Para algunos llegó a ser un ejemplo de convivencia cívica. Para otros, menos condescendientes, aquello se parecía más bien al Salvaje Oeste. Un conductor llegaba avanzada la noche al barrio con mayor densidad de población de la ciudad, retiraba un poco el coche de la calzada, quitaba el freno de mano y hasta la mañana siguiente. Si alguno aparcado legalmente necesitaba salir no tenía más que empujarlo.
La doble fila nocturna en el cogollo de Gamonal fue un fenómeno sorprendente y generalizado durante muchos años, que sin embargo ahora está prácticamente erradicado. Apenas queda un puñado de insurrectos que se resisten al constante trabajo de la Policía Local y sigue dejando sus vehículos como buenamente quieren, pero ya no son los mismos cada noche y poco a poco se van extinguiendo.
Hace más de seis años, a mediados de 2014, este periódico publicaba un artículo en el que se contabilizaban alrededor de 100 coches estacionados cada noche en doble fila. Ya habían ocurrido los disturbios de la calle Vitoria, así que el Ayuntamiento había empezado a endurecer su actuación con medidas como el estrechamiento de la línea roja que en la práctica permitía la doble fila, pero aun así quedaban reductos donde sistemáticamente se aparcaba de forma ilegal.
Un reguero de coches en doble fila era la imagen más frecuente en Eladio Perlado (ahora Derechos Humanos). - Foto: Tomás AlonsoLa avenida de los Derechos Humanos (entonces Eladio Perlado) se llevaba la palma, seguida muy de cerca por Federico García Lorca y Luis Alberdi. También en la calle Santiago, en Isidoro Díez Murugarren, en San Bruno o en la zona de Lavaderos era muy sencillo encontrar numerosos ejemplos de infracciones.
Ahora hay que buscarlos. A partir de las 22 horas, y no digamos más allá de la medianoche, cuando van cerrando los últimos bares, apenas quedan ejemplos sueltos. Uno aquí, dos allá, y nunca más de una decena en todo el barrio. ¿A qué se debe esta drástica reducción?
Multacar o envejecimiento. Vecinos, comerciantes y hosteleros de la zona tienen muy claro que la labor policial ha sido decisiva. «El multacar aquí se ha puesto las botas», dice el propietario de un bar restaurante de Derechos Humanos. «Así es como lo han quitado, radical», apunta un residente en la calle Santiago.
Sin embargo, fuentes policiales conocedoras de primera mano del barrio no lo achacan únicamente a su propio trabajo. «No sabemos qué ha pasado, efectivamente se dio caña pero también hay un fenómeno curioso de reducción general de los vehículos en Gamonal y Capiscol».
Algunos creen que el envejecimiento de sus habitantes puede haber influido, puesto que a medida que cumplen años los residentes no utilizan tanto el vehículo privado o incluso acaban retirándolo. A falta de estudios en profundidad sobre el fenómeno, hay teorías para todos los gustos: «Sucede que en determinadas épocas del año, como en verano cuando la gente se va a los pueblos o cuando anuncian olas de frío intenso, con heladas y nieve, de repente los coches desaparecen, probablemente porque hay plazas de garaje que están compradas pero que normalmente no se ocupan porque es más cómodo dejarlo en la calle debajo de casa», apunta un policía que suele patrullar por la noche en la zona.
Ese mismo fenómeno del desplazamiento demográfico, en este caso motivado por la pandemia a lo largo de todo el año, parece haber sido la puntilla para la doble fila. Tras la covid casi nada ha recuperado su pulso normal, y tampoco esta práctica de estacionamiento ilegal que en esta zona de Burgos llegó a convertirse simplemente en irregular.