El 2021 no fue un buen año para Alfonso Aragón. Agricultor de profesión, en marzo tuvo un accidente con el tractor y, a pesar de los intentos de los cirujanos del HUBU por salvarle el pulgar de la mano derecha, lo acabó perdiendo junto al índice y el corazón. Tras casi dos meses en el hospital, se fue a casa y aprendió a manejarse con el anular y el meñique. «Soy diestro, así que no me quedó otra. Y llegué, incluso, a atarme los cordones», cuenta. En esa fase estaba cuando, en noviembre, le dio un ictus. El objetivo de ser autónomo de nuevo se truncaba, porque, aunque ha recuperado mucha más movilidad de la que se creía posible, el lado izquierdo todavía lo tiene casi paralizado. Ya no puede usar la mano sana como apoyo, así que depende de otros para acciones tan básicas como coger un vaso de agua o un cubierto. Y él quiere ser autónomo.
La posibilidad de encargar una prótesis para la mano derecha la barajaba antes del ictus, pero el accidente cerebrovascular aceleró todo. «En un principio, a mi mujer le dijeron que no volvería a levantarme de la cama», dice, especificando que su paso por San Juan de Dios fue de gran ayuda para su recuperación. Y eso que lo derivaron cuando el cierre del hospital privado parecía inminente. «Yo salí caminando de San Juan de Dios; hice mucha rehabilitación y se portaron muy bien conmigo», subraya.
Aún así, no era suficiente. El brazo izquierdo seguía siendo un peso muerto, por lo que Aragón decidió preguntar a la persona a la que ya había recurrido para potenciar la rehabilitación de los dedos anular y meñique de la mano derecha: Daniel Rodríguez, de Ortopedia Burgos. Y el especialista en prótesis le explicó que su única alternativa era la tecnología biónica. «Para un paciente con mano catastrófica y otra inutilizada es lo único funcional», explica Rodríguez, quien ha dedicado muchas horas en estos últimos meses a crear las falanges que han devuelto algo de autonomía a Alfonso Aragón.
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