, teniendo en cuenta aspectos como la temporalización, las actividades a realizar, los objetivos a conseguir y la metodología a aplicar en la clase. Uno de los aspectos que ven más complicado y que, según aseguran, no se recoge en los apuntes es la adaptación a los diferentes niveles de cada alumno. «Eso es lo que aquí aprendemos», apostilla Patricia, mientras Nagore y Saray asienten también cuando destaca la importancia de ver in situ la reacción de los tutores a la hora de afrontar una situación que «no tú no sabrías cómo resolver», teniendo en cuenta que «estamos hablando de adolescentes», a los que además este año «solo les ves los ojos».
¿Y cómo reaccionan los estudiantes? Las tres se muestran sorprendidas para bien dado que desde el primer día las consideran una profesora más. «Al principio creí que me iban a hacer menos caso, pero nos llaman profesoras desde el primer día y tienen esa imagen de nosotras como autoridad. Eso está muy bien», subraya Nagore, quien afronta su primera clase con una sensación de «respeto».
Una vez finalicen este periodo deberán realizar el trabajo de fin de máster.La experiencia ha despertado una vocación docente, aunque de entrada no fuera su primera opción. Por ello y debido a que este año no pueden presentarse a las oposiciones de Secundaria, intentarán encontrar trabajo en la escuela concertada al tiempo que se prepararán para un futuro concurso que les dé la posibilidad de acceder a la lista de interinidades. No obstante, son conscientes de que se trata de una carrera de fondo.
La misma que han tenido que superar sus tutores, como es el caso de Alfredo Marcos, jefe de estudio adjunto y profesor de Biología. Su experiencia como ‘guía’ de alumnos en prácticas no es nueva, sino que se remonta en el tiempo y responde a una cuestión de predisposición a ayudar y ser solidario. «A veces es un trabajo extra, pero me da rabia que no tengan la oportunidad de ver cómo funciona un instituto en realidad», manifiesta.
Lamenta que este año haya habido problemas con las plazas de formación práctica al faltar tutores en algunas especialidades y apunta que debería existir algún tipo de reconocimiento, ya fuera en horas o de tipo económico, como sí que ocurre en otras provincias. A pesar de todo, se muestra satisfecho con su experiencia al aprender de todos y cada uno de los estudiantes que pasan por sus clases porque «vienen con ideas nuevas y otra forma de ver las cosas».
IES DIEGO PORCELOS
«Lo importante es saber desenvolverse y ser capaz de manejar la situación»
Alguno ya se ha estrenado con su primera clase. Es el caso de Daniel Marticorena, que abordó la dinámica de las fuerzas y leyes de Newton con los nervios propios de cualquier debutante. Le inquietaba recibir alguna pregunta que pudiera ponerle en un aprieto, pero al final lo importante pasa por «prepararte el tema y estar seguro de tus conocimientos», aunque considera que lo más complicado es «cómo desenvolverse y ser capaz de manejar la situación». Su primera experiencia en un aula de Secundaria, en el instituto Diego Porcelos, está resultando satisfactoria para este recién graduado en Química que cursa el máster de Profesorado en la UBU, aunque no comparte el sistema de oposiciones y ahora se debate entre la enseñanza o la investigación.
De familia vinculada a la docencia, siempre se ha sentido atraído por este campo, si bien reconoce la diferencia que existe entre estar sentado en un pupitre o encima de una tarima, donde las responsabilidades crecen más allá de impartir una lección. Convencida de la opción educativa se matriculó Iris López cuando terminó Pedagogía, eligiendo el departamento de Orientación para realizar sus prácticas, concretamente dentro del Programa de la Mejora del Aprendizaje y el Rendimiento dirigido a escolares con necesidades educativas. Ha ofrecido ya una charla de sexualidad y ayudado de forma individual a los estudiantes en la elección de optativas del próximo curso.
También dentro del mismo departamento, concretamente en el área de intervención sociocomunitaria, Cristina Benítez, educadora social, se compenetra con su tutora Rocío Carpintero y ya participa en alguna intervención ante situaciones que presentan distintas problemáticas, ya sea personal, familiar o de bajo rendimiento. «He elaborado mi primer informe, siempre bajo supervisión, y tengo una buena relación con los alumnos porque se dejan aconsejar», precisa, no sin antes lamentar que las «pocas horas de prácticas» que desarrolla le impedirán ver los avances del trabajo que está elaborando.
Los tres coinciden en reclamar más tiempo para este tipo de formación y se muestran críticos en algunos aspectos. Iris considera que el máster tiene una «base insuficiente» para aquellos universitarios que no proceden del mundo de la educación, abogando por que en lugar de un posgrado «tendría que ser como otra carrera».
La relación con sus tutoras es fundamental y agradecen al centro la oportunidad que les ha brindado, reconociendo que en otras especialidades sí que se han dado problemas para encontrar plaza. Las profesoras que acompañan a Daniel, Iris o Cristina no son de dar consejos sino de que se integren en la clase, aporten sus conocimientos y mantengan un diálogo fluido. Paloma González, de Física y Química, es veterana en esta faceta que asume «para echar una mano y porque me encanta enseñar», lo mismo que a Cristina Soria, de Orientación. Es su primer año y cree que «no hay un guion para ser profesor, sino que se aprende todos los días de los alumnos, a los que hay que escuchar mucho».
El año más difícil para encontrar plazas
Faltaba menos de un mes para que iniciaran su formación práctica obligatoria, cuando 22 alumnos del máster carecían de plaza en un centro. Al final, el problema se resolvió y lo 150 alumnos matriculados consiguieron vacante. Esta dificultad no es nueva, aunque este año se ha visto acrecentada por la pandemia, tal y como reconoce la decana de la Facultad de Derecho, Gloria Díez, quien sigue reivindicando una normativa para evitar estas situaciones. Parece que se van dando pasos al respecto. «Estamos pendientes de la creación de una comisión mixta de seguimiento de la Junta», explica, subrayando que este paso no se había dado hasta ahora. Además, se ha acordado con la Dirección Provincial de Educación trabajar en «propuestas de mejora» de cara al curso que viene y «estrechar» lazos con los tutores.