Para las personas que padecen una demencia, adaptarse a la situación de confinamiento provocada por el coronavirus ha supuesto una dificultad añadida. La crisis sanitaria les ha obligado a cambiar sus rutinas diarias, les ha hecho más vulnerables y, en muchos casos, les ha provocado alteraciones de conducta. Así lo reconoce Raquel Moreno, psicóloga y directora de los centros de la Asociación de enfermos de Alzhéimer de Burgos (Afabur), que subraya que en estas semanas han detectado un deterioro cognitivo y físico muy importante en los pacientes que padecen esta enfermedad, agravado por la falta de actividad y por permanecer tanto tiempo encerrados en casa.
En este sentido, Raquel Moreno destaca que a medida que avanzan los días los usuarios de sus programas «están perdiendo capacidad y están empeorando porque su deterioro avanza mucho más rápido». A ello se suma el estado de agotamiento que sufren las familias que se ocupan del cuidado de estos mayores. «Tenemos casos en los que han estado solos el enfermo y el cuidador y esto ha superado a muchos familiares que han tenido que pedir ayuda por el nivel de cansancio que han acumulado», dice.
Afabur, que cuenta con unos 750 socios en la provincia y presta atención semanal a unas 200 personas con alzhéimer, tuvo que cerrar sus dos centros terapéuticos de día -en las calles Loudun y San Julián- el pasado 13 de marzo tras decretarse el estado de alarma. Además, tuvieron que suspender los talleres de memoria, al igual que el servicio de promoción de la autonomía personal que prestan a domicilio. Lo único que han podido seguir haciendo es mantener contacto telefónico con todas las familias para conocer su estado anímico, para ofrecer su apoyo y para transmitir algunas tareas de estimulación cognitiva que pudieran ayudar a los enfermos.
«Llevamos muchos días de confinamiento y hemos visto que han ido aguantando, pero la falta de los programas que desarrollamos con ellos se está notando en la merma de sus funciones cognitivas», manifiesta la psicóloga de Afabur, tras reconocer que en este momento no tienen mecanismos para saber si lo que están perdiendo en el proceso de la enfermedad será irrecuperable. «Espero que la vuelta a las actividades habituales en los talleres y en las terapias les permita recuperar parcialmente; que sea bueno para ellos», declara.
Los responsables de Afabur, que tiene una plantilla de 42 trabajadores (aunque ahora todos en un ERTE), confían en que el cambio de fase en la desescalada les permita abrir de nuevo todos sus servicios a fin de descargar a las familias y dar la necesaria atención a sus usuarios. Raquel Moreno señala que en el BOEdel pasado sábado se recoge que los servicios de promoción de la autonomía personal y los centros de atención a depen