Natalia Saiz compró en 2019 con uno de sus hermanos la antigua casa de la familia Pérez Arenas en Quintanilla de Santa Gadea, un pequeña localidad con una veintena de vecinos a pocos kilómetros de Arija, con el embalse por un lado y el inmenso y frondoso Monte Hijedo por otro. Jamás pudo imaginar que en un garaje atestado de muebles antiguos y enseres iba a encontrar más de sesenta cuadros de Lorenzo Pérez Arenas, un artista incomprendido y tildado de «loco» en su pueblo, que hizo fortuna en México como comercial farmacéutico, pero regresó sin ella y dejando atrás a su querido y único hijo, cuya custodia quedó en manos de su madre.
Las obras, con un colorido extraordinario y de un claro estilo expresionista alemán, propio de principios del siglo XX, como los describe la historiadora del arte e investigadora Esther López Sobrado, estaban recubiertas de una gruesa capa de tierra y polvo que apenas permitía observar su intenso color. Natalia Saiz llevaba ya tres años viviendo en la casa, pero no había tocado el atestado garaje hasta que decidió comenzar a convertirlo en un pequeño apartamento de turismo rural y taller de actividades ambientales y artísticas, al ser una magnífica construcción de piedra anexa a la vivienda.
Era enero y aunque hacía frío decidió sacar la mayor cantidad de tablas al jardín y echarles agua con la manguera. Entonces asomaron las primeras imágenes. «Era como revelar fotos. Los quería limpiar todos el día que los encontré», recuerda. Pero lo cierto es que aún no ha terminado y ha ido sembrando incluso la curiosidad por el arte en los 17 alumnos del colegio de Soncillo que acuden a uno de sus talleres verdes de educación ambiental. Con ellos estuvo limpiando varios cuadros tras explicarles su peripecia. Pintados al óleo resisten el agua con jabón neutro, aunque algunos son más delicados por están sobre cartón o papel.
Desde su hallazgo, Natalia Saiz, presidenta del colectivo Tejiendo Redes -promotor de los encuentros 'El mundo rural en femenino' que cada año han llenado de arte primero Montejo de Bricia, donde residió 5 años, y ahora Quintanilla de Santa Gadea-, no ha parado de investigar sobre Pérez Arenas y dar a conocer su obra. Ya la expuso en Quintanilla en Semana Santa y supo como los mayores del pueblo, entonces niños, iban a casa de Pérez Arenas a pintar, mientras que otros le temían por su excentricidad. Hasta el martes, una docena de obras se puede ver en el Bar El Sifón, de Soncillo, y del 3 al 20 de junio se expondrán en el Ateneo Café Universal de Medina de Pomar. Asimismo, el día 25 de junio se distribuirán por Quintanilla de Santa Gadea, durante el IV encuentro 'El mundo rural en femenino'.
Saiz, a quien los sobrinos del pintor le agradecen mucho la labor que está realizando, sabe que nació entre 1910 y 1915, pero aún desconoce la fecha de su muerte y solo tiene 1977 como la última referencia que aparece en el reverso de sus cuadros, donde ponía su título y año. Ha sabido que partió hacia México a mediados de los años 40, dejando atrás su condición de capitán de la Policía Armada de Franco. Posiblemente, un hombre que escribía poesía, canciones y pasodobles, y además pintaba no encajaba en este cuerpo policial, piensa Natalia. Estuvo 14 años en México y a su regreso se instaló en Santa Gadea, aunque vivió a caballo entre el pueblo y Bilbao. En el país sudamericano «pinta, escribe, se mezcla con poetas, pintores, políticos...», relata Saiz, quien se ha hecho con un diario de Lorenzo Pérez que estaba en una casa vecina a la suya y descubre día a día quién fue este hombre.
Sus cuadros hablan de sentimientos, No llores mi amor, o de hechos como el accidente de moto en el fallecieron dos jóvenes en el puente de Arija y titula Los peligros de la velocidad. Preciosos veleros surcan sus obras multicolores, flores, paisajes y todo tipo de personajes. La investigadora López Sobrado considera «tremendamente interesante saber quién fue este personaje y reconstruir su vida». A priori, ve su obra como la de «un autodidacta, pero con cultura y textos y cuadros muy interesantes». López Sobrado va a investigar. Quiere «saber algo más de Pérez Arenas para enjuiciar su obra y saber por qué pintaba así».
Natalia Saiz, que también está en contacto con los sobrinos del pintor, sabe por ellos que quiso levantar un museo en el jardín de su casa. Ella ya piensa en colgar sus cuadros en el futuro taller de actividades que proyecta en su casa. Lo ocurrido lo ve como «un regalo, un tesoro». Además, admite sentirse identificada con el personaje, «porque creo que fue un artista frustrado, incomprendido». Las casualidades de la vida han querido que casi cincuenta años después de pintarlos, sus cuadros hayan llegado a manos de una persona con sensibilidad artística y con interés por dar a conocer esta prolija obra pictórica tantos años escondida.