La literatura romántica erótica vive aún de tapadillo

ALMUDENA SANZ
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Noe Casado cuenta con una treintena de novelas de literatura romántica erótica que empezó a editar con Planeta hace diez años

Noe Casado, con ejemplares de algunos de los libros de su extensa colección. - Foto: Jesús J. Matías

No suele lucir en los escaparates ni acapara titulares en los medios de comunicación, pero presume de una legión de público que espera ávido la publicación de cada nuevo título. La literatura romántica erótica vive aún de tapadillo. Tras el boom que experimentó con la fugaz, y muy fructífera, polvareda que levantó 50 sombras de Grey, volvió a sus cuarteles de invierno. Las lectoras, porque la mayoría son mujeres, continuaron ahí, pero los focos se apagaron. La burgalesa Noe Casado vivió en primera persona esos farolillos y cuando cesó ese brillo, sin alharacas ni lamentos, continuó en la lista de autoras de este género en español, en nómina de Esencia, el sello editorial de Planeta. Comparte estantería con las superventas Megan Maxwell y Elísabet Benavent y con Noelia Amarillo, Lola P. Nieva, Cristina Prada, Lorena Cabo... 

Desde la publicación de su ópera prima, Divorcio, en 2011, su bibliografía ha ido engordando hasta alcanzar casi los 40. La llamada de Planeta se produjo tras la aparición en formato digital de No me mires así. Querían leer material suyo. Les presentó Treinta noches con Olivia. Gustó a los editores. En septiembre se cumplen diez años de su lanzamiento. Y el teléfono no ha dejado de sonar. «Con Planeta subí a primera división». A un ritmo de dos-tres títulos por año, el 11 de octubre aparecerá el próximo, En el punto de partida, la segunda parte de la serie Ice Star, que arrancó con Y no me importa nada. Para 2023 ya ha comprometido una novela ambientada en una ópera rock, aún sin título, y Entre líneas, que sitúa el lance en la redacción de un periódico digital. 

La historia de Noe Casado con la literatura romántica empezó como lectora. Leía mucho, se preguntaba por qué el relato había seguido por aquí y no por allá... «Me puse a escribir a ver qué salía. Pero no era nada constante. Estaba un mes escribiendo a la desesperada y luego pasaban dos sin hacer nada o comenzaba algo y lo abandonaba». La asistencia a eventos y el intercambio con otras escritoras le ayudaron a abrazar esa constancia. El periplo por las editoriales, otro cantar. «Cuando gente profesional te dice adelante, se te ilumina el cielo». 

¿Por qué novela erótica? «Leía mucho romántica tradicional, con escenas muy bien disimuladas, y siempre me preguntaba por qué no me daban datos, por qué se pasaba directamente a la mañana siguiente. Tenemos una edad y podemos asumir determinadas escenas y palabras. De esta, en esa época había muy poca, llegaba de fuera, incluso mal traducida, llena de latinajos. Quería dar otra versión a lo que leía y me metí en la erótica», responde, recuerda que pasó antes del fenómeno 50 sombras y enfatiza que este fue determinante para que las editoriales miraran con otros ojos al género. «Se volvieron locas buscando autoras que tuvieran novelas eróticas terminadas», ilustra y apostilla que a ella le habían rechazado la citada Treinta noches con Olivia y A contracorriente, ganadora del Premio Terciopelo, precisamente por ser eróticas. «Todavía guardo esos correos en los que me decían que no se puede publicar en España erótica porque no es rentable», apunta divertida. 

El no tornó en sí. E inició una producción imparable. Unas salen en papel, en Esencia; otras, más cortas, en digital, en el sello Zafiro eBooks, también de Planeta, que funciona como trampolín para quienes empiezan. 

Sus historias abarcan un abanico de temáticas, situaciones y personajes. Desde la relación que surge entre una chica que vive en un pueblo y un estirado inglés en una de las primeras al conflicto que se desata entre una inspectora de Policía y un criminal en Ice Stars, o la incursión en el mundo de las niñas de familia bien en la serie Pijas y divinas, que va por su sexta entrega.

¿Cuáles son las claves de este tipo de literatura? «Tiene que haber un montón de dificultades entre la pareja protagonista, deben vivir una carrera de obstáculos antes de que todo se arregle al final; inclusión de escenas de sexo; presencia de agentes externos que añadan dificultades y vayan estropeándolo todo; a tope de pasión y romanticismo, como se quiera entender este...», enumera antes de confesarse una autora rebelde dentro del género. 

Huye, cuando puede, de la regla que dice que los finales siempre deben ser felices -«las lectoras no me dejan; a veces las hago caso y otras, no. Las he llegado a pedir disculpas en algún libro»- y transita por territorios, como la infidelidad, que a las más jóvenes no convence y que ella etiqueta como 'para mayores de 40'. Ahí enmarca Los recuerdos son mentira, Inútil ilusión traicionera o Seguiré sin ti.

La estrecha relación que se establece entre escritoras y lectoras, tanta que hasta puede determinar la escritura, se aúpa como otra de las características especiales del género. «Es maravilloso», remacha Casado y alude al contacto permanente a través de las redes sociales y en los eventos que se orquestan, «con una comunión entre todas, nos bajamos a tomar café con ellas, hablamos de nuestros libros, pero también de otros, de recomendaciones...». 

No hay un perfil muy definido de quien está al otro lado más allá de que el 99% son mujeres, aunque ya empieza a asomar algún hombre. «En mis firmas veo a chicas de veintitantos y señoras de sesenta. De todas las clases, trabajadoras, amas de casa. Me encuentro de todo. Creo que la que se engancha a la novela erótica y romántica no la suelta», aventura.

Estrellas y prejuicios. Una fidelidad que lucha contra los prejuicios que aún rodean a esta literatura. Casado lamenta que apenas aparezcan entre las novedades en las revistas culturales ni en las estanterías de las librerías, salvo en el caso de las reinas del género en España: Megan Maxwell y Elísabet Benavent. «Las editoriales las empujan, porque venden, y en los circuitos saben que deben tener sus libros el mismo día que se publican porque cuentan con unas ventas increíbles», observa resignada y orgullosa. 

¿Las demás sueñan con ese estrellato? Contesta con una negativa. Su edad la hace ser realista. «Para mí la buena noticia es que cada año Planeta me sigue pidiendo cosas. Ese ya es un gran paso», responde y aunque en un primer momento suelta un enérgico sí cuando se le sugiere la posibilidad de vivir de su escritura -«me encantaría cien por cien»-, en uno segundo sopesa si esa dedicación exclusiva no la volvería más vaga.

Ahora mantiene una rutina que la permite compaginar esta pasión con su trabajo, un negocio de sistemas de seguridad, nada que ver con las letras. Araña tiempo para adentrarse en las tórridas historias de sus personajes, a los que se entrega una o dos horas todas las noches y durante las vacaciones. 

Momentos que también ocupa con la lectura. No habla de referentes pero sí señala que sus estanterías lucen las colecciones completas de autoras como Julia Quinn, creadora de Los Bridgerton, de moda gracias a Netflix, y Susan Elizabeth Phillips, «la top one para quien quiera acercarse al género romántico». Una literatura que, pese a su tirón, todavía ocupa el fondo del estante, y no por voluntad propia.

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