Muchos la veían como la gran esperanza socialista, la futura presidenta de España. Pero de eso hace ya muchos años. Concretamente, ocho, cuando en septiembre de 2013 tomó el relevo del expresidente andaluz José Antonio Griñán al frente de la Junta. No llegaba a los 40 y cayó bien desde el principio. «Siempre tuvo mejor imagen fuera de la región que dentro», comenta una periodista que la conoce muy bien, y que ve con cierta expectación el proceso de primarias en el PSOE-A para dilucidar quién será cabeza de cartel en las próximas elecciones regionales que, tal y como están las cosas (el PP le acaba de asestar un duro golpe a Ciudadanos en Granada), podrían convocarse en breve. A un lado del ring político, la de Triana, al otro, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que cuenta con el favor del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Hay un tercero en discordia, un profesor, Luis Ángel Hierro, pero es una mera comparsa. Este domingo se sabrá quién es el ganador, aunque igual es necesaria una segunda vuelta, que está fijada para el 20 de junio.
Obviamente, lo que está en juego no es solo quién será capaz de discutir al popular Juanma Moreno Bonilla el palacio de San Telmo. Es mucho más. En el fondo estamos ante una guerra civil soterrada en el PSOE, que controla con mano firme el jefe del Ejecutivo central, y que ha visto cómo una parte de las bases y algunos barones se oponen a la estrategia de La Moncloa a la hora de afrontar la pandemia y, sobre todo, a los indultos que están al caer para los líderes del procés, por no hablar del acercamiento de presos de ETA a cárceles del País Vasco, con la transferencia de Prisiones al PNV, lo que supondrá que estén en la calle más pronto que tarde. También se discute el propio futuro de Sánchez en el poder tras el varapalo sufrido en Madrid, ya que una nueva derrota certificaría su descenso.
«Quedó muy tocada cuando perdió las primarias del PSOE el 21 de mayo de 2017. Volvió de Madrid totalmente cambiada, no parecía la misma», sostiene la comunicadora, que añade: «Nunca se ha caracterizado por trabajar mucho, pero es que la oposición que ha planteado al PP y Cs ha sido nula. Sinceramente, ha decepcionado a mucha gente que siempre la había apoyado». Y tanto, porque en los comicios autonómicos del 2 de diciembre de 2018, asistió atónita al desplante de miles y miles de andaluces que estaban hartos del socialismo.
La imagen de juventud, de luchadora no se la quitaba nadie. O casi nadie. Porque el tiempo pasa y también las ambiciones. Aunque pueden resucitar. Y precisamente eso es lo que pasó cuando se deslizó que Ferraz le quería dar el toque de gracia a la hispalense con un candidato del aparato, Juan Espadas, alcalde de Sevilla, que siempre se había caracterizado por ser un hombre muy gris. «Es como Rajoy, no mancha. Ni una palabra más gruesa que otra, un hombre tranquilo que ahora ha visto abiertas las puertas del cielo», señala la experta en política andaluza, que es toda una eminencia en el caso de los ERE, el talón de Aquiles del Partido Socialista que le hizo daño a la baronesa.
Oportunista
Cuando se supo que Espadas se iba a postular para liderar a la formación para la próxima cita electoral (fue un golpe de efecto tras la debacle madrileña), Díaz demostró buena mano y, de inmediato, convocó primarias. Si había que morir (políticamente), lo haría matando (políticamente).
Hasta hace unas semanas parecía que el alcalde iba a ganar de calle. Ahora no está tan claro porque Díaz se sabe mover muy bien y tira a menudo de victimismo (recientemente, denunció en el programa de Ana Rosa Quintana que llevaba meses resistiendo «ataques feroces»), vendiéndose como una política que se rebela contra el aparato.