Como cada noche María Luisa subió el jueves a su habitación a enchufar la manta eléctrica con la que calienta su cama. Suele tenerla un rato, unos 15 minutos, los justos para quitar la humedad y la friura que tienen las casas viejas en cuanto se mete el otoño. Una acción que repite día tras día sin pensar que uno saltará la chispa; desafortunadamente así fue anteayer cuando se produjo un cortocircuito provocado por la manta y comenzó a prender el fuego en el dormitorio.
Ajena a la que se estaba preparando, abajo en la sala, María Luisa no percibió olor alguno, pero en un momento saltó el interruptor de la luz, así que se levantó para subirle y como ya presumía que la cama estaba caliente y eran las 23,30 horas, se dispuso a subir para acostarse. Fue poner un pie de la escalera, ver las llamas y sentir que el humo comenzar a metérsele hasta los pulmones. Imposible ya hacer nada por ella sola más que salir a la calle y gritar a los vecinos, que poco pudieron hacer hasta que llegó Ignacio, uno de los empleados municipales, enganchó la manguera a la toma más cercana y comenzó a echar y echar agua, hasta 30.000 litros calcula él mismo que pudo tirar; se trataba, añade, de mantener fría la vivienda, con mucha madera en todos los pisos, hasta que llegaran los bomberos de Lerma, que lo hicieron hacia las 24,15 horas. Algo más de dos horas después, a las 02,30 horas se daba por extinguido el fuego, que causó daños materiales en esa planta, arrasando por completo la alcoba de María Luisa y la sala de entrada, con su armario, mesita y demás muebles. En las otras dos habitaciones se logró contener el fuego, aunque han quedado negras por el humo, pero salvando algunas fotos especialmente importantes para la dueña. Afortunadamente, el fuego no se propagó ni al desván ni a la planta baja, lo que no deja de ser ‘milagroso’, teniendo en cuenta que es una casa antiguas con mucha madera.
También se desplazaron hasta Mecerreyes la Guardia Civil y sanitarios de Lerma en una ambulancia, que atendieron a Luisa, víctima, como es lógico, de un ataque de ansiedad. Aunque ella decía ayer que más que ansiedad, lo que tenía era «el corazón partido de dolor» y más tranquila añadía «y también un sentimiento de agradecimiento a todos los vecinos», que inmediatamente se personaron en la casa, y que de nuevo volvían a ayudarla horas después a retirar el agua y todos los escombros y materiales quemados e inservibles. Y no solo eso, ya le han llevado ropa y calzado, porque toda que tenía en los armarios se ha quemado. «Se han unido a mí y me han amparado y protegido», relata emocionada.
Margarita, una de las vecinas dice rotunda que «esta casa se va a arreglar sea como sea; los vecinos haremos lo que haga falta para que así sea». La propia Luisa explicaba que tiene un primo albañil que ya ayer mismo ‘planificaba’ la reconstrucción de esa segunda planta. Esta claro que no le va a faltar el apoyo de sus vecinos ni el del Ayuntamiento, lo que dentro del dolor, le reconforta.
María Luisa no vive en Mecerreyes todo el año; se reparte el tiempo entre el pueblo y Burgos donde tiene piso y ayuda a ancianos, aunque llevaba en esta casa desde que se levantó el confinamiento. Durante 27 años ha vivido en Sevilla, en Villanueva del Ariscal, donde trabajaba de voluntaria en una comunidad que ayuda a niñas desprotegidas. «Una labor que me ha hecho inmensamente feliz», decía ayer olvidándose por un momento de la noche anterior, en la que se rozó la tragedia. Por una temporada vivirá en Mecerreyes con su prima Lucía que hace unos años se quedó viuda, así que ahora las dos primas se harán compañía.