Sin Segovia no luna», rezaba uno de los emblemas en que se apoyó la sólida candidatura de la ciudad del Acueducto para convertirse en Capital Europea de la Cultura en 2016. El eslogan depuraba hasta su esencia la dedicatoria que en 1974 el ingeniero alemán de la NASA Wernher von Braun (diseñador del Saturno V, el cohete que propulsó el Apolo 11, que llevó al hombre a la Luna en 1969) estampó en el libro de oro del Mesón de Cándido: «Sin Segovia no Isabel la Católica, sin Isabel no Cristóbal Colón, sin Colón no América, sin América no Luna».
Esa reflexión alude a la controvertida proclamación de Isabel I de Castilla como Reina en la capital segoviana el 13 de diciembre de 1474, años antes de que se convirtiera en mecenas del almirante que rompió las fronteras del mundo conocido. Pero la relación de Isabel con Segovia comenzó antes, cuando su hermano mayor, Enrique IV, decidió trasladarla a ella y a su hermano Alfonso a la Corte en Madrid, durante los últimos meses del embarazo de su mujer, Juana de Portugal. En febrero de 1462 nacía la primogénita del rey, doña Juana (apodada la Beltraneja por las dudas sobre su paternidad), de quien Isabel sería madrina y con la cual acabaría enfrentada por sus aspiraciones sucesorias.
Tras su paso por Madrid, Isabel «fue conociendo el reino aunque la mayor parte del tiempo residió en Segovia y Aranda», según explica la catedrática de Historia Medieval Isabel del Val en la publicación ‘Isabel la Católica, Reina de Castilla’. En Segovia «tuvo la oportunidad de escuchar diferentes argumentos que animan la discusión político-religiosa sobre los conversos y la sinceridad de su fe».
Para recordar las contradicciones sociales que se vivían en aquellos años, hoy es obligada una visita al Centro Didáctico de la Judería, un espacio ubicado en la antigua casa de Abraham Seneor, que muestra la historia de los sefardíes de la ciudad. La cultura judía, la historia, religión, lengua y filosofía del judaísmo renacen en este centro que rememora los tiempos de la aljama segoviana, que tras el decreto de expulsión de los judíos dictado por los Reyes Católicos en 1492 pasó a denominarse Barrio Nuevo.
En el Palacio Real de San Martín (un colosal monumento que ocupaba toda una manzana, del que hoy se conservan escasos restos en el Museo Esteban Vicente) se fijó de nuevo la residencia de Isabel tras la Sentencia de Medina del Campo, sellada a comienzos de 1465 y por la cual la hermana del rey se instaló nuevamente en Segovia a principios del año siguiente, junto a su mayordomo y contador Gonzalo Chacón.
Como detalla Rafael Cantalejo, director del Archivo Municipal de Segovia desde 1980, «toda la dinastía Trastámara tuvo tradicionalmente mucha relación con Segovia. Aunque la Corte era itinerante, durante el reinado de Enrique IV pasaron largas temporadas en Segovia». No en vano, Juan II regaló a su hijo el señorío de Segovia en 1440, consciente de su predilección por estas tierras.
La coronación. Un año después de sellar la Concordia de Guisando, que ponía la paz entre Isabel y su hermano Enrique, el matrimonio celebrado en secreto en 1469 entre Isabel y Fernando despertó la cólera del rey, que en octubre de 1470 anunció la ruptura del pacto y proclamó a su hija Juana como legítima heredera de la corona. Tras años de tensiones, la reconciliación llegó en la Navidad de 1473, cuando Isabel decide trasladarse indefinidamente a Segovia para mantener un contacto directo con su hermano e intentar ganarse de nuevo su beneplácito, algo que nunca logró. Sin embargo, la decisión de establecerse en Segovia acabó valiéndole el apoyo de amplios sectores indecisos, que acabarían brindándole su respaldo cuando el monarca falleció el 11 de diciembre de 1474.
El archivero segoviano Mariano Grau descubrió hace 57 años el acta de proclamación de Isabel como Reina el 13 de diciembre de 1474, un documento que originalmente fue redactado por el escribano del Concejo segoviano Pedro García de la Torre. El texto primigenio despareció tras ser enviado por la Reina para demostrar su proclamación y ayudar a su consejera y amiga Beatriz de Bobadilla en un pleito, pero un hijo de aquel escribano se ocupó de transcribirlo palabra a palabra un lustro después, y ése es el documento que ahora se conserva.
