Los valientes del 86

A. Castellanos
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Espinosa de los Monteros dobla al resto de los principales municipios de Las Merindades en la proporción de vecinos nacidos allí y que permanecen en el censo. Entre los más jóvenes destacan los del 86, una joven generación que no se ha perdido

Doce de los catorce quintos del 86, en la plaza Sancho García de Espinosa de los Monteros. - Foto: A.C.

En 1986 nació la generación de jóvenes de Espinosa con más arraigo a su tierra. Prácticamente el 60% de la quinta, catorce de veinticuatro, residen en su pueblo, algo muy inusual. Prácticamente todos se fueron a estudiar y trabajar fuera y han decidido volver por voluntad propia para forjarse su futuro en el pueblo, incluso dejando atrás mejores condiciones laborales. Saben que son una excepción, pero están orgullosos y quieren contarlo.

Espinosa de los Monteros tiene una peculiaridad demográfica en Las Merindades y es que el 61,3% de sus vecinos han nacido en el municipio, mientras que en el resto de los principales municipios de la comarca este porcentaje se sitúa entre el 27,5% de Medina de Pomar y el 32% de Trespaderne. En ese arco se incluyen Villarcayo, el Valle de Mena o el Valle de Tobalina. Sin duda, el apego de los espinosiegos a su tierra es el más fuerte de la comarca. Pero a pesar de ello, la pirámide de población empieza a adelgazar peligrosamente justo en el grupo de los jóvenes de 30 a 35 años, donde se sitúan los quintos del 86:Ariane Maté (profesora), Dennis Mardones (agricultor), Inés Aguirreburualde (administrativa), Raquel Sáinz-Maza (enfermera), Felipe López  (almacenero), Sergio Arce (técnico de puertas automáticas), Viviane Pereda (profesora), Silvia Laso (militar), Gorka Ortiz (operario industrial), Sara Rojo (auxiliar de farmacia), Mirella Ortiz (peluquera), Ana San Millán (trabajadora de banca), Roberto López (empresario) o Fernando (militar).

Todos defienden la calidad de vida en el pueblo y la humanidad de sus gentes. Aseguran no haberse arrepentido del paso dado. Al contrario, animan a otros a imitarles. Saben de decenas de amigos a quienes les gustaría vivir en Espinosa, pero no buscan empleo activamente en la comarca, aunque también admiten que las oportunidades son limitadas. De los catorce del 86 hay valientes, como Sergio, que cada día se desplaza a Vizcaya a trabajar a una empresa de automatismos, o como  Raquel, que viaja al Hospital Santiago Apóstol de Miranda de Ebro, donde ejerce como enfermera. Felipe se hace también muchos kilómetros diarios para acercarse a Burgos a trabajar, pero todos asemejan su situación a quienes en las ciudades dedican gran cantidad de tiempo a los desplazamientos. Solo ponen un pero, los problemas con la nieve en los 8 kilómetros de la carretera que conecta Espinosa con El Crucero y que muchos días de invierno es una pista de patinaje.

Quien más, quien menos ha de salir a otros puntos de la comarca a trabajar cada día. Pero ya no tienen que esperar al fin de semana para estar con los suyos, saludar a sus amigos de siempre y tomarse un café con ellos o dar un paseo por los bellos espacios naturales que rodean Espinosa.

Las chicas lo tienen claro, ven otra ventaja muy importante en la vida del pueblo, la crianza de los hijos. «Es una gozada», dice Silvia, quien es militar en el Escuadrón de Vigilancia Militar del Ejército del Aire de Lunada. Están muy contentas de poder dar a sus hijos una enseñanza muy personalizada, de calidad y sin apenas conflictos de convivencia en el colegio y el instituto.  Cuando crezcan Viviane añade que «lo interesante es que salgan a estudiar, vivan experiencias y luego vuelvan, si eligen esa opción». El apego a la tierra está claro que sus padres, al menos, los del 86, si se lo van a trasmitir: «Estamos tan a gusto que nos saldrá solo».

Cuando desean aprovechar las ventajas culturales o de ocio de la ciudad, solo tienen que desplazarse a las ciudades más cercanas, Bilbao o Burgos. Aunque Ariane hace un llamamiento al consumo en el comercio local, «una conciencia que se está perdiendo» y que está afectando a muchas familias.

Qué se podría hacer para que más jóvenes tomasen su camino es una pregunta de difícil respuesta. Todos están de acuerdo en que una autovía a Bilbao haría regresar a muchos espinosiegos que ahora trabajan en la provincia vizcaína y que apostarían por desplazarse a diario. Otras de sus propuestas pasan por reducir el coste de los autónomos para quienes luchan en el medio rural o incentivar el espíritu emprendedor, dado que el autoempleo es una de las formas más habituales de conseguir trabajo en la comarca, donde predominan las microempresas familiares.

En Espinosa no echan nada de menos. Si no lo hay, lo organizan entre los vecinos, que se caracterizan por volcarse con sus triunfadores, como ocurrió este verano en el recibimiento a Efrén Llarena, con pruebas deportivas como La Picón Castro o con sus fiestas. «Somos luchadores», concluyen.

* El reportaje completo, hoy en la edición impresa.