El día que cambió nuestras vidas amaneció con un sol radiante que anunciaba la inminente irrupción de la primavera. Como ayer. De las ramas de los plátanos del Espolón amenazaban con brotar las primeras hojas y en la Plaza Mayor el tradicional tiovivo aguardaba impaciente la llegada de los niños. Como ayer. Pero a aquel 15 de marzo de 2020 le faltaba algo imprescindible para ser una jornada normal: la vida.
La ciudad lucía vacía, como el escenario de una película de temática apocalíptica. En la calle reinaba el temor y la incertidumbre ante lo desconocido. Fue el día 1 de un encierro que debía durar dos semanas y, al final, se alargó más de tres meses. Tres años después, Burgos luce resucitada. Casi como si no hubiera existido un virus que paralizó el mundo entero.
Hagamos un ejercicio visual. Miremos las fotografías del primer día de encierro y coloquémonos en el mismo punto donde se tomaron. Pero cuidado, que los coches ya no brillan por su ausencia. No se queden mucho rato mirando al Cid en mitad de la plaza. No está solo. La ciudad se mueve. Y de qué manera. Cada vez con más prisas. Como si nada hubiera pasado. Pero pasó. «Recuerdo que me levanté pronto y miré por la ventana. No había nadie. Pero es que antes de comer tampoco. Y después, tampoco. De vez en cuando un coche de Policía, pero nada más. Daba miedo», cuenta Juan, vecino de la calle Vitoria, principal arteria de la capital burgalesa.
(Reportaje completo, en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)