El Colegio de Aparejadores de Burgos acogerá el jueves 21 de noviembre la presentación del libro Ave, Burgus, que no es sino la edición de la tesis del doctor Eloy López Zamanillo, que obtuvo una calificación cum laude el pasado mes de enero y que lleva siete años trabajando en la teoría de que el origen de la ciudad de Burgos no hay que atribuírselo a Diego Porcelos ni situarlo en el siglo IX, sino al militar romano Aelius Maritimus, que vivió en el siglo III y operó en la provincia de Burgos bajo el mando del emperador Marco Aurelio Severo Antonio Augusto, Caracalla.
La teoría, publicada por este periódico el pasado mes de febrero, se basa en los estudios de documentos y restos arqueológicos realizado por Zamanillo y sostiene que el nombre de la ciudad no es consecuencia de la existencia de un castillo medieval, sino de una pequeña fortificación romana de las muchas que había diseminadas por las rutas que se consideraban cruciales para abastecer al Imperio romano, fundamentalmente los metales preciosos y la sal. Esos destacamentos se denominaban burgus.
Estaban casi siempre vinculados a las statio romanas, lugar de residencia de los beneficiarios consulares, altos funcionarios a los que el Imperio encargaba tareas delicadas. Cosas como vigilar el tránsito del oro y la plata en su camino hacia Roma. En la Iglesia de Santa María la Real de Sasamón se conserva una litografía en la que se puede acreditar que Aelius Maritimus fue beneficiario consular en Segisama (Sasamón) en la época referida, por lo que, colige el autor, existieron burgus dependientes de esa ‘embajada’, la única de su condición acreditada en toda la antigua Hispania.
Los burgus se erigían en promontorios desde los que dominar grandes extensiones de terreno y siempre al pie de una calzada romana. López Zamanillo asegura en su investigación que ese promontorio fue el actual cerro del Castillo y que los restos arqueológicos que hay en su entorno demuestran la existencia de la calzada. O, mejor dicho, modificarían el trazado clásico atribuido -y muy documentado, por cierto- a los antiguos ‘caminos’ del Imperio.
La tesis se ha transformado ahora en Ave, Burgus, una obra de más de 500 páginas con marcado carácter académico -no es una novela ni tampoco se le parece- que ha sido editada por el autor con la ayuda de la Universidad de Burgos, el Colegio de Aparejadores y algunas empresas privadas que han actuado como mecenas. Además de por el propio autor, el libro será presentado por Ignacio Camarero, doctor arquitecto y profesor titular de la Politécnica, y el presidente del Colegio, Jesús Manuel González Juez.
los historiadores la rechazan de plano. Una vez publicadas por este periódico las conclusiones del trabajo de López Zamanillo, los historiadores refutaron con dureza esta teoría y criticaron su falta de solvencia para contestar a la historia oficial. Así, el catedrático de Historia Medieval Javier Peña, el historiador experto en calzadas romanas Isaac Moreno Gallo o el catedrático de Historia Medieval Juan José García González consideraron que esta tesis se contradice de forma palmaria con pruebas «incuestionables» demostradas durante décadas de estudio y que se remiten al origen medieval de Burgos en torno a la fortaleza primigenia del Castillo.