Cuando en el año 2015 en el Hospital Universitario de Burgos comenzaron a utilizarse los entonces novedosísimos tratamientos contra la hepatitis C -el más conocido fue el de nombre comercial Sovaldi- que hacía que los pacientes se curaran en apenas 12 semanas y sin efectos secundarios de una enfermedad crónica y degenerativa que puede terminar en cirrosis o cáncer de hígado, los profesionales no daban crédito. Digestólogos e internistas vivieron ese momento como algo espectacular y es aún hoy el día en el que quienes se dedican a estas especialidades siguen impresionados por la rapidez de la curación y la emoción que les transmiten muchos de sus pacientes cuando reciben el alta. Sobre todo quienes vivieron los años anteriores de tratamiento con interferón, que no era adecuado para todos los enfermos, que producía graves e invalidantes efectos secundarios y que no alcanzaba un 60% de curación.
Judith Gómez, coordinadora de la Unidad de Hepatología 'Federico Sáez-Royuela' que se encuentra dentro del servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU), lo recuerda bien: "Con el interferón lo pasaban fatal, tenían fiebre, dolores musculares, mucho cansancio, algunos problemas psiquiátricos como depresión... tal era así que cuando ahora les hablamos de los nuevos tratamientos hay algunos reticentes porque dicen que no quieren volver a pasar por ello y les explicamos que lo de ahora no tiene nada que ver".
Se refiere a la medicación con la que se ha conseguido en esta unidad un 98,7% de curación en el conjunto de las 455 personas a las que se ha puesto en tratamiento, un número importante al que quieren sumar aún a más personas. Porque se calcula que hay algo más de un 20% de la población que tienen hepatitis C y que no lo sabe y otro porcentaje desconocido de personas que sí están diagnosticadas pero no tratadas ni curadas. En este grupo son mayoría quienes por diferentes razones no tienen un fácil acceso al sistema sanitario -personas sin techo, inmigrantes sin papeles- pero también incluye a pacientes psiquiátricos que en su día no fueron puestos en tratamiento con interferón porque provocaba graves efectos secundarios (también se excluía por esta razón a los mayores de 65) y otras personas que por causas diversas no acuden al médico.
"Sabemos que hay gente que no conoce que existen nuevos medicamentos e incluso médicos que ignoran que estos tratamientos se pueden indicar a personas con patologías psiquiátricas o que están tomando otra medicación, y por esta razón hemos abierto varios frentes para buscar activamente a estas personas con hepatitis C a las que se puede curar", añadió la digestóloga Ester Badía.
Así, y en la línea de las indicaciones de la Sociedad Española para el Estudio del Hígado, que establece que la mayoría de pacientes infectados están en un rango de edad entre los 40 y los 69 años y que es oportuno que tengan al menos una determinación del anticuerpo del virus C en sangre, las profesionales de la unidad están acudiendo ya a los centros de salud a llevar esta información, que también han desarrollado en una sesión general que se celebró para todos los servicios del HUBU y en reuniones con algunos en concreto como Traumatología.
Otro de los frentes para estas especialistas es el de las personas en los márgenes. Para ello han empezado a trabajar con el Centro de Atención a Drogodependientes (CAD) de Cruz Roja, que ya les ha derivado 16 pacientes, y con el centro penitenciario. Los presos, que fueron uno de los colectivos que cuando se produjo la ‘revolución Sovaldi’ se quedaron fuera de los tratamientos, ya tienen el mismo acceso a la medicación que el resto de los afectados y son atendidos también por la Unidad de Hepatología. El próximo mes de febrero, además, las médicas se van a reunir con entidades sociales que trabajan con personas con adicciones, sin techo e inmigrantes sin papeles, para ofrecerles también el diagnóstico y tratamiento de la hepatitis C: "Les vamos a hablar del programa de gota seca, es decir, que cualquier persona, sin que sea sanitaria, puede tomar una muestra de sangre en un cartón y enviarla al laboratorio", indicó la también digestóloga Aída Puebla.
Son varias las razones de la búsqueda activa que han iniciado estas especialistas. La hepatitis C -recuerda la doctora Cristina Fernández- es un problema de salud pública sobre el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elaborado una estrategia que propone alcanzar su eliminación en el año 2030 reduciendo un 90% las nuevas infecciones, poniendo en tratamiento al 80% de los afectados y reduciendo un 65% las tasas de mortalidad: "España lidera este trabajo y si todo va según las previsiones podremos ser el segundo país, después de Islandia, en lograr su eliminación en 2024".
La hepatitis C es una enfermedad que afecta al hígado y que está provocada por un virus (VHC) que se transmite por las siguientes vías: compartir material punzante o realizar tatuajes o piercings con instrumentos sin esterilizar, haber recibido una transfusión sanguínea antes de 1992 o tener contacto sexual sin protección. Se trata de una patología que es crónica, grave e invalidante porque a la larga puede provocar cáncer hepático ya que aunque el virus se encuentra principalmente en la sangre también infecta a células del hígado, donde provoca inflamación y la aparición de tejido cicatrizado que se llama fibrosis cuando es más leve y cirrosis cuando es más grave.
A juicio de estas expertas es importante diagnosticarla cuando aún no ha dado síntomas porque al quitar el virus no aparecerá ni, por tanto, habrá afectación en los órganos: "Se trata de una patología que evoluciona muy lentamente, a lo largo de entre treinta y cuarenta años aunque hay algunos factores como el alcoholismo, la obesidad u otras infecciones que la pueden acelerar; por eso, si se detecta y se trata la persona evitará problemas posteriores". Además, insisten, también es bueno para el sistema porque es coste-efectivo, es decir, que ahorra recursos ya que las intervenciones (cirugías, trasplantes ingresos) que se producen por la enfermedad son muy caras.
Por otro lado, las hepatólogas ponen en valor el trabajo de la Enfermería en su unidad. Es la enfermera Visi Gozalo la que hace a los pacientes la prueba denominada elastografía de transición (y que los pacientes conocen como ‘fibroscán’ por el nombre comercial del aparato) para conocer cuál es el estado de su hígado y si tienen fibrosis y cuánta. También está a su disposición a través del teléfono por si tienen alguna duda una vez que tienen instaurