Fue pionero en los préstamos a sus vasallos mediante las arcas de limosna y fundó el Hospital de la Vera Cruz, que se mantuvo en activo hasta el año 1963
La larga saga de los Velasco forjó buena parte de la historia de Castilla y llegó a atesorar solo en el norte de España casi un centenar de casas fuerte, torres y posesiones. Uno de sus integrantes, Pedro II Fernández de Velasco, nacido en 1401 puede ser considerado como «el más medinés de todos los Velasco», a juicio de César Alonso de Porres, autor del libro El Buen Conde de Haro. Don Pedro Fernández de Velasco (II). Apuntes biográficos. Testamento y codicilos. Si bien no se sabe donde nació, si que vivió la mayor parte de su vida en la ciudad de Medina, donde murió en 1470 en el mismo Hospital de la Vera Cruz que fundó décadas atrás.
De su legado en la ciudad quedan la gran reforma que costeó en el monasterio de Santa Clara, que su antecesor, Sancho Sánchez de Velasco había fundado en 1313 para 24 monjas de velo prieto; el aumento de la dotación del antiguo Hospital de la Misericordia, ubicado junto al monasterio de las clarisas;o la fundación del Hospital de la Vera Cruz que mantuvo su labor asistencial hasta 1963. Pero si algo es destacado del primer Conde de Haro merecedor del apelativo de Buen Conde de Haro, es que creó las arcas de limosnas, unos micropréstamos con los que sus vasallos podían esquivar la usura de judíos y prestamistas y que están en los albores de lo que en el futuro iban a ser los montes de piedad.
Una bula papal de 1431 concedió licencia al conde para poner en marcha las arcas de limosnas que perseguían el doble objetivo de luchar contra «el pecado detestable de la usura» y de promover «el socorro a los menesterosos». La dotación inicial de 11.560 florines de oro de cuño en Aragón con que los dotó se repartieron entre las parroquias de Santa Cruz, en Medina de Pomar; Santa María, de Briviesca; San Llorente, de Villadiego; Santa Ana, de Herrera de Pisuerga;Santa María, de Salas de los Infantes; Santa María, de Belorado; Arnedo;Grisaleña; y Huerta de Abajo. Los préstamos se daban sin interés, pero con avales o prendas y había que devolverlos en un plazo no superior a un año.
Hijo de Juan de Velasco, Camarero Mayor de los reyes de Castilla, y María de Solier, Pedro II Fernández de Velasco, «era hombre agudo y de buen entendimiento», según Hernando del Pulgar, uno de sus contemporáneos. A ello añadió en sus crónicas que El Buen Conde de Haro «aprendió letras latinas y se daba al estudio de las crónicas y a saber hechos pasados», pero que también le gustaba «comunicarse con personas religiosas y hombres sabios». Fue un noble influyente en la corte del rey Juan II y de Enrique IV de Castilla, aunque también tuvo etapas de infortunios con la casa real. Se casó con Beatriz Manrique, tía del conocido poeta Jorge Manrique, y tuvo ocho hijos. Su primogénito, Pedro III Fernández de Velasco, llegó a ocupar el cargo de Condestable de Castilla durante el reinado de los Reyes Católicos y está enterrado en el magnífico sepulcro de los Condestables en la catedral burgalesa. Su abuelo, Pedro I Fernández de Velasco, mandó comenzar a construir el Alcázar de los Condestables, el castillo medinés que modela su imagen desde la Edad Media y donde El Buen Conde de Haro residía durante las largas temporadas que pasaba en Medina de Pomar.
Retiro humilde
Se quedó huérfano a los 17 años en 1418 y a esa edad heredó el mayorazgo de la familia de los Fernández de Velasco. En 1419 fue confirmado como Merino Mayor de la Merindad de Castilla Vieja, a pesar de la protesta de los alcaldes y en 1420 como Camarero Mayor del rey Juan II. Fueron muchas sus tareas en la corte, pero llaman la atención las que tenían como fin ayudar a los más desfavorecidos. Al Hospital de la Misericordia le aumentó su dotación en 1433. En él se podía acoger a diez hombres y diez mujeres, pobres ancianos y vecinos de la villa de Medina de Pomar. De los 2.500 maravedíes anuales con que contaba, el Buen Conde de Haro subió la asignación a 5.003. En 1437 y 1438 ya hay documentos relativos al Hospital de la Vera Cruz que él fundó, pero entonces ya vivían algunos pobres entre sus muros, también contiguos a Santa Clara. Hasta 38 pobres podía recoger este hospital, según el testamento dejado por el fundador.
En este hospital, además de cuidarse de las necesidades básicas de los acogidos, el benefactor habilitó una biblioteca inicialmente de 81 volúmenes para que pudiesen disfrutar también de la cultura. Años más tarde, él también la utilizó, dado que pasó aproximadamente los últimos diez años de su vida en este hospital compartiendo techo, vida y reglamento con los más desfavorecidos. Algunos lo consideran una extravagancia y otros lo vinculan a su profunda condición religiosa. En cualquier caso, fue una decisión valiente y poco común para un hombre que conocía la riqueza en su máxima expresión, pero que, sobre todo, fue rico en valores humanos.