Fueron muchos los elogios, las palabras de cariño y los mensajes de complicidad que se escucharon ayer en el salón de actos de la Facultad de Educación. Todos ellos dirigidos a una misma persona, que abrumada por tanta alabanza se sintió «afortunada» por tener tantos amigos. Capacidad de diálogo, integridad, generosidad, sabiduría, ejemplo... Ninguno merece el olvido para quien, además, está considerado «la persona más importante de la historia de Universidad», aunque «haya también otros nombres», porque sin él «no solo sería otra cosa, sino que, posiblemente, no sería».
La frase pronunciada por Ignacio Fernández de Mata, decano de la Facultad de Humanidades y Comunicación, resume lo que supone Federico Sanz para la institución académica, no solo como profesor titular de Historia Contemporánea, exdecano o responsable de departamento, que también, sino por el trabajo realizado desde el escaño que defendió como diputado socialista de 1982 a 1996 contribuyendo de manera decidida a crear la UBU en 1994.
«Es el padre de nuestra Universidad, sin ninguna duda», dejó claro el vicerrector de Profesorado, Alfredo Bol, encargado de dirigir el acto de homenaje que se rindió a ‘Fede’, como le llaman sus conocidos, con motivo de su jubilación después de más de cuatro décadas como docente que comenzaron en el entonces Colegio Universitario de Burgos. Una despedida que no supuso un adiós, puesto que ya se ha cursado la petición para que continúe su vinculación como profesor colaborador.
El decano de Humanidades fue más allá en el discurso con el que abrió la ceremonia: «Resulta incomprensible para casi todos que Federico Sanz, como también Juan José Laborda, no sean ya doctores honoris causa por la UBU en claro reconocimiento de su paternidad y esfuerzo por el nacimiento de la que ha sido la última universidad pública española»».
El turno de palabra lo recogió su compañera de departamento Marta Martínez, que subrayó su labor como director de este área y afirmó que «seguir tu estela será nuestra inspiración para que las cosas sigan marchando». En el terreno ya más personal, fue Félix Castrillejo, de Historia Contemporánea, el que detalló su relación con Sanz primero como alumno y luego como compañero y amigo, recordando anécdotas simpáticas de los partidos de futbito o de las escapadas a la montaña. Pero también rememorando momentos difíciles, como cuando el 23-F les sorprendió en la cafetería de la actual Facultad de Ciencias.
Antonio Fernández Sancha, profesor colaborador tras su jubilación el año pasado, realizó una semblanza más detallada del homenajeado como docente y político, que «no se ha limitado a teorizar sino que ha hecho política práctica con generosidad». «Es una persona se referencia», señaló, aludiendo al «sentimiento de orfandad» que supone su marcha.
Después de todas estas palabras y ya detrás del atril, Federico Sanz se mostró «afortunado» y en una optimista intervención agradeció el apoyo de los compañeros; que los alumnos le hayan hecho «sentirme vivo», y la comprensión de su familia, sobre todo, de su mujer. «Ahora paso a las clases pasivas», manifiestó, al tiempo que agregó:«Me voy pero quedo a vuestra disposición. Siempre podéis contar conmigo».