«Nos falta creernos el potencial que tenemos en la Ribera»

LETICIA NÚÑEZ
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La distinción de Aranda como Ciudad Europea del Vino no llega en el mejor momento, pero en Bodegas Balbás, Dominio de Cair, Valdubón y Pradorey tienen claro que deben aprovechar «el regalo», sobre todo, «para sentar las bases de la Ribera del mañana»

la enóloga de Valdubón, Gloria Díaz, brinda con vino de la Ribera del Duero. Detrás, Noemí Moral, responsable de enoturismo en Dominio de Cair; Juan José Balbás, director general de Bodegas Balbás, y Fernando Rodríguez de Rivera, director de Pradorey - Foto: Valdivielso

Dice Juan José Balbás, director general de Bodegas Balbás, que en la partida de póker que es la vida, la Ribera del Duero arranca con todos los ases. Y, sin embargo, pareciera que no los quiere jugar. Se refiere a un patrimonio «brutal» que «da 40.000 vueltas» a otros lugares del mundo con los que uno tiende a compararse o a una oferta cultural y gastronómica «impresionantes» que, no obstante, todavía hoy son «grandes desconocidos». El director de Pradorey, Fernando Rodríguez de Rivera, va incluso un poco más allá. Cuenta que un amigo de Burdeos califica la comarca como «una zona tocada de la mano de Dios», por el suelo, el clima y la riqueza que permiten disfrutar «de lo mejor de los vinos atlánticos y los mediterráneos». Pero... «somos una especie de reino de taifas». Es decir, el viento sopla a favor; de hecho, ahí está esa pareja de ases con la que destacar sobremanera. Y, a pesar de ello, «nos falta autoestima, nos falta creernos el gran potencial que tenemos», recalca Balbás.

Ese «creérnoslo» cobra más fuerza que nunca este año en el que Aranda de Duero celebra su distinción como Ciudad Europea del Vino. El momento resulta decisivo. Quizá nunca tantas miradas  se dirijan hacia la capital ribereña. Para analizar los retos que afronta la Ribera del Duero y cómo puede aprovechar este escaparate europeo a pesar de que haya llegado en una época de máxima incertidumbre por la pandemia provocada por el coronavirus, Diario de Burgos reunió a cuatro bodegueros de renombre: Gloria Díaz, enóloga de Valdubón; Noemí Moral, responsable de enoturismo, comunicación y relaciones públicas en Dominio de Cair, junto con los ya mencionados Juan José Balbás (Bodegas Balbás) y Fernando Rodríguez de Rivera (Pradorey). 

Todos coinciden en que la Ciudad Europea del Vino es una «oportunidad inmejorable» para, en primer lugar, situar en el mapa a la Ribera del Duero tanto a nivel europeo como mundial. Porque, como subraya el director de Pradorey, «el vino en nuestra región es fruto de un terruño y de siglos de historia, de una cultura y una gastronomía. En definitiva, de una forma de entender la vida que hay que poner en valor». 

En esta misma línea, Noemí Moral apuesta por aprovechar la distinción, precisamente, para «ir mucho más allá, posicionarnos como marca y consolidarnos como zona» aunque sea con otras fórmulas debido al virus.

Ahora toca, según Gloria Díaz, mostrar las grandes virtudes de la Ribera del Duero, volcar todos los esfuerzos en una profunda labor didáctica y sembrar interés para que cuando todo esto pase «la gente que se haya enamorado de esta comarca vuelva».

Cambiar el chip. Aparcar la mentalidad de la inmediatez para instalarse en una visión de largo plazo, ahora que las restricciones impuestas por la Junta de Castilla y León para frenar los contagios por coronavirus impiden, por ejemplo, viajar entre las propias provincias de la comunidad autónoma o consumir en el interior de los bares y restaurantes. «Tenemos que darnos a conocer, fortalecer nuestra imagen de marca, nuestro producto e intentar captar al público para cuando ya haya otro escenario más optimista», expresa Moral.

Reinventarse. Prender la chispa. Generar ilusión. Sí, ilusión pese a la incertidumbre. Aprovechar el momento por mucho que el virus haya puesto el mundo patas arriba. Son algunas de las reflexiones que lanzan en conjunto. 

«Hay que tirar todos a muerte. Es una oportunidad que se nos da y que hasta que vuelva a pasar pueden transcurrir muchos años. No dejemos de luchar, vamos a disfrutar este regalo que nos cae», propone Balbás.

Pero no sólo eso. En su receta, apuesta por añadir unas cuantas dosis de esperanza: «La gente necesita ilusión. Ni la recuperación  va a ser en forma de la uve tan famosa, ni la salida a todo esto va a ser con grandes acciones ni grandes eventos. Pero debe haber una cierta sensación de que se puede superar, de que poco a poco con las vacunas vamos viendo luz al final del túnel», defiende el empresario.

