Edurne Rubio (Burgos, 1974) consiguió que los espectadores de Light years away aún huelan el carburo que los espeleólogos utilizaban antaño y tiriten de frío y humedad al pensar en las entrañas de una cueva. La creadora quiere ahora que sientan la fuerza, destrucción, quietud de una tormenta, un terremoto o una puesta de sol. Meter al público dentro de distintos fenómenos meteorológicos es el juego que propone junto a la madrileña con raíces burgalesas María Jerez en A nublo, una producción belgo-española, cuyo estreno ha experimentado, paradójicamente, la embestida de la naturaleza. Programado para este jueves, hasta el domingo, en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid, se retrasó al fin de semana por las complicaciones derivadas por la nevada Filomena y, finalmente, se pospone del 17 al 19 de junio por el protocolo contra la covid. A esta presentación se suman funciones confirmadas en Bélgica, en el Kaaitheater de Bruselas (25 y 26 de junio) y en el Next Festival de Kortrijk (noviembre).
«En A nublo trabajamos con fenómenos meteorológicos, con los que vienen de la naturaleza, pero también con los que, entre comillas, se producen en el teatro. Nos enfrentamos a este como un microclima, una geografía muy concreta, en el que todos los elementos propios del teatro como la luz, el sonido y la maquinaria producen esos fenómenos. Intentamos cruzar los dos mundos», cuenta Rubio y aclara que no se trata de crear ningún decorado ni reproducir la naturaleza del exterior en el interior «sino mirar el interior como una naturaleza con los referentes del exterior».
Rubio y Jerez son quienes activan el teatro para generar ese terremoto, ese vendaval o ese atardecer. «Nuestro rol es una mezcla de performer y de técnicas. Nosotras ponemos en marcha todo el teatro, junto a otros técnicos, y, de repente, todo lo que rodea al espectador se pone en movimiento y provoca cosas. No es una pieza frontal, sino que todo ocurre alrededor del público, con direcciones diferentes, y es muy sensorial, genera sensaciones de todo tipo en el espectador, no es solo visual, sino que pasa por todos los sentidos, por el oído, el olfato, la temperatura e incluso el tacto», ilustra la creadora burgalesa al tiempo que habla de la maquinaria del teatro, «que causa un efecto, una ilusión o una imagen», como gran protagonista. Algo que, por otro lado, ha alargado el proceso de creación ya que la pandemia ha restringido el acceso a estos espacios y era esencial trabajar en ellos entendidos a la manera clásica. Toda una aventura para Edurne Rubio y María Jerez (Madrid, 1978).
Se conocen desde hace tiempo, cada una sigue el trabajo de la otra, pero es la primera vez que comparten un proyecto. Aunque este montaje no es un punto y aparte en sus trayectorias. Se cuela en ellas de una manera natural. Tiene algo del citado Light years away, donde la burgalesa ya superpone esos mundos, natural y artificial, en el que además colaboró Jerez y dejó a ambas con las ganas de seguir explorando el mundo sensorial en el teatro, y de Yabba, la penúltima pieza de la madrileña, en la que propone una suerte de tercer mundo, abstracto, en continuo movimiento, que genera extrañeza en el público.
Con A nublo buscan volver a asombrarlo, pero también «que se haga preguntas -como lo han hecho ellas- que ayuden a pensar, a ir más lejos en cierta reflexión sobre nuestra posición en lo que llamamos naturaleza», en palabras de Rubio, quien admite la influencia, de nuevo, de su padre, Elías Rubio, divulgador y gran valedor de la cultura popular, en la alusión con el título a ese toque de campana y canto con el que en los pueblos se hacía frente a las tormentas de verano.