En él se narra cómo, tras el fallecimiento del rey, el Concejo de Segovia le presentó a Isabel una petición para que confirmase los privilegios y libertades de la ciudad, algo que ella aceptó bajo juramento, antes de ser reconocida como Reina de Castilla por los clérigos y caballeros presentes. «Como era y es notorio, el rey don Enrique falleció sin dejar hijo ni hija legítimos herederos que hereden estos reinos, por lo cual la señora Reina, como su hermana legítima y universal heredera, debía sucederle y le sucedía en estos reinos de Castilla y de León, y debía reinar en ellos. Pues en Segovia se hallaba su alteza, aquí debía ser según las leyes de estos reinos recibida y obedecida como Reina y señora de ellos», atestigua el documento que se leyó en su presencia a las puertas de la antigua Iglesia de San Miguel, antes de que ella accediera al templo para rezar y hacer entrega del pendón real.
En la fachada de la actual Iglesia de San Miguel, ubicada a escasos metros de donde se encontraba el templo original, una placa recuerda aquel momento, que concluyó con la nueva reina desplazándose a caballo entre vítores del pueblo hasta el Alcázar, donde fue recibida por el alcaide Andrés de Cabrera, que le hizo entrega simbólica de la fortaleza que hasta entonces había sido la residencia habitual del rey.
Aquel recorrido fue recreado el 11 de septiembre de 2004 en las calles de la localidad con la actriz Silvia Marsó interpretando a la nueva reina y 400 voluntarios dando color a la puesta en escena. El espectáculo se completó con un mercado medieval, actuaciones musicales y de teatro.
El coloso imprescindible. Majestuoso y señorial, dominando el entorno desde lo más alto del cerro que rodea la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, el Alcázar fue una de las residencias predilectas de los reyes castellanos durante toda la Edad Media. Desde su construcción en el siglo XII hasta que Felipe II instaló la Corte en Madrid en 1561 fue residencia real, y en sus dependencias se han vivido momentos decisivos de la historia.
Allí trabaja desde hace doce años como guía Teresa Cunillera, contratada por Diagonal TV como asesora histórica para el rodaje de la serie ‘Isabel’. Con entusiasmo y una gran sonrisa, ella es una de las profesionales que se ocupan de mostrar a los turistas los secretos de la fortaleza, y confiesa que la repercusión mediática de la serie ha despertado el interés de nuevas generaciones por la figura de Isabel.
«Los de la serie vinieron a buscar localizaciones y cuando preguntaron por alguien que les pudiera ayudar en el rodaje les hablaron de mí. Por mi trabajo me gusta mucho estudiar, y he disfrutado muchísimo con esa tarea. Aparte de los grandes acontecimientos históricos y políticos, que son el armazón de la historia, siempre me ha atraído mucho cómo podía ser la vida cotidiana en aquella época, y durante el rodaje siempre había que tomar decisiones sobre cosas a las que en principio no prestamos importancia. Se trata casi de una labor antropológica, porque el equipo de la serie ya había contado con un equipo de historiadores durante la preparación del guion. Mi labor fue documentar a departamentos como vestuario o atrezo con imágenes e informes», detalla.
Cunillera ya se ha comprometido para continuar con su labor de asesora para la segunda temporada, que se comenzará a rodar en febrero, y hasta que llegue ese momento sigue derrochando entusiasmo al acompañar a cuantos turistas se acercan al Alcázar, para revelarles los secretos de dependencias como la Sala del Trono del Solio, donde se exhibe un retrato de Isabel realizado por Luis de Madrazo en el siglo XIX (pertenece a la colección de reyes encargada por Isabel II) y dos tronos bajo dosel de principios del XX donde aparece el blasón de los Reyes Católicos y su divisa: ‘Tanto monta’.
La guía aclara el error popular que relaciona ese emblema con el reparto de igualdad ante el ejercicio de poder que presidió su reinado, y subraya que su procedencia remite a tiempos de Alejandro Magno y la anécdota del nudo gordiano: un campesino de la Anatolia tenía a sus bueyes atados al yugo con unas cuerdas anudadas de una forma irresoluble, y la leyenda decía que quien lograra deshacer ese nudo acabaría conquistando Oriente; cuando llegó a oídos del rey de Macedonia, que acababa de hacerse con esas tierras, éste rebanó el nudo con su espada y pronunció la frase «tanto monta cortar como desatar», algo así como «da lo mismo cortarlo que desatarlo», ya que todo vale con tal de lograr el objetivo.
