Ubierna suma un nuevo atractivo a los muchos recursos arqueológicos que tiene, y que engloban todas las épocas históricas desde el Paleolítico. El último proyecto de investigación en la ermita de Montes Claros, financiado con cargo a la convocatoria de la Diputación Provincial para poner en valor sitios arqueológicos, ha sacado a la luz restos estructurales y funerarios que aportan más luz sobre la evolución de la ermita y su entorno, apuntando a poblamientos romanos.
La investigación en este espacio no es nueva, de hecho éste complementa uno anterior que se realizó en 2018 y que da continuidad a la excavación previa realizada por José Ángel Lecanda en 1996, cuando se restauró la ermita.
Tras el estudio en 2018 de documentación histórica, lectura de paramentos y estudios con georadar, éstos se han completado ahora con un estudio de termografía, para tener claro los lugares más idóneos para realizar las catas. Así ha sido y se han llevado a cabo tres sondeos, coordinados por Oscar González, de ADES Arqueología.
Los dos sondeos más cercanos a la ermita han sido muy relevantes, así como otro más alejado, en la parte trasera de aquéllos. En el fondo del terreno de esta última excavación se ha localizado un enterramiento con una disposición nada habitual en el cristianismo; en éste era este-oeste y aquí aparecen los cuerpos colocados norte-sur y entre materiales romanos. Este hallazgo confirma la sospecha de que este entorno también estaba habitado en tiempo romano, «al menos queda claro que no es cristiano por la disposición y consideramos que puede estar llevado a cabo en ese periodo de la tardoromanidad y los momentos iniciales de la época altomedieval», indica González.
Igualmente, es relevante el hallazgo junto a la cabecera de la ermita como es una estructura que pone de manifiesto que el templo tuvo una sacristía, no citada en ninguna documentación histórica, por lo que se entiende que tuvo «probablemente con una duración temporal corta», y que pudo desaparecer por problemas de aguas en esa zona de la cabecera, remata el director de las excavaciones. Este descubrimiento da sentido a lo que parecía una puerta en ese mismo muro, y que ahora se confirma. La datación de la sacristía, a falta de una investigación exhaustiva a partir de ahora, puede estar datada en los siglos XVI ó XVII.
Y aunque apenas han salido ahí restos arqueológicos, este descubrimiento hace pensar que en la zona tuvo que haber también una necrópolis. Óscar González cree que al hacer la sacristía se rompen la necrópolis medieval, reutilizando, incluso, parte de restos constructivos y sarcófagos para ‘calzar’ muros e integrarlos como parte de esa pared de la sacristía.
Además, el segundo sondeo, realizado a escasos metros de este primero en la cabecera de la ermita, ahonda en esa teoría porque se han hallado sarcófagos, alguno dado la vuelta y reutilizado. Pero además, lo más interesante de este segundo sondeo es que todo indica que los restos constructivos se corresponden con una canalización realizada para recoger las aguas que vienen de la zona superior y que estarían dañando la estructura de la cabecera de la ermita e, incluso, ser la causa de la desaparición de la sacristía. Esa canalización podría ser del siglo XVIII. «Los sarcófagos se reutilizaban para esa canalización, dándoles la vuelta y luego sellando los lados para impermeabilizarlos».
Los tres sondeos quedan enlazados y aunque los restos romanos están enmascarados por el despoblado medieval posterior, todo indica que existió ese hábitat romano que podría formar parte del extrarradio del gran yacimiento romano cercano que, a priori podría tratarse de la ciudad de Bravum, aunque al respecto de ésta hay estudio que la ubican en varios términos municipales, incluida La Nuez de Abajo. Ahora toca poner el nuevo material en contexto con lo que ya se conoce de campañas anteriores para tener más luz sobre el hábitat y la ocupación histórica de ese espacio.
Lo que no cabe duda alguna es que este entorno reúne un conglomerado de culturas, que va desde la celtibérica, altoimperial y bajo imperial, que viene a completar el mapa histórico de Ubierna, un lugar privilegiado con yacimientos desde época paleolítica hasta la actualidad.
El próximo año se intentará otra campaña para seguir investigando en la zona, tanto en la cabeza como en otros cinco puntos sensible, según ‘maca’ el georadar y el estudio de termografía.