La sombra burgalesa de Himmler

R. Pérez Barredo / Burgos
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El arqueólogo burgalés Julio Martínez Santa Olalla fue el cicerone del jefe de las SS durante su visita a España hace ahora 75 años

Cuando Himmler puso un pie en España, hace ahora 75 años, la mano derecha del Führer tenía claro quién sería su guía por los territorios de la vieja Iberia. El arqueólogo burgalés Julio Martínez Santa Olalla era más que conocido del Reichführer: en los círculos científicos de la Alemania nazi, a la sazón controlados por él, eran celebradas las tesis arqueológicas del burgalés, empeñado en la ‘arianización’ de España por los celtas que casi negaba o anulaba la presencia e impacto de la civilización ibera en la Península. Además, a ambos les seducían las doctrinas esotéricas. Y nadie más amigo de lo oculto en aquella Alemania esquizofrénica que el jefe de las SS.Así las cosas, Himmler visitó España del brazo de Santa Olalla, quien además hablaba perfectamente la lengua germánica, ya que había residido allí entre 1927 y 1931 merced a unas becas. En ese periodo, el historiador burgalés había asimilado conceptos de la Escuela Alemana de Arqueología, considerada en aquellos años la más prestigiosa del mundo, que estaba dirigida por los profesores H. Weinert y Gustaf Kossinna, cuyas teorías indoeuropeas influyeron mucho en él. Ya lo había hecho el director de algunos de sus trabajos, el paleontólogo alemán Hugo Obermaier, pero aquella experiencia en Alemania le marcó, incrementando su germanofilia.

Aunque regresó a España para establecerse en Madrid, obteniendo años después la cátedra de Historia del Arte en la Universidad de Santiago de Compostela, el arqueólogo burgalés no perdió contacto con Alemania. Más al contrario, y centrado como estaba en sostener la arianización de España por el pueblocelta, estableció una estrecha relación con Das Ahnenerbe (Comunidad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral), considerada en los años 30 la más avanzada institución en estudios antropológicos sobre los pueblos indogermánicos, que había sido creada por el propio Himmler. Una institución que no era sino una tapadera para desarrollar investigaciones mucho más oscuras, todas relacionadas y encaminadas a sostener que la aria era una raza superior, la más pura y perfecta.

«Los objetivos de la sociedad eran fundamentalmente tres: investigar el alcance territorial y el espíritu de la raza germánica, rescatar y restituir las tradiciones alemanas, y difundir la cultura tradicional alemana entre la población», explica  José Lesta en su libro El enigma nazi (Edaf). Del estudio del antiguo alfabeto rúnico, fundamental para comprender la simbología nazi, hasta las más peregrinas expediciones (sus científicos viajaron al Tíbet o a Brasil, en la creencia de que en ambos territorios habría podido surgir una raza antecesora de la germana), pasando por la búsqueda del Santo Grial (enésima obsesión de Hitler y los suyos), esta institución se convirtió en un instrumento más del III Reich. Tanto que algunas de sus acciones fueron consideradas en Núremberg como crímenes contra la humanidad. Himmler no visitó España hace 75 años por otra cuestión que no fuera esa búsqueda incesante de los orígenes arios. No en vano, en manos de Santa Olalla había en ese momento sendos proyectos que motivaron su interés: uno. el yacimiento visigótico de Castiltierra, en Segovia; el otro se locaziba en las Canarias, donde ciertas crónicas históricas hablaban de sus aborígenes como de seres altos, rubios y de ojos claros, posiblemente descendientes de los habitantes de la Atlántida.

Convertido en el máximo responsable de la arqueología española, Santa Olalla, falangista de primera hora, fue el cicerone de Himmler, con quien visitó algunas excavaciones, así como Monserrat, Burgos, Toledo, El Escorial,El Prado y el Museo Arqueológico Nacional. «Santa Olalla interpretó la prehistoria organizándola a partir del Neolítico conforme a un modelo difusionista, desde el Mediterráneo Oriental, modelo al que son superpuestos, durante el Bronce Final y el Hierro, tanto la cultura de los campos de urnas como los celtas, considerados como indoeuropeos o arios, hasta completar la completa arianizacion de España. Hasta ahí llegó Santa Olalla y no más. Por motivos coyunturales le interesaba la ayuda de los alemanes, pero ni por un momento comulgó con ninguna desviación de tipo racista, ni mucho menos con las disparatadas teorías pseudocientíficas del esoterismo nacionalsocialista, como la lucha entre el fuego y el hielo, el universo cóncavo y otras locuras parecidas. Pero es comprensible que sus ideas sobre los pueblos indogermanos y su influencia en España fueran vistas con simpatía por los alemanes», dice el historiador Cristóbal Vera.

Regreso a Alemania

IntimaronSanta Olalla y Himmler. Tanto, que sólo dos meses más tarde, el arqueólogo burgalés recibió una invitación personal del Reichführer para viajar a Alemania y estudiar con los miembros de Das Ahnenerbe las vías de colaboración con la Comisaría General de Excavaciones y las actividades arqueológicas de Falange. La primera gran cooperación, según ha recogido en su estudio Las relaciones entre los arqueólogos españoles y la Alemania nazi (1939-1945) Francisco Gracia, del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Barcelona, fue la intervención en la necrópolis visigoda de Castiltierra. Santa Olalla viajó a Berlín con todos los restos hallados con el fin de analizarlos en las dependencias de la siniestra institución alemana, «con lo que los ajuares iniciaron una dispersión que aún continúa en la actualidad».En aquellos meses, tomó parte en diversos actos científicos y llegó a pronunciar la conferencia ‘Indoeuropeización de España en el primer milenario pre-cristiano’. Según Gracia, el tono científico tornó en político cuando, al responder al discurso de bienvenida, «Santa Olalla abogó por demostrar las bases de la inteligencia en el terreno científico, acentuando y hablando ampliamente de la significación de la ingente lucha contra el comunismo internacional, cuya primera batalla ganóse en España y cuya segunda batalla se riñe y gana en los campos de Rusia, ocupando los falangistas puesto de honor en la División Azul».

El aqueólogo burgalés invitó a los científicos de Das Ahnenerbe a la campaña del año siguiente en el yacimiento de Castiltierra, invitación declinada porque la mayoría del equipo se hallaba ocupado saqueando en los territorios invadidos de Rusia. Fue tal la influencia de Santa Olalla, que el ministro Arrese quiso crear en España una institución similar a la nazi y dependiente de Falange. Para Gracia, «Falange hubiera controlado las bases ideológicas de la prehistoria y la arqueología españolas, pudiendo modelar en beneficio propio y del régimen los resultados de los proyectos de investigación y las intervenciones arqueológicas, en un proceso similar al que los hombres de Himmler desarrollaban en Alemania».Santa Olalla llegó a recibir la Encomienda con la Placa de la Orden Imperial del Águila Alemana. Aunque en los años siguientes las excavaciones inspiradas por la ‘arianización’ -en Levante, Andalucía, norte de África e incluso Guinea- se sucedieron, la inminente derrota alemana en la II Guerra Mundial restó fuerza e influencia al burgalés.

Pero mientras pudo no perdió el contacto con Das Ahnenerbe a través de la embajada de Alemania. «Santa Olalla permanecería fiel a sus corresponsales alemanes más allá del cambio de sentido de la guerra, lo que enconaría aún más su posición de aislamiento respecto a la clase dirigente de la arqueología española que le consideraba poco más que un intruso en la vacante cátedra de Historia Primitiva del Hombre en la Universidad de Madrid desempeñada por Hugo Obermaier hasta 1936, y recelaba de su poder omnímodo en la Comisaría General de Excavaciones», apostilla Gracia.

A finales de los años 50 Santa Olalla abandonó la Comisaría General de Excavaciones. Hacía más de una década que aquella institución que tanto había admirado había pasado por Núremberg acusada del tráfico de seres humanos destinados a los más oscutos experimentos científicos.