El último indiano

I.P.
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Victoriano Martínez rememora en el libro 'En busca de un sueño' los años de su familia en la República Dominicana, donde emigró en 1955. Los donativos irán a ayudar a una niña sordomuda en el país caribeño

Martínez de Pablo muestra el libro que relata los años de su familia en Vallejuelo. - Foto: Alberto Rodrigo

Apenas tenía 10 años cuando Victoriano Martínez de Pablo, el tercero de seis hermanos, comenzaba una aventura que ahora, 65 años después, narra en el libro En busca de un sueño, y que ya está en prácticamente todos los hogares de su pueblo Pradoluengo, donde le presentó el domingo, apenas cuatro días después de llegar de Tampa, en el estado de Florida (EEUU) donde reside con su  mujer desde 1975, acompañado de su hermano Félix. El libro, además de un documento sobre el movimiento migratorio digno de elogio, es ante todo la historia de la familia, de sus vicisitudes, de sus luchas y, en definitiva, una historia de superación. 

Los donativos que se obtengan en Pradoluengo -el libro aquí no se vende, se regala- tienen un fin solidario, como es ayudar a Samantha Aimont, una niña sordomuda de un orfanato de Vallejuelo, que precisa de unos aparatos que le ayudarán a mejorar su vida. Y es que esa vena solidaria hace a esta familia particular y muy querida, tanto en Pradoluengo como en el país donde emigraron, y a donde suelen mandar a menudo ropa, calzado y juguetes para la población rural. Victoriano presume, y no sin razón, de haber equipado al equipo de fútbol de la antigua colonia.

Era un día de otoño de 1955, frío seguramente en la villa textil, cuando la familia maleta a cuestas -y poco más- y seis churumbeles, partía a 'hacer las Américas'. Una década antes ya habían emigrado otras familias del pueblo, como de tanto otros del país a Argentina, Venezuela, Chile, Puerto Rico... Los Martínez de Pablo lo hacía a la República Dominicana y no iban solos, con ellos partían otras seis y una decena de solteros -a éstos se les ofrecía 150 pesos por casarse con una dominicana-; todo decididos a probar suerte al otro lado del Atlántico. El destino no era casualidad, un año antes, en 1954 se había firmado un tratado entre los jefes de Estado de ambos países, Francisco Franco y Rafael Leónidas Trujillo, con el objetivo de incentivar la inmigración blanca, fundamentalmente en zonas rurales para impulsar su desarrollo agrícola.

Al margen de que, finalmente, esas políticas fueron más un fracaso que un éxito, los cierto es que atrajeron el interés de miles y miles de españoles que aquí tampoco venía futuro en una etapa de postguerra y, como en el caso de Félix Martínez -natural de Riocabado de la Sierra, pero que se instaló en Pradoluengo tras casarse con  Melchora de Pablo-, con tantas bocas que alimentar. En la villa textil, el patriarca se dedicaba al negocio de la compra de lana, recorriendo los pueblos de la sierra, y haciendo también algo de labranza. 

Pradoluengo, pueblo con gente emprendedora históricamente, los vio partir y desde la Coruña a bordo del Auriga y tras una travesía de 18 días, a ratos emocionante y otro  problemática, llegaron a la República Dominicana. Su destino fue una pequeña colonia Vallejuelo, donde les dieron tierras para cultivas, 50 tareas -menos de las acordadas, que podía llegar hasta las 500- y casa, y ahí comenzó su nueva vida. Victoriano recuerda que  fue más frustrante que esperanzadora, porque apenas había agua para regar los campos, ni en casa, como tampoco luz, pero el tesón de su padre hizo que siguieran adelante y sacaran su explotación con buenos rendimientos, gracias a un mayúsculo esfuerzo de la familia. 

No todas lo soportaron y al poco regresaron a España o marcharon a otros lugares. Si habían renunciado a su Pradoluengo, ahora los Martínez de Pablo venía como sus amigos también los dejaban 'huerfanos'. Pero no se rindieron, como no lo hicieron posteriormente ninguno de sus miembro, cuyos hijos fueron buscando su propio destino. En la República Dominicana permanecieron 15 años, en esa primera etapa de 8 años en Vallejuelo, y después se trasladaron a Barahona; tras 15 años en el país, se mudan a Puerto Rico, y finalmente, con 30 años, Victoriano recala en Tampa, y con varios hermanos montan un negocio de construcción de viviendas residenciales.   

En esos años, fundamentalmente los de la etapa de Vallejuelo, se centra el libro, una historia conmovedora por lo que respecta a sus vivencias, pero también muy bien documentada en otros aspectos históricos, de la propia inmigración y los proyectos agrícolas, no en vano Victoriano ha ido recopilando en los últimos años información en el Archivo General de la Nación, en la capital del país caribeño.

¿Y por qué el libro? Él mismo se lo pregunta también. Siempre le ha gustado escribir y tenía algunos texto. En el año 2005, Victoriano, su madre, hermanos y varios sobrinos viajaron a Vallejuelo donde se había organizado una celebración del 50 aniversario de aquella llegada masiva en 1955. Allí  leyó esos escritos, y repartió copias de los mismos. Fue entonces cuando mucha gente le persuadió de dar forma a esos documentos, de aunar esas vivencias en un libro. Y así lo ha hecho con la inestimable ayuda de amigos -sobre todo menciona a Merceditas Porras-, y del propio director general del Archivo General de la Nacional. Hoy, aquel sueño de 1955 se da por cumplido, y más aún tras presentar el libro en Pradoluengo, donde Victoriano, tras jubilarse, pasa varios meses en verano.