Al fin y al cabo, como destacan estos cuatro bodegueros, la distinción de Aranda de Duero como Ciudad Europea del Vino debería contribuir a sentar las bases de la Ribera del Duero del mañana. En estas circunstancias, no dudan en advertir que para que la acción prospere y tenga los efectos deseados, no se puede limitar a un par de actos puntuales. «El miedo que generan este tipo de celebraciones es que pase el año y sea una cosa que se pierda. Que no se le dé continuidad», manifiesta el director general de Bodegas Balbás. E insiste:«Si sólo se hace esto, quedará muy bonito, pero si no lo implementamos con algo más, no servirá para nada».

Un argumento que lleva, de nuevo, a la senda del «nos falta creérnoslo». Los cuatro tienen claro que la capitalidad europea bien aprovechada contribuirá a apuntalar la marca Ribera del Duero. «Si perdemos esa inercia es porque no hay ese concepto, ese plan director que lo englobe todo», avisan. 

Tanto en Dominio de Cair como en Valdubón, Pradorey y Balbás son conscientes de que zonas vitivinícolas como Burdeos y Borgoña en Francia, la Toscana en Italia o, sin ir más lejos, la Rioja Alavesa, llevan tiempo haciendo muy bien los deberes de marca, posicionamiento y, por qué no decirlo, orgullo. «Dominio de Cair cuenta con dos bodegas en la Rioja Alavesa y su ruta del vino, un proyecto colectivo al que se han unido más de 140 establecimientos, como bodegas de distintas tipologías, museos, alojamientos, restaurantes, empresas de actividades y enotecas, es un ejemplo de estudio. Una auténtica pasada, con muchísimas acciones. Nosotros, en cambio, todavía vamos por detrás. Tenemos ciertas deficiencias», lamenta Moral.

Balbás, por su parte, reconoce que siente «muchísima envidia» cuando viaja por otros países. «Resulta que vas por las carreteras y está todo adornado, entras en los pueblos y parece un cuento de película... Aquí no. ¿Por qué nosotros teniendo lo mismo e incluso superior no hacemos algo así? Tenemos zonas geográficas preciosas. Y aunque es verdad que suenan bodegas de la Ribera del Duero, como zona la Ribera todavía está coja». 

Así las cosas, el director general de Balbás defiende la necesidad de armar un plan director. «Falta coordinación con todo ese patrimonio, esos monasterios, esa oferta cultural y gastronómica. Creo que habría que pensar qué es lo que queremos hacer con la Ribera del Duero», plantea. 

También propone alguna solución, o más bien caminos que emprender. A su juicio, en esa hoja de ruta deberían encajarse Sonorama, la propia Ciudad Europea del Vino, la Fiesta de la Vendimia, el sector de la restauración, el cuidado del patrimonio y la vertebración de la Ribera del Duero en cuanto a pueblos y paisajes. «Hay que destacar el hecho de que a Sonorama venga tanta gente joven y, sobre todo, que beban vino», dice la responsable de enoturismo de Dominio de Cair. A lo que el director de Pradorey añade: «Se dan cuenta de que no es una cosa de sus abuelos y lo empiezan a naturalizar». 

A Rodríguez de Rivera en ese plan director también le parece interesante incluir un abanico lo más amplio posible ya que «tenemos consumidores que buscan diferentes motivaciones, diferentes momentos de consumo y estilos de precio». No obstante, cree que la comarca «no debe fustigarse». «Rioja nos lleva cuarenta años de ventaja. Han hecho las cosas muy bien. Pero lo realizado por la Ribera del Duero desde el año 1982 no tiene parangón en el mundo, se está llevando a cabo a una velocidad muy superior». 

Es cuestión «de hacer zona, zona y zona. La clave es creérnoslo, organizarnos y trabajar en un objetivo común. Si trabajamos juntos y nos ayudamos, ese objetivo será más fácil de conseguir», agrega Moral al respecto. 

Llegados a este punto, cabe destacar que, por su parte, la Concejalía de Promoción Industrial, Turismo e Innovación del Ayuntamiento de Aranda tiene pendiente redactar el nuevo Plan Director correspondiente al periodo 2021-2027. Una hoja de ruta que, indudablemente, tendrá en cuenta al sector bodeguero y que podría resultar muy útil de cara a aprovechar sinergias.  

Precisamente, en lo que al Consistorio respecta, algunos bodegueros, más a título personal, eso sí, admiten que echan en falta un poco más de originalidad en el programa diseñado para la Ciudad Europea del Vino: «Se reutilizan actos como los Envero, Sonorama o la Fiesta de la Vendimia, que están muy bien, pero creo que debemos y podemos ser más creativos». 

Dada la imposibilidad de hacer actos multitudinarios por el virus, la alcaldesa ya ha pedido una prórroga para ampliar la capitalidad durante todo 2022.

Resultados a largo plazo. Desde Valdubón, Balbás, Pradorey y Dominio de Cair también consideran que la Ciudad Europea del Vino servirá para reivindicar la importancia del sector del vino en mayúsculas, más allá de unas denominaciones de origen u otras.

