Reír es vivir

ALMUDENA SANZ
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Los burgaleses habituales en Payasos Sin Fronteras se suman a la campaña #Sonrisavirus, con la que la ONG reivindica el valor de este gesto en tiempos de crisis e insta a pintarla sobre las mascarillas

Los payasos burgaleses que se adhieren a la campaña son, de arriba a abajo, de i. a d, Javier Rey, Javier Ariza, Quique Méndez, Álex Britos, Alicia Benito, Las Pituister, Kike Sebastián, Isabel Alonso, Fernando Ballesteros, Verónica Alcácer y Alba Sa

La niña berreaba. Quería subir a los columpios, pero el parque seguía precintado. Su mamá estaba desesperada. No había quien la moviera de la cinta policial que delimitaba el cuerpo del delito. Pasó por allí un señor, llevaba una mascarilla, pero no era como las demás. Era blanca, sí. Pero a él se le veía una gran risa roja, divertida, enorme, tanto que no podía ser suya. La pequeña paró de llorar. Bastó una mueca de esa sonrisa con patas para que su atención virara de objetivo, su cara se relajara y jajajajaja

Esta escena es inventada, pero cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Son los superpoderes de la risa. En Payasos Sin Fronteras los conocen bien. Son testigos de ellos desde el año 1993 y en situaciones dramáticas como guerras, desastres naturales y otras catástrofes. Ahora, los ven a la vuelta de la esquina. Sus narices rojas se han topado de bruces con la pandemia del coronavirus y para trasladar un mensaje de optimismo y de esperanza lanzan la campaña #Sonrisavirus, que abrazan los integrantes burgaleses de esta ONG. Basta con dibujar una sonrisa encima de la mascarilla para unirse a este movimiento que ondea la risa como el arma verdaderamente eficaz que sentenció Mark Twain. También contra un enemigo invisible como es la covid-19.

«Queremos reivindicar el valor de la risa. Se presenta una vez más como un elemento vital que puede devolver la esperanza al ser humano. Tal vez la risa sea la acción más pequeña que más cosas grandes pueda provocar y en estos tiempos volvemos a apelar al humor para relativizar el dolor y el sufrimiento y sentirnos más protegidos, más unidos y más humanos», resume Quique Méndez como portavoz de la gran familia de Payasos Sin Fronteras que existe en Burgos, una de las provincias españolas con más representación, que ha testado personalmente esos superpoderes. «Yo he sacado mi sonrisavirus a la calle y la gente se ríe de mí, o conmigo, o de la máscara», sentencia feliz de sanar a sus vecinos, aunque su actividad laboral esté parada hasta que se reactive la cultura. Uno es payaso siempre. 

Ni él ni sus compañeros quieren que la pandemia los robe el cargamento de risas del que siempre disponen. Porque, entre otras cosas, saben que es un elemento curativo. «Hemos viajado a muchos lugares del mundo y hemos visto a personas que lo han perdido todo, incluso la dignidad, y han vuelto a vivir gracias a la risa», observa y recuerda que los artistas locales han participado en más de 30 expediciones en Palestina, Kosovo, Líbano, Haití, Chiapas, Sáhara, Guinea Ecuatorial, Namibia, Etiopía, Sierra Leona, Colombia, Jordania, Ucrania... 

Conocen los distintos colores del sufrimiento y saben que sus narices rojas son «armas de construcción masiva» e invitan a sus vecinos burgaleses a disparar sonrisas, mascarilla mediante. «La población burgalesa siempre nos ha apoyado mucho y queremos que se una a nosotros en esta iniciativa. Necesitamos su ayuda, sus aplausos y sus risas», insta Méndez, que recuerda la siempre entusiasta respuesta de la gente, cuando la taquilla de las Noches de Humor de San Pedro se destinaban a la ONG, en el brindis solidario que cada Navidad se hacía en el Royal y La Parrilla, los encuentros en La Playa o las galas en La Parrala. Cada uno puede ya elegir la suya.