¿A qué huele una obra de arte? Ocho perfumistas se han prestado a esta reflexión para sacarle la esencia a las grandes creaciones del Museo del Louvre, que con esta iniciativa ofrece por primera vez una experiencia visual y olfativa. La Victoria de Samotracia, La Venus de Milo, el San José Carpintero de Georges de la Tour o La ninfa y el escorpión, de Lorenzo Bartolini, son cuatro de las ocho obras a las que se han acercado las narices de casas como Givaudan, Robertet o Symrise.
La iniciativa -fruto de una colaboración entre el Louvre y la perfumería Buly, institución fundada en 1803- es inédita y caduca: sus creaciones solo estarán a disposición del público un año, incluidos los seis meses en los que esa gama será presentada en la tienda efímera del Louvre.
«Cuando vienes al museo vienes no solo a ver los cuadros, las esculturas o los objetos de arte, vienes a tener una experiencia sensorial», aseguró ayer el director de Relaciones Exteriores de la pinacoteca, Adel Ziane.
El primer sentido es la vista, explica, pero este ejercicio consigue adentrar al visitante en la atmósfera de las obras elegidas.
«No quería intentar describir el cuadro a través del perfume, sino retransmitir la sensación, su esencia», señala la perfumista Sidonie Lancesseur, que tuvo como referencia al San José Carpintero de De la Tour. Ese retrato intimista del niño Jesús y de su padre en el taller, con la luz de una vela como único punto de iluminación, encontró su alter ego olfativo en un perfume con aromas de verbena, cedro y flores de naranjo.
La elección de las obras fue personal y variada. A Jean-Christophe Hérault, perfumista de la maison IFF, le fascinaba desde niño La Venus de Milo, escultura griega en mármol que se remonta al 120 antes de Cristo y de la que intentó sacar todo el partido a su feminidad.
«Quise expresar esas curvas, su lado carnal. La Venus de Milo es una femme fatale», recalca sobre esa emblemática estatua, que él llevó al presente con notas de mandarina y de jazmín.
Sus respectivos perfumes, sin alcohol, estarán a la venta en el Louvre hasta este sábado y también en las tiendas de Buly por 150 euros, dentro de una gama limitada para la que se han hecho además jabones y postales olorosas.
Algo inédito
El museo no había hecho antes un proyecto similar, pero la relación entre ambos mundos aparece como una evidencia: «La perfumería es un arte que existe desde hace miles de años. Los aromas acompañan la historia del hombre y hemos querido rendirle homenaje a través de esta colaboración», mantuvo Ziane.
El proceso no ha sido fácil. A algunos perfumistas les costó más de un mes traducir a olores la sensación que les provocaban cuadros como La bañista de Valpinçon, del francés Jean-Auguste-Dominique Ingres. Otros tuvieron clara desde el principio la combinación necesaria para que su perfume y la obra se percibieran como indisociables. Así, Aliénor Massenet pensó en flores para La Victoria de Samotracia, mezclando jazmín, bergamota, magnolia y rosa, y la sensualidad y blancura de otra escultura icónica.