Caña es una de las palabras más abundantes en el vocabulario de Benjamín Álvarez Furones. Caña en el sentido de intensidad, exigencia y velocidad. Su expresión ha sido y es una especie de mantra para sus pupilos. La siguen a rajatabla y les da resultados. La disciplina es esencial en el método de este entrenador zamorano afincado en Burgos desde hace 35 años. Una disciplina conjugada con una buena dosis de psicología para propiciar un ambiente acogedor, casi familiar.
Actualmente está el Grupo del Río pero siempre ha existido un grupo de amigos. «Se dice que damos mucha caña por mi formación militar y que soy duro, pero yo les digo a esos chavales que se acerquen y verán que no es tanto como dicen», afirma.
Benjamín Álvarez Furones tuvo su primer contacto con el deporte cuando cumplía el Servicio Militar en Salamanca. «Había que hacer un equipo de cross, me hicieron una prueba y me metieron en el equipo. Así empecé», recuerda. Estaba en la Unidad de Transmisiones como operador de radio y telefonía y el deporte le eximía de esas labores. Además fue conociendo a gente aficionada al deporte y «decidí quedarme en el Ejército».
«Pienso que sin querer transmites tu formación militar a los chavales. Soy firme defensor de la disciplina, pero bien entendida;no espartana», confirma. Un método que se complementa con un buen entorno. «El tema emocional es clave. Es importante que los chicos permanezcan en su hábitat natural. A la mayoría, cuando se alejan acaban fracasando. Juan Carlos Higuero solo hay uno», proclama. En este sentido piensa en atletas burgaleses que van a centros de alto rendimiento, donde «eligen a los mejores y el resto se queda; además el trato es despersonalizado».
Pone de ejemplo la situación de hace cuatro años cuando emigraron algunos:Dani Arce y Álvaro González, a León; Tomás Tajadura y Lidia Campo, a Soria. «Es lógico les llamaban todos los días y les contaban cuentos de hadas, pero no todo es oro; el 98% es fracaso, pero eso no se dice», apunta. No se considera contrario a los centros de alto rendimiento ni un antisistema aunque recalca que «no estoy de acuerdo con determinados criterios de algunos técnicos de la Federación Española».
Pero aquella ‘huida’ fue un punto de inflexión. Regresaron y nació el Grupo del Río, donde los buenos resultados son el pan de cada día y el futuro se augura exitoso.
Ejército. Ha cumplido los 70 años y de momento no piensa poner fin a la actividad deportiva. Como militar está en la reserva y como entrenador sigue al pie del cañón en San Amaro.
Benjamín Álvarez Furones aprobó el curso de sargento en la Academia de Ingenieros en Hoyo de Manzanares (Madrid) en 1974 y adquirió mayor responsabilidad en el grupo de deportistas. Atletismo, natación, orientación, zapador anfibio, pentatlón, tiro, buceador de asalto, entre otras fueron las disciplinas que dirigía en el área de deportes hasta que en 1977 asumió la responsabilidad de toda la unidad. Bajo su mando, el equipo de la Región Militar de Valladolid obtuvo muy buenos resultados en los Nacionales. Su vida profesional transcurrió muy implicada en el deporte.
Con el ascenso a brigada (1985) tuvo que elegir destino. «No había vacante en Salamanca y a Valladolid, aunque mi mujer María Luisa es de allí, no queríamos ir. Así que nos decidimos por Burgos». Su destino fue la Compañía Regional de Transmisiones en Castrillo del Val y al principio estuvo en actividades al margen del deporte, aunque siguió trabajando con atletas. Recuerda con especial cariño a Antonio García Moya (Albacete) y José Ángel Hidalgo (Zamora).
Apenas unos meses estuvo alejado del deporte en el Ejército. Su buen hacer en Salamanca pronto llegó a Burgos. El coronel Juventino Calvo, presidente del área de Educación Física de la Región Pirenáica Occidental, con sede en Burgos, le fichó y le puso al frente del equipo. Burgos nunca había destacado y Benjamín captó a soldados del País Vasco, Navarra y Cantabria, que «estaban haciendo atletismo. Fuimos a Toledo y conseguimos la medalla de bronce Nacional», destaca con orgullo.
Campos de Castilla. Conocía las mieles del triunfo y la recompensa del esfuerzo y decidió trasladar sus conocimientos y experiencia a los jóvenes burgaleses, al margen del Ejército. El 31 de mayo de 1991 creó la Escuela Campos de Castilla con otros militares y teniendo el boca a boca como transmisor empezó a trabajar con una veintena de chavales. Fue el origen de una pletórica historia del atletismo burgalés.
Los niños y niñas de los colegios se apuntaban al Campos y pronto llegaron los triunfos. «La primer medalla fue la de Manuel Sagredo. Logró oro en 600 en el Nacional de pista cubierta en San Sebastián», detalla. Sagredo mostró el camino, que poco después emprendieron otros muchos jóvenes, entre los que destaca Diego Escolar, Diego Ibáñez, Diego Ruiz, Tomás Tajadura, Alvar Campo, José Ángel Hidalgo y Beatriz Maillos. «Con Ibáñez y Tajadura subimos a Primera División», rememora aunque admite que «no llevo la cuenta de las medallas».
Benjamín tiene en José Vallejo su mano derecha. Es el máximo responsable de la cantera y su trabajo con los cadetes cristaliza con un buen número de mínimas nacionales. Es un hacedor de campeones en su tierra adoptiva. «Nuestro grupo choca porque esto no existe a nivel nacional», confirma con orgullo.