Entre comienzos del siglo IX y mediados del siglo XI, la geografía eclesiástica castellana era un tanto confusa. En una zona relativamente pequeña se concentraban numerosas diócesis, que, además, poseían unos límites harto imprecisos. A ello hay que añadir que la figura del obispo no tenía mucha influencia en aquellos tiempos. La escasez de recursos materiales, unida a la precariedad organizativa, situaba a los obispos en una clara posición de sometimiento respecto a los monarcas. Eran en realidad los grandes monasterios (Cardeña, Arlanza, Silos, Oña), menos sujetos al intervencionismo laico debido a la holgada situación material que les proporcionaban sus correspondientes señoríos, los que ejercían de facto el liderazgo religioso en el territorio castellano.
Sin embargo, esta situación cambiará en la segunda mitad del siglo XI como consecuencia de la reforma gregoriana por un lado y de la constitución del reino de Castilla por el otro. Entre las medidas adoptadas por el papa Gregorio VII, aparte de la instauración del rito romano, estarán la reorganización del panorama diocesano y la reafirmación de la autoridad episcopal. Así, en el año 1074, y en el marco de esta profunda reforma, el obispado de Burgos es declarado sucesor del obispado de Oca, y la sede de la diócesis más antigua de Castilla, que hundía sus raíces en la época visigoda, es trasladada a la capital del nuevo reino. Más adelante, a finales del siglo XI, el papa Urbano II confirmará dicha traslación y subordinará el obispado de Burgos, que dependía de la archidiócesis tarraconense, directamente a la Santa Sede.
La asimilación oficial de la diócesis aucense con la burgalesa era pretendida ya desde los tiempos de Fernando I. Finalmente, será su hijo Alfonso VI quien la lleve a cabo en consonancia con los postulados de la reforma gregoriana, pero también con la intención política de proporcionar una mayor cohesión al territorio castellano, al hacer coincidir en la capital del reino los centros de poder político y religioso. Para ello, dona al obispo Jimeno II y a su nueva sede de Burgos el palacio que sus padres habían poseído en la ciudad, así como la iglesia dedicada a Santa María que el monarca estaba construyendo junto a él a su costa con el propósito de convertirla en la madre de todas las iglesias de Castilla (es bastante probable que no fuera el primer templo que se levantaba en el lugar).
Esta puerta comunicaba el claustro de la catedral románica con el palacio episcopal.Pero, hasta que el nuevo complejo catedralicio estuviese construido, el obispo de Burgos se instalará en el vecino Gamonal (anteriormente tenía su sede en el monasterio de San Pedro de Cardeña). A tal efecto, las infantas Urraca y Elvira (hermanas de Alfonso VI) donan en 1074 a Jimeno II la iglesia de Santa María de Gamonal. Este traslado provisional fue confirmado por el propio monarca castellano en 1075. Desconocemos el tiempo que la sede de la diócesis burgalesa estuvo en Gamonal; lo que sí consta es que, hacia el año 1080, el obispo aún permanecía allí, aunque en los documentos de la época ya figuraba la iglesia de Santa María de Burgos como la sede episcopal.
La construcción. Considero razonable situar el comienzo de la construcción de la catedral románica de Burgos hacia el año 1074, un poco antes de la nueva fundación del episcopado y del traslado provisional de la sede a Gamonal. Las fuentes documentales nos proporcionan algunos datos de interés acerca de la evolución de las obras. En 1085, por ejemplo, consta que ya estaba en funcionamiento el altar mayor, consagrado a Santa María Virgen. También sabemos que en 1092 existían en el edificio catedralicio otros dos altares más, uno dedicado a Santiago y otro a San Nicolás, advocaciones que se mantendrán en el futuro templo gótico. Es probable que en ese momento la catedral románica ya estuviera finalizada en lo esencial.
Sin embargo, en el archivo catedralicio se conserva un importante documento que alude expresamente a la finalización del edificio, un testimonio que ya recogía en 1866 Manuel Martínez y Sanz en su Historia del Templo Catedral de Burgos. Se trata de un privilegio de donación, datado el día 19 de septiembre de 1096, en el que el rey Alfonso VI decía lo siguiente: «Hago esta serie de testamento a la iglesia de la Santa Virgen y Madre de Nuestro Señor Jesucristo con cuya advocación y en su honor está fundada en Burgos la sede episcopal, cuya sede de Santa María mandé edificar a mi costa y la concluí en mi tiempo». Es decir, que en el año 1096 ya estaba construida la catedral románica de Burgos.
Durante los primeros trabajos de demolición del viejo palacio episcopal apareció esta ventana románica, de la que solo se conserva un capitel.La claustra vieja. Sabemos por las fuentes escritas que la catedral gótica de Burgos se erigió en el mismo lugar que anteriormente ocupaba el templo románico. En el edificio actual se conserva una interesante huella arquitectónica que corrobora dicha afirmación, mostrándonos además con bastante claridad el emplazamiento de la iglesia catedralicia del siglo XI. Me estoy refiriendo al conjunto de construcciones de distintas épocas que se adosan por el sur a las naves de la catedral. A esta zona se la denomina desde antiguo claustra vieja, pues en ella se levantaba el claustro románico. De dichas construcciones, solamente la capilla del Santo Cristo y el espacio donde en la actualidad se ubican las oficinas del cabildo (el antiguo vestuario de canónigos) conservan la disposición original de las viejas pandas claustrales.
En torno al claustro románico se organizaban, siguiendo el modelo monacal, las dependencias comunitarias del cabildo. Estas se situarían concretamente junto a las pandas este y oeste, ya que la norte daba a la iglesia catedralicia y la sur al palacio episcopal. Entre dichas dependencias tenemos constancia al menos de la existencia de un refectorio y de una sala capitular. De acuerdo con los dictados de la reforma gregoriana, la catedral, por aquel entonces, no solo alojaba al obispo, sino también a los canónigos, que seguían en ella una regla de vida en común. Pero el cabildo no tardará en “secularizarse”; a mediados del siglo XII sus miembros optan por abandonar la vida comunitaria y pasan a integrarse directamente en la vida urbana burgalesa alojándose en viviendas particulares de la ciudad.
La iglesia catedralicia. A falta de una intervención arqueológica seria que determine con exactitud la ubicación de la iglesia de la catedral románica, nos tenemos que guiar por la posición de la claustra vieja, que, como ya se ha insinuado, estaría adosada a la nave meridional del templo. Este tendría unas dimensiones menores que el actual, extendiéndose aproximadamente desde la fachada principal de la catedral gótica hasta su crucero, lugar que ocuparía la antigua cabecera románica.
En cuanto a su planta, la mayor parte de los expertos hablan de una estructura basilical de tres naves (la central más alta y ancha que las laterales) rematada en una cabecera de tres ábsides escalonados. Estos se cubrirían con una bóveda de cañón y de horno, mientras que, según Félix Palomero Aragón, la cubierta de las naves consistiría en un armazón de madera. Esta hipotética planta guarda muchas semejanzas con la de la iglesia monacal de San Pedro de Arlanza.
No obstante, hay que señalar que algunos autores, como Pablo Abella Villar, no descartan la presencia de un transepto, cuyo brazo sur se situaría sobre la esquina nororiental de la claustra vieja. Esta posibilidad acercaría la planta de la antigua catedral de Burgos a la del desaparecido templo románico del monasterio de Santo Domingo de Silos.
El palacio episcopal. Junto a la claustra vieja estuvo desde un principio el palacio episcopal, en el mismo lugar que había ocupado anteriormente el palacio de Fernando I. Su planta noble, que seguramente disponía de una gran estancia central, se comunicaba con la panda sur del claustro catedralicio a través de una puerta descubierta a finales del siglo pasado durante unos trabajos de restauración.
En 1862, las primeras obras de demolición del viejo palacio episcopal ya sacaron a la luz algún resto románico, concretamente una ventana bífora compuesta por tres pequeñas columnas con capiteles vegetales. De ella, por desgracia, solo se conserva uno de los capiteles, que se expone en el claustro bajo de la catedral. Un poco más tarde, durante el derribo definitivo del palacio a principios del siglo XX, apareció una arcada doble de formas románicas que, muy acertadamente, el arquitecto restaurador Vicente Lampérez y Romea conservó in situ. Se trata de los arcos situados en la terraza de la catedral que pueden verse desde la plaza del Rey San Fernando.
La única dependencia que se conserva del recinto episcopal románico es una impresionante sala formada por una gran bóveda de cañón apuntado reforzada por arcos fajones que en la actualidad alberga la recepción de la catedral, y que en origen constituyó el piso inferior del palacio; un magnífico espacio que, en mi opinión, ha quedado algo desvirtuado por la reforma llevada a cabo recientemente en el mismo.