«Nuestra vacuna tiene ventajas sobre las que hay ahora»

G.G.U.
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Isabel Sola Gurpegui es codirectora del laboratorio especializado en coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, que suma más de 30 años de investigación en el tema

Isabel Sola Gurpegui - Foto: DB

Cuenta Isabel Sola que hace no tanto tiempo, a comienzos del verano de 2019, su equipo quedó fuera de una convocatoria porque vinieron a decirles que a quién le importaban los coronavirus frente a virus como el del ébola. La pandemia ha evidenciado el porqué de la importancia de la ciencia básica y aplicada que se desarrolla desde hace décadas en el laboratorio que esta doctora en Biología Molecular, investigadora puntera y experta en coronavirus codirige junto a Luis Enjuanes. 

¿En esta pandemia ha habido más cooperación o competencia?
Ha habido mucha cooperación y eso es lo que ha permitido que haya grandes avances en conocimiento y en vacunas. Y, de alguna forma, la competencia ha estado presente. Pero la competencia puede verse en su forma negativa o en la positiva, en el sentido de que cuando ves que alguien avanza en una dirección y que si sigues ese camino puedes llegar a un punto, te sirve como aliciente para promover un avance. 

¿La falta de vacunas en muchos países del mundo es fruto del exceso de competencia o nada que ver?
En la distribución de las vacunas entran cuestiones políticas y económicas y, desde luego, es una asignatura pendiente. Y no solo por solidaridad, sino porque para vencer a la pandemia la inmunidad tiene que llegar a toda la población. Ahí no hemos estado a la altura.

¿Por qué se dedicó a los coronavirus, que le llamó la atención?
Empecé un poco por casualidad. Cuando hice la tesis, en los noventa, casi nadie sabía de los coronavirus y  yo tampoco. Entonces, los que más preocupaban eran los que afectaban a animales, porque las infecciones eran un problema en las ganaderías; los coronavirus humanos eran los de los resfriados, que no eran problema. Nosotros trabajábamos en una ciencia básica, en la que estudias mecanismos que tiene el virus para replicarse y causar enfermedad y luego le dabas un interés aplicado hacia la búsqueda de antivirales, vacunas... En 2002 aparecieron los primeros coronavirus humanos mortales, como el SARS, y la percepción cambió. Empezaron a ser preocupantes desde el punto de vista de la salud humana porque podían causar muertes y epidemias o incluso pandemias, pero luego el interés decayó: se vio que no mataba a tanta gente y desapareció la financiación, pero nosotros seguimos.

Afortunadamente.
Afortunadamente, sí. El primer SARS provocó una epidemia bastante limitada, hubo 8.000 infecciones y unas 800 muertes, pero enseguida se identificó al animal que lo transmitía, se sacrificaron todas las civetas y como no daba infecciones asintomáticas, era sencillo aislar a los infectados y evitar la diseminación. La mortalidad era bastante más alta que ahora, pero la epidemia se controló en unos meses. Luego llegó el MERS, que sigue siendo una amenaza y que la OMS tiene entre los prioritarios a investigar, porque mata al 30% de las personas a las que infecta. Se transmite de camellos a humanos y lo bueno es que de persona a persona se transmite mal, así que aunque lleva vivo desde 2012 y ha causado unas 2.500 infecciones y unas 800 muertes, no ha adquirido la capacidad de contagiarse bien entre humanos. Pero si lo hiciera, se podría convertir en epidemia o pandemia, con la agravante de que la mortalidad es la más alta de todos los coronavirus conocidos. Así que es un virus en el que también trabajamos, porque hay que conocer al enemigo y preparar armas a medida; no puedes ignorarlo pensando que está limitado a Oriente Medio.

¿Qué han aprendido del SARS-CoV-2, qué le diferencia de los otros?
Este virus tiene habilidades que los otros no, como transmitirse súper eficientemente incluso con infecciones leves y dar una variedad de síntomas que van mucho más allá de la afección pulmonar en los casos más graves. Los otros coronavirus mortales se limitaban al pulmón, causaban neumonías muy severas que pueden llegar a provocar la muerte. Pero con todos los millones de contagios de SARS-CoV-2 que ha habido hemos descubierto cosas que nunca antes se habían visto en coronavirus; efectos neurológicos, el covid persistente... Y su número de genes muy similar al de los otros. Entonces, para un virólogo, encontrar las diferencias que le han permitido convertirse en pandémico es algo fascinante.

En esta pandemia se ha repetido que hay más dudas que certezas, ¿en qué momento estamos ahora, hay todavía mucho margen de sorpresa?
Nuestro laboratorio lleva treinta y tantos años trabajando en coronavirus y, a pesar de todo lo que sabemos, no conocemos todo de lo que hace este virus ni cómo lo consigue. Sabemos que tiene un mensaje de 30.000 letras, pero desconocemos mucho de lo que hace una vez que entra en nuestra célula y cómo manipula para multiplicarse y dar lugar a los síntomas y a la transmisión. El camino por recorrer aún es largo.

Con el conocimiento que le dan más de treinta años de estudio, ¿cómo cree que va a evolucionar la pandemia? ¿Habrá subidas y bajadas como en los dos últimos años o irá hacia algo más estacional, como la gripe?
Predecir el futuro es complicado. Dependerá de lo que vaya a durar la inmunidad. La posición es mantenerla lo más potente que podamos y eso se consigue con reinfecciones y revacunaciones que ayuden a reforzarla, sobre todo en mayores y en personas vulnerables por salud. Y, por otro lado, hay que quitarle al virus las posibilidades de que cambie como quiera; algo que se consigue extendiendo la inmunidad, generalizando la vacunación para que el virus, que estamos seguros de que va a seguir circulando, tenga menos opciones para mutar y darnos sorpresas negativas.

¿En qué fase está la vacuna contra la covid en la que trabaja su grupo?
Estamos en etapa pre-clínica. Seguimos dos estrategias de formulación, aunque el núcleo es el mismo: un RNA que se autorreplica, que lleva varios antígenos del virus y no solo la proteína de la espícula, pero lo podemos presentar en forma de partículas que recuerdan al virus o de forma completamente sintética, con nanopartículas, algo parecido a lo que hacen Moderna o Pfizer. El camino en el que tenemos más experiencia es en el de las partículas que recuerdan al virus, que está más adelantado porque hemos comprobado en animales que las vacunas protegen al 100% y da una muy buena inmunidad. Pero una de las características de nuestra vacuna es la administración intranasal, que es la que proporciona mejor inmunidad, porque es la esterilizante. Pero también sabemos que para eso va a ser más complicado conseguir autorizaciones, porque vamos a tener que demostrar que esa forma más novedosa es segura. Ahí aún hay mucho trabajo por hacer. Entonces, seguimos por esa vía, que es en la que más creemos, pero también en la vía intramuscular, que es la que todo el mundo utiliza. Esperamos que este año podamos acercarnos mucho más a la posibilidad de hacer ensayos en humanos

¿La forma de administración es, entonces, la principal característica diferencial con respecto a las vacunas que ya se están usando?
Es una de ellas, pero hay otras dos que tienen que ver con la esencia de la vacuna. Nosotros nos comparamos con una vacuna de RNA, como la de Pfizer o la de Moderna. Con respecto a estas dos, lo que tenemos de novedoso es que nuestro RNA tiene capacidad de multiplicarse a sí mismo y cuando entra en la célula, se replica miles de veces y amplifica la cantidad de antígeno que va al sistema inmune. Así, la producción y el coste son menores porque necesitas menos cantidad de RNA. La segunda gran diferencia es que, de momento, todas las vacunas que hay juegan todo a la carta única de la proteína de la espícula, que sabemos que es fundamental para dar anticuerpos neutralizantes, pero no llevan ningún otro elemento del virus y nuestra vacuna sí. Lleva otras del virus que se sabe que no son las más importantes para dar anticuerpos pero sí para proporcionar inmunidad celular, que es la que se sostiene más en el tiempo. Y una inmunidad más amplia, como la que daría nuestra vacuna, es más resistente a los cambios del virus, que cuando muta, cambia mucho en la proteína de la espícula. Pero si tu inmunidad puede reconocer la proteína de la espícula y también otros elementos del virus que cambian menos, resiste mejor.

¿Qué papel pueden tener las vacunas españolas para la covid cuando en parte del mundo ya hay mucha población con la pauta completa e incluso refuerzo?
No sabemos si el virus que va a convivir con nosotros nos va a obligar a seguir vacunándonos, sobre todo a los más vulnerables. En ese caso, necesitaremos refuerzos y cuanto mejores sean esas vacunas, mejor. Y cuánto más dure la inmunidad, también. Y si además es como la nuestra, que pretende ser intranasal y proteger no solo de la enfermedad, sino también del contagio, eso es muy importante para la transmisión del virus. Si tiene más dificultad, cambiará menos y eso nos dará más seguridad. Nuestra vacuna tiene ventajas que la colocan muy por delante de las que hay ahora y, por lo tanto, tiene potencial para esta pandemia. Pero siempre hay que pensar en prepararse para lo que pueda suceder y cualquier avance que haga la ciencia ahora estará ahí para el futuro. Esperemos no verlo nosotros, pero no sabemos cuándo puede aparecer otro coronavirus. 

Si la vacuna en la que trabajan logra frenar la transmisión, ¿sería factible pensar en la erradicación del virus como ya ha sucedido con la poliomielitis o la viruela?
Una vacuna esterilizante limita la transmisión y los contagios, pero un coronavirus como este no va a desaparecer. La poliomielitis todavía no está erradicada, pero la viruela sí porque cumplía unos requisitos que este virus no. Con la viruela se disponía de una vacuna muy efectiva y para este virus también tenemos, pero, a diferencia de la viruela, el coronavirus sí causa infecciones asintomáticas y se mueve sin que lo podamos registrar. Este virus está en la naturaleza y puede haber reemergencias, cosa que no ocurre con la viruela, que solo se contagia entre humanos. El coronavirus cambia y lo hemos visto, mientras que el virus de la viruela no... Pensar en la erradicación del SARS-CoV-2 de la faz de la tierra no es realista, porque tiene características que hacen que eso no vaya a ser posible. Pero sí es posible llegar a un equilibrio, en el que el impacto en nuestra vida esté muy limitado.