Alida y Beth poco tienen que ver, aparentemente. Una, escritora de éxito, ya en el ocaso de su vida, aterrada ante los primeros indicios de pérdida de sus recuerdos resuelve escribir sus memorias. La otra, una joven sin rumbo, ignorante de la vida, fascinada por la oportunidad de ayudar a una autora de éxito. Estas dos mujeres protagonizan Aquellas migas de pan, un premiado texto de la norteamericana Jennifer Haley, que se estrena este sábado en el Teatro Principal (20.30 horas, entre 6 y 15 euros).
La actriz burgalesa Carmen Ibeas y su colega madrileña Mónica Bardem encarnan a estos personajes en un montaje que habla de búsqueda, identidad, soledad, olvido, enfermedad, de la irremediable huella del paso del tiempo.
Ibeas leyó la obra y la aventura se desató. «Me emocionó, me puse a traducirla y en español me enamoré aún más; había que sacarla adelante», recuerda a través del teléfono la artista, en cartel en Madrid con Mi madre, Serrat y yo y Thelma y Luisa (morir de amor). Vio su oportunidad de cumplir su deseo de producir con su propia empresa. Se alió con Niko Verona, con el que ya había participado en anteriores trabajos de cine, y crearon Varsovia Producciones. Ellos solo no podían hacerlo. Pensó en su amiga Inma Cuevas, con experiencia en estas tareas en Kendosan Producciones, que comparte con Jesús Sala, y vio en ella a la directora ideal.
«Yo soy actriz, me había autodirigido, pero ponerme a trabajar desde el otro lado me daba pudor; estoy fascinada, encantada de poder expresarme desde otro lugar, de compartir lo que sé, ayudar a estas dos grandes actrices a que evolucionen, crezcan, se expresen y disfruten sobre el escenario», toma la palabra la propia Cuevas, actualmente de gira como actriz en La casa de los espíritus, y piropea al «poderoso» equipo con el que cuenta en este debut en la dirección.
El elenco artístico se completa con Javier Ruiz de Alegría (espacio escénico e iluminación), Almudena Bautista (vestuario), Jordi Collet (espacio sonoro), Alba Enríquez (ayudante de dirección), Óscar Sainz (técnico de iluminación), Eduardo Ruiz (técnico de sonido) y Scnik (taller de escenografía).
Se traslada Cuevas al primer contacto con las actrices texto en mano. Están las tres en la terraza de su casa madrileña y Alida y Beth se vuelven reales en las voces de Mónica Bardem y Carmen Ibeas.
«Fue fascinante. Ellas ya habían hecho un trabajo previo. Afortunadamente, estoy en un momento de mi vida en el que no quiero precipitarme para nada, quiero vivir el proceso, estoy deseando equivocarme para evolucionar y crecer», se explaya y admite que, con todo, temía lo cerca que veía el abismo.
Pero en ese borde del precipicio no está sola. Los pies de las dos actrices avanzan con los suyos.
Ibeas encarna a Beth, una chica muy caótica, perdida y sola en la vida. Trabaja en una clínica con pacientes que sufren demencia. Allí conoce a Alida. Al saber que es escritora, empieza a investigar sobre ella y se enamora de su creación.
«Beth es esa bombilla, esa lucecita, que va alumbrando el camino a Alida, un camino duro porque avanza hacia una enfermedad mientras quiere ir solucionando y aliviando los recuerdos del pasado. Mi personaje la acompaña hasta que se da cuenta de que en realidad le han ayudado a ella», aboceta la burgalesa y llama la atención sobre un giro que dará una vuelta a la historia: «La llave que termina de unir y aliviar los dolores de ambas».
La terna se completa con Mónica Bardem. Alude a una alianza entre los astros del universo para explicar su entrada en este proyecto. «Es un personaje maravilloso. Cuenta la historia de dos mujeres que se ayudan la una a la otra a crecer, a madurar. Alida tiene un pasado que no quiere mirar, que le duele, y, de la mano de esa mujer que le ayuda, va poniéndose en paz con su pasado y pudiendo descansar y quererse. Es un viaje fuerte en el corazón, del desamor al amor», resume agradecida a sus compañeras.
La hermana mayor de los Bardem se declara feliz y privilegiada y cree que este es el papel que estaba esperando. «Todo lo que yo he estado haciendo en los últimos 20 años ha sido prepararme para Alida. Hace cinco años no hubiese podido hacerlo, quizás dentro de cinco, tampoco», sopesa e inevitable resulta preguntarle por el peso del apellido. Hubo un tiempo que sí la sobrecargó. Ahora no. Ahora ha aprendido a gestionarlo.
«Cuando acabé Interpretación, trabajé mucho en teatro e hice lo que pude, yo era demasiado joven y sí me pesó. He estado creciendo 25 años más para colocarlo en su sitio, darme también a mí mi lugar, y lo tengo, con el apoyo de mi súper familia, mis hermanos y mi madre, que, aunque no está, está todo el rato conmigo. Era ahora cuando tenía que ser», destaca.
Era ahora cuando también tocaba a Carmen Ibeas actuar en su ciudad, ante su gente, y hacerlo con alfombra roja es un sueño.