Su nombre en la piedra, una tumba y el agradecimiento de los fieles con lo mejor de sus despensas. Pasan los siglos y las recompensan para los mecenas de los templos no varían. Al menos las que ofrece Mazuela a quien se implique en la reconstrucción de su templo. Esta pequeña localidad del Campo de Muñó busca Quasimodos que lo den todo -poco o mucho- por su particular Notre Dame, suspiren por sus bóvedas, toquen sus campanas y, de paso, merienden en sus bodegas y degusten sus dulces.
Con 500 metros de planta y 8 retablos, la iglesia de San Esteban Protomártir se empezó a construir en el siglo XIV y se amplió en el XVIII. Con aires de colegiata, siempre ha sido grande, «desmesurada» para un pueblo en el que apenas duermen 30 personas en invierno. Por eso se sienten aún más orgullosos de ella. Mantiene además el culto religioso. Precisamente ayer, los restauradores de Aibur que han comenzado las obras en una bóveda recogían sus bártulos minutos antes de que comenzase la misa del día grande de las fiestas patronales, descafeinadas por la pandemia.
María del Mar Valdivielso empezó a pensar en una campaña de micromecenazgo cuando estaba en marcha la de Fuenteodra. Impresionada por el «éxito rotundo» y el eco mediático de la iniciativa para salvar la Dama de las Loras, esta cazolera (ese es su gentilicio) se propuso por un lado no permitir que su iglesia llegase a tal grado de deterioro y, por otro, intentar obtener una difusión similar para su proyecto. «Porque somos un minúsculo pueblo, que no se derrumba, como su iglesia, ante las dificultades», reza su campaña de promoción.
La Asociación Hispania Nostra también se ha implicado en la restauración de la iglesia de Mazuela y les ofrece su plataforma de micromecenazgo, especializada en patrimonio y cultura, y sus redes sociales para llegar a más rincones. La colecta comenzó el 28 de julio y ya está al 34% del objetivo mínimo fijado, 10.000 euros, aunque esperan alcanzar la cifra optima de 40.000 antes del 6 de septiembre para sufragar, además de la obra de la bóveda, mejoras en las nervaduras de los arcos, las paredes con goteras o las ventanas de piedra caliza, «que se están desintegrando», se lamenta.
Incluso si superan esa cifra, podrían soñar con la restauración del púlpito de piedra policromada, varios retablos laterales o la puerta principal. En cualquier caso, sería insuficiente para acometer la gran obra pendiente, la restauración del espectacular retablo Mayor ejecutado por el artista Simón de Bueras y su hermano (siglos XVI-XVII).
Tumba para reflexionar. Mazuela ha bautizado cada aportación a su campaña. Comienza con un Mil gracias y 10 euros, de los que el donante se puede desgravar hasta 8. Un toque de campanas, una visita al interior de las bóvedas, un fin de semana piel con piel con los cazoleros o una celebración especial en el templo también figuran entre las recompensas.Un tiempo para la reflexión se llama la más curiosa. Por 15 euros ofrece la oportunidad de «meditar sobre la velocidad con la que pasan los años y la vida» en una tumba «especialmente pensada y cavada para ese fin». Quasimodo no se lo pensaría.