Porque el sector no sólo produce vino, como es obvio. También fija población en la España Vaciada. «Dinamizamos entornos rurales, ayudamos a preservar la naturaleza, las tradiciones y lugares históricos», precisa Rodríguez de Rivera, quien entiende la Ribera del Duero como «mucho más que vino». 

Vista la trascendencia más global, toca analizar caso por caso. Es decir, ¿cómo repercutirá la distinción de Aranda como Ciudad Europea del Vino, por ejemplo en cada una de las bodegas a título particular?

Nuevamente, las opiniones confluyen. «Si buscamos la parte de rentabilidad en este tipo de eventos, va a ser complicado. Creo que no es el momento. A corto plazo, esa rentabilidad está más que en entredicho. No tiene sentido con la que está cayendo, en plena tercera ola y esperando no sufrir una cuarta», lamenta Juan José Balbás, para después matizar: «Ya buscaremos el beneficio, a lo mejor no con esta acción, pero sí a posteriori cuando se recupere la confianza». Dicho de otra forma, ahora toca esforzarse por buscar la parte positiva, que dejará un poso de aquí a un tiempo.

Otro que también cree que los resultados llegarán a largo plazo es el director de Pradorey, una bodega situada en el Real Sitio de Ventosilla. «Cuando salimos a las ferias, mucha gente no sabe ubicar Aranda. Si lo conseguimos con la Ciudad Europea del Vino, será muy positivo. Todo esto ayuda a hacer marca y a contextualizar. No obstante, para ver resultados habrá que esperar más allá de 2021. La economía de nuestro país está muy tocada mientras el turismo no vuelva y la hostelería no pueda abrir sus puertas. Confiemos en que la situación mejore. En el medio y en el largo plazo estamos seguros de que será importante».

Preguntada si esta distinción podría incluso servir como un trampolín mínimo para en el futuro empezar la recuperación, la responsable de enoturismo de Dominio de Cair cree que así debería ser. «Ahora estamos recibiendo a cero personas. Todo lo que sea recibir algo, siempre es positivo», expresa. 

Algo en lo que coincide la enóloga de la bodega Valdubón, ubicada en Milagros: «Es el momento de sembrar para que la gente se quede con ganas de más, vuelvan, hablen de nosotros... Es un momento de captación». 

Máxime después del varapalo sufrido en los últimos meses por su fuerte dependencia del canal horeca (acrónimo de hoteles, restaurantes y cafeterías). En el caso de Valdubón, las ventas cayeron un 40%. No obstante, no se desaniman. En el confinamiento pusieron en marcha una serie de webinars y videocatas, con las que continúan «para mirar hacia delante», apunta Díaz.

Mientras, la facturación de Pradorey descendió un 20%, debido al impacto de las restricciones en hostelería, donde perdieron el 50% de sus ventas. A pesar de ello, la bodega logró compensar parcialmente «esta catástrofe» con importantes crecimientos en el canal de alimentación (+30%) y online (+200%). De hecho, el comercio electrónico pasó de representar el 4% de las ventas en 2019 a un 12% en 2020. A ello se suman «medidas de mucho control de gasto, un ERTE... Hemos salvado el año, aunque cuando caes un 20% no puedes hablar de que ha sido un buen año», admite Rodríguez de Rivera.

Pese a lo adverso del panorama, el director de Pradorey recuerda aquello que decía Winston Churchill de que «nunca se debe desaprovechar una buena crisis»: «Creo que de esta saldremos reforzados, con ventas más equilibradas. Aquello que nos enseñaban en la facultad sobre la importancia de diversificar mercados y canales ahora se ha puesto de manifiesto».

También sin tapujos se expresa el director de la bodega Balbás, situada en La Horra y en la que ya trabaja la séptima generación: «Ha sido un año malo. Unos hemos bajado menos, otros más, pero se ha sufrido un gran varapalo. El ecommerce no ha podido absorber la pérdida del canal horeca». Pero no sólo eso. Balbás admite que las consecuencias de todo lo pasado y lo que falta por pasar le dan «mucho miedo»: «Creo que va a haber un reajuste muy fuerte en el mundo de las bodegas a nivel nacional. No es bueno que se terminen creando oligopolios». 

También Moral constata que «el estacazo ha sido tremendo». En lo inmediato no es optimista ya que, como dice, «el primer semestre va a ser clave y pinta muy mal». 

«No nos vamos a rendir». En cualquier caso, si algo tienen claro los bodegueros es que, «dentro de toda catarsis», siempre surgen elementos positivos y que, por ejemplo, el vino ha ocupado espacios motivacionales que antes eran de la cerveza o que el hecho de redescubrir el hogar permite llegar de una forma más directa al consumidor final. Y, por encima de todo, como recuerda Balbás, «el vino nunca va a desaparecer».

«Estamos en un momento de cambio muy interesante. Ya no nos vamos a rendir», zanja Rodríguez de Rivera. Con la Ciudad Europea del Vino, hay un pretexto para celebrar, una esperanza, un punto de luz en Aranda y en toda la Ribera.