Algunas zonas de Miranda han perdido muchos residentes, su actividad comercial ha caído en picado y todo ello ha dejado una gran cantidad de locales vacíos. Un buen ejemplo de ello se encuentra en el Casco Viejo, con en torno al 60% de sus establecimientos sin actividad. Ahora bien, otras partes de la ciudad todavía muestran buena salud en términos económicos. Tal vez, la que más sea la calle La Estación, la principal arteria del municipio. Precisamente, pese al fin de algunos negocios tradicionales, la cifra de lonjas cerradas supera por muy poco el 38%.Eso sí, en buena medida este balance está marcado por el impulso de la hostelería.
Algunos comercios con décadas de historia, como la Merecería Ely o Joyería Rica, han cerrado sus puertas porque sus propietarios se han jubilado. La inmensa mayoría de los locales que se encuentran en este listado no han tenido relevo y, por ende, han engrosado el número de lonjas sin actividad en esta céntrica calle. En cambio, varios establecimientos relacionados con la hostelería, aunque sus anteriores dueños han cesado su vida profesional, sí que han encontrado a empresarios interesados en continuar con esa labor. Sin ir más lejos, los icónicos Bar París y Acuario 2 están abiertos y funcionan a pleno rendimiento, pese a que sus antiguos propietarios ya no los gestionan.
Además, dentro del sector de la hostelería también se han generado en los últimos tiempos nuevas referencias a lo largo de la calle La Estación. De hecho, en el primer semestre de 2022 abrió sus puertas el bar Bendita Locura. Desde el punto de vista de su dueño, Antonio Martínez, su actual ubicación «es la zona que más vida tiene».
El propietario de este negocio explica que durante sus primeros meses de actividad ha percibido que «no funciona nada mal», aunque «esperábamos otro tipo de apertura». En este sentido, Martínez apunta que «pretendíamos distinguirnos un poco del resto de los bares de la calle La Estación, porque es más de 'picoteo', entonces, a la gente le está costando un poco salir de su zona de confort». En cualquier caso, remarca que «pese al bajón con respecto a años atrás por culpa del aumento de precios, que hace que la gente salga menos, estamos trabajando muy bien».
Y es que, según detecta, «nos retroalimentamos entre todos los bares de la calle La Estación, vamos creando un ecosistema en el cual va trabajando uno por un lado y otro por otro».
Precisamente, apenas a cincuenta metros de su establecimiento se encuentra La Marimorena, un negocio que no supera ni los siete meses de vida y, aún así, atrae a centenares de personas cada día. Su propietario, Alfredo Selas, anteriormente tenía otro bar en la calle Dos de Mayo, muy cerca del actual recinto. No obstante, en 2022 dice que vio «la oportunidad de seguir creciendo, miré varios locales y el mío se estaba quedando pequeño». Desde su punto de vista, «la zona estaba perdiendo vida y todo se estaba trasladando a la calle La Estación, porque al final es el núcleo donde se mueve todo». Así, «según salió este me lancé a por él y dejé el otro porque no era el momento de mantener los dos», explica.
Ahora, un tiempo después de su decisión, muestra una satisfacción absoluta. «Ha cumplido las expectativas con creces. Conocía cómo funcionaba la zona y me imaginaba que iba a funcionar, pero lo ha multiplicado, sin lugar a dudas», remarca Selas. «Había hecho una previsión de ingresos y gastos, contaba con que fuera rentable, pero lo ha superado», explica, antes de añadir que, por ejemplo, tenía calculado que podría cubrir la demanda con «6 o 7 trabajadores», pero finalmente ha tenido que crecer hasta rozar la decena de personas.
Con todo, parece que la calle La Estación es el lugar idóneo para la hostelería. Eso sí, muchos comercios también resisten, crecen y actúan como referencias de la actividad económica mirandesa. Es decir, la zona se alza como un espacio transversal, aunque el impulso más reciente sea el de los bares.