No hay sitio para vosotros. No en Burgos. No en El Plantío. Arrastrasteis por los suelos el nombre del club que decís amar. Si alguno en esta ciudad sentía alguna simpatía por el Málaga CF, ese que toda España animó en la Champions aquella temporada 2012/13 con Isco, Joaquín, Pellegrini y compañía, probablemente el sábado la perdió.

No estuvisteis a la altura de su escudo. Vuestros cánticos haciendo apología del nazismo mancharon de odio la pelota y, aunque sé que es injusto generalizar, el tufo racista que dejasteis quedó impregnado en la camiseta de vuestro equipo y se esparció como una peste por las orillas del Arlanzón. Y lo siento. Me da pena. Me entristece saber que recorristeis casi ochocientos kilómetros solo para desplegar vuestro desprecio, para demostrar vuestra ignorancia. Porque el fútbol es otra cosa. El deporte es otra cosa. 

Es el vermú con los amigos antes del partido, el saludo en los aledaños cada 15 días, la tertulia de después; es el abrazo en el gol, el jaleo en el córner y el lamento en el fallo; es creer contra todo pronóstico; es juntar miles de almas en El Plantío en el día más gélido. Y helados de frío aguantar un poco más para ovacionar al equipo. Eso es el deporte. Subir a Oviedo de blanquinegro y acabar bebiendo sidras con la afición local; bajar a Extremadura y tomar Don Benito sin molestar; conquistar Madrid o Vitoria como azulón y acabar haciendo la conga en su estadio. Así entendemos el deporte en Burgos. Como una fiesta. Sin inquinas, sin peleas, sin amenazas. Vuestro odio no tiene sitio aquí. Por favor, no volváis.