En el interior de una torca de los valles que desembocan en Espinosa de los Monteros hay perlas. No están dentro de unas ostras, ni están sumergidas en el mar, sino a 1.500 metros de altitud y ocultas bajo tierra. Pero también son una joya a su modo, se llaman pisolitas y en el mundo de la espeleología son conocidas como «la perla de las cavernas».
Un equipo de Espeleofoto, colectivo de fotógrafos que centra su actividad en mostrar el mundo subterráneo a través de fotografías de cuevas, simas y minas, encontró hace un par de semanas unas pisolitas en una cueva cercana a la estación de esquí de Lunada, en las inmediaciones del pico Castro Valnera.
El hallazgo de estas perlas no es algo inédito en el norte de la provincia, pues se conocen otros ejemplos (aunque pocos)en las inmediaciones de estos valles pasiegos, pero la singularidad de este caso reside en la excepcional belleza y en la perfección de estas formaciones de calcita.
Roberto F. García, de Espeleofoto, explica que él conoció la torca en 1998 y desde entonces no había regresado. Recordaba vagamente estas pisolitas, y ahora gracias a los modernos equipos de fotografía han difundido las imágenes (colgadas en su comunidad de Facebook) ha podido captarlas y difundirlas mejor que nunca.
Para llegar a la cueva tuvieron que descender varias verticales hasta llegar al nivel de la roca arenisca, un estrato de aspecto marrón negruzco, por donde circula un pequeño regato en verano.
A partir de este punto, y al igual que la morfología de otras cuevas de la zona, la gruta continúa en pasajes que inicialmente son amplios pero que progresivamente se van estrechando hasta hacer necesario el gateo en ciertos tramos, y siempre ganando profundidad. Hasta que a unos 250 metros por debajo de la altura de la boca de entrada se toparon con las pisolitas, con un tamaño que llega a los 2 centímetros de diámetro y que en sus condiciones ideales de humedad y temperatura se conservan de manera casi perfecta.
Wikipedia describe a estas perlas de las cavernas como «un tipo de espeleotema de goteo y flujo» que se generan por la acumulación de finas capas de calcita alrededor de un núcleo constituido por cualquier material, que se encuentra parcial o completamente sumergido en agua». La saturación del líquido elemento permite que el depósito se produzca igual en todas direcciones, y la vibración del propio goteo de la cueva facilita que no se apelmacen, provocando el efecto final de pequeñas bolitas blancas aglutinadas en torno a lo que se conoce como «nido».
Máximo respeto. García, que atesora muchos años de experiencia en cuevas y ha formado parte de los grupos Edelweiss y Niphargus (varios componentes de este último formaron parte de la ‘expedición’ que ha redescubierto las pisolitas, recuerda que «estas perlas carecen de valor fuera de su medio natural, pues una vez extraídas al exterior pierden su brillo y prestancia, al igual que sucede con otros espeleotemas (formaciones que se originan dentro de las grutas). Por ello, es muy importante tener un máximo respeto y simplemente contemplarlos, para que también lo puedan hacer las generaciones venideras».
Por esa razón, para proteger el tesoro que allí se guarda, prefiere que no se haga público el nombre de la torca donde las encontraron. Nunca se sabe quién puede adentrarse allí, en qué condiciones y con qué intenciones. No sería la primera vez que estas perlas de las cavernas son víctimas de la absurda codicia de quien no puede conformarse con contemplar la naturaleza donde mejor está, que es en su propio ambiente.