«Isabel y el propio Enrique IV se repartían entre el Alcázar y el Palacio Real de San Martín durante sus estancias en Segovia», destaca Cunillera. Las referencias a Isabel son múltiples a lo largo del Alcázar. Así, la pared de Poniente de la Sala de la Galera está cubierta por un mural realizado hace medio siglo por Carlos Muñoz de Pablos, y la Sala de las Piñas la utilizaba como despacho personal Enrique IV. La espectacular Sala de los Reyes también cuenta en su artesonado con las esculturas de los Reyes Católicos, recreadas de acuerdo con documentos de la época después del incendio que en 1862 arrasó el Alcázar. Frente a la fortaleza se emplazaba entonces la Catedral, donde Fernando fue proclamado rey el 2 de enero de 1475. Ese templo, fechado en el siglo XII, fue sustituido por la actual Seo, que se comenzó a construir en 1525 por orden de Carlos I en la Plaza Mayor.
Como reflejó el historiador toledano Hernando del Pulgar, contemporáneo de la reina, el 15 de enero de 1475 se suscribió en el Palacio de San Martín la Concordia de Segovia, donde los Reyes Católicos delimitaban sus respectivas competencias y garantizaban la futura gobernabilidad de sus respectivos reinos, y en el verano del año siguiente la reina Isabel regresaría a esa estancia tras el nombramiento de su primogénita como princesa de Asturias, si bien a partir de entonces los monarcas prefirieron alojarse en el Alcázar. La reina no volvería a la ciudad hasta el 10 de agosto de 1503, buscando nuevos aires para su ya quebrantada salud, residiendo en esta ocasión en sus aposentos del Monasterio Jerónimo de Santa María del Parral y del Convento de Santa Cruz la Real hasta el 26 de noviembre del mismo año, cuando se despidió definitivamente de Segovia.
Mecenas musical. El segoviano Víctor de Lama de la Cruz, experto en poesía cancioneril medieval castellana y profesor en la Complutense, subraya la intensa afición que la Reina profesó hacia las disciplinas artísticas. «Fue una gran protectora de las artes y letras en muchos aspectos; no sólo de la poesía, sino también de la música como instrumento para la evangelización. A las canciones populares se les añadía letra religiosa para conseguir que el mensaje calara más en el pueblo. Durante su reinado llegaron a España artistas tapiceros de Flandes, pintores, arquitectos, músicos y escribanos de toda Europa», detalla.
En ese aspecto redunda la catedrática Del Val, que subraya la «inclinación isabelina hacia el saber, su curiosidad intelectual y su gusto por los libros. Por otra parte, su afición a la música y el baile explican el elevado número de músicos que la acompañan de manera estable, así como el grupo de danza integrado por portugueses que la acompañaba». La monarca «empleaba la música con diversos fines: para ensalzar y dar magnificencia al culto divino, pero también para realzar el poder y la pompa de la realeza».
Doctorado con una tesis sobre el Cancionero musical de la Catedral de Segovia, en la que recibió asesoramiento del filólogo zamorano José Fradejas Lebrero, De Lama destaca que en su primer viaje a Castilla, en 1501 junto a su esposa Juana, Felipe el Hermoso «llegó acompañado por un amplio cortejo en el que se encontraba su capilla musical, integrada por músicos flamencos con un repertorio tremendamente rico».
En esa publicación, Lama analiza la capilla musical de la Reina, formada por entre 16 y 20 cantores y entre 15 y 25 mozos de capilla, todos ellos seleccionados «en las mismas tierras de Castilla». «Cuando murió Isabel en 1504, según Marineo Sículo, había en su capilla 30 cantores, entre los cuales había varios compositores de polifonía. La cifra de cantores se había duplicado en quince años». Además, recalca la constante preocupación de los Reyes Católicos por la educación musical de sus hijos.
El pasado 13 de diciembre, la concejala de Patrimonio Histórico y Turismo de Segovia, Claudia de Santos, presentó una nueva ruta que a partir del 13 de enero recorrerá el patrimonio tangible e intangible del paso de la reina Isabel por Segovia. Durante dos horas y media, todos los domingos se organizará el recorrido que comenzará a los pies del Acueducto, para dirigirse por la calle San Juan hacia la Casa de las Cadenas, en su día Casa de los Cabrera-Bobadilla.
La antigua ceca de Enrique IV, la plaza de la reina doña Juana de Avis (segunda esposa de Enrique IV), la plaza de San Martín (donde se encontraba el antiguo palacio del rey y se ubicaba su corte), el barrio de la Judería segoviana, la Iglesia de San Miguel y el interior del Alcázar serán algunos de los espacios donde se detendrá la ruta.