Su insistencia le ha llevado, incluso, a ser motejada como ‘la tía columpios’ por una colega algo molesta por ver cómo Azucena Santillán sigue día tras día, desde hace casi un año, no solo publicando artículos científicos en los que cuestiona la utilidad de tener los parques infantiles cerrados para detener la pandemia sino apelando a todas las autoridades y las asociaciones de madres y padres para que no quede cerrado un solo espacio de juegos al aire libre. Pero ella, como ha ocurrido tantas veces, le ha dado la vuelta a este calificativo que quiso ser ridiculizante y se siente orgullosa de habérselo ganado por pelear contra una medida que, según explica, «ya no tiene ningún sentido y ha entrado dentro de las acciones que se denominan teatro pandémico».
Considera que en su día, en los primeros meses de la pandemia, fue una decisión oportuna teniendo en cuenta lo que se sabía entonces y el hecho de que se trataba de una acción que dio sensación de seguridad a una población que estaba atenazada por el miedo y el desconocimiento. Pero ahora, Santillán afirma que no sirve de nada: «En verano comenzaron a publicarse los primeros estudios que avalaban que el contagio se producía, sobre todo, por aerosoles, por lo que era importante favorecer las actividades al aire libre para limitar la transmisión y las medidas que no iban en ese sentido se empezaban a mostrar no solo como ineficaces e ineficientes, es decir, que no eran rentables, como la fumigación a diario con cloro, sino también injustas con los niños -porque vimos muchas veces a los adultos sentados en una terraza mientras los pequeños veían los juegos infantiles precintados- y que tenía muchas diferencias de clase ya que los pequeños que viven en urbanizaciones cerradas con juegos nunca tuvieron estas restricciones».
En otoño empezó su ‘batalla’ en la red social Twitter con el hastag ‘Quecorraelaire’ y de principios del mes de octubre data su primera apelación al alcalde, Daniel de la Rosa, a que abriera los parques, también en ese mismo foro, pero sin respuesta alguna. En este medio nos hicimos eco de aquella campaña recogiendo también la opinión en el mismo sentido de otros profesionales sanitarios como el pediatra burgalés Carmelo Gutiérrez que afirmaba que no tenía sentido «que no pudieran columpiarse y sí sentarse en un banco», o el salubrista vallisoletano Ignacio Rosell que explicaba que la prohibición podía generar el efecto contraproducente de incrementar el contacto en interiores, como alternativa. «Una cosa son posibles aglomeraciones -eso me parece bien, con ciertos aforos- y otra prohibir los parques infantiles», decía entonces.
De forma paralela Azucena Santillán comenzó a publicar con otros compañeros artículos y cartas en diferentes publicaciones científicas. En Enfermería 21 afirmaba: «Esta medida pudo estar justificada en marzo, pero tras meses de investigación y ampliación del conocimiento científico deja de estarlo, ya que ha quedado demostrado que el contagio a través de fómites en circunstancias normales es bastante menor del que inicialmente se pensaba. Esto unido a que hay indicios para pensar que la luz solar inactiva al virus, teje un argumentario a favor de mantener los parques infantiles abiertos».
En noviembre, con la arquitecta burgalesa Inés Fernández Canas publicó Arquitecturas, pandemias y espacios al aire libre en la revista RqR Enfermería Comunitaria donde hacían un recorrido sobre cómo los diseños urbanísticos pueden influir en la salud: «Desde un punto de vista salubrista podemos considerar ciudades saludables aquellas que favorecen los entornos naturales y que, por tanto, tienen en cuenta de manera efectiva el medio ambiente en el desarrollo de los espacios públicos. Es aquí donde las enfermeras deben recordar la interrelación de medio ambiente, salud y enfermería, ya que resulta necesaria para la contextualización de la salud global».
En diciembre del año pasado Daniel de la Rosa la convoca a una reunión en el Ayuntamiento para escuchar su argumentación de primera mano: «Me dijo que entendía lo que yo explicaba y que su intención era abrir los parques pero que la normativa de la Junta le obligaba a desinfectarlos, lo que suponía cerca de 80.000 euros y que, en todo caso, era una decisión que tenía que tomar el Pleno». Allí se aprobó por unanimidad y Santillán agradece este comportamiento por parte de la clase política, «al alcalde por escuchar y al resto de los concejales por apoyarlo».
Mientras se sustanciaban estas gestiones municipales publicó un nuevo artículo, Es hora de aceptar que el SARS-CoV-2 se transmite por aerosoles y actuar en consecuencia, en la revista Index de Enfermería conjuntamente con María Cruz Minguillón y Aurelio Tobías, ambos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del CSIC, y José L. Jiménez, del departamento de Química y CIRES de la Universidad de Colorado (EEUU): «Las medidas deben ir dirigidas a reducir la emisión y la exposición. Lo primero se consigue con el uso correcto de mascarilla y la reducción del volumen al hablar. Lo segundo se consigue también con la mascarilla, priorizando las actividades al aire libre».
Finalmente, el pasado 22 de diciembre se abrieron los parques infantiles en Burgos y desde el Ayuntamiento se ha pedido en varias ocasiones a la Junta que se elimine la obligatoriedad de limpiar y desinfectar a diario parques y zonas deportivas de uso público que se encuentran al aire libre, dado el «perjuicio económico» que supone. Hasta ahora sin respuesta.
Todas estas acciones llegaron a oídos de colegas de Santillán en otras provincias y la revista del Colegio de Enfermería de Santander publicó un artículo con el que se ha hecho presión al ayuntamiento de esa ciudad, que abrió los parques. En Granada, la enfermera burgalesa se puso en contacto con una plataforma de familias que perseguían el mismo objetivo y tras la publicación del artículo Desafortunado cierre de parques infantiles durante la pandemia COVID-19 en Granada en la revista científica del colegio profesional de esa provincia por parte de Santillán y otras colegas de Málaga y Sevilla, el ayuntamiento acaba de dar la luz verde para que se abran. Y a raíz de su intervención sobre este asunto en el 32 Congreso de Asociación Nacional de Directivos Enfermería, «una enfermera llevo estos documentos al ayuntamiento de Meco (Madrid) y consiguió que se abrieran allí los parques».
En la actualidad, está a la espera de publicar un estudio sobre la percepción de los padres en cuanto al impacto que el cierre de los parques públicos ha tenido en los niños: «Nos ha impresionado el eco que ha tenido la encuesta: en menos de una semana obtuvimos más de tres mil respuestas y más de 800 comentarios en las observaciones de las que hemos hecho un análisis cualitativo. La mayoría hace referencia a lo innecesario e injusto de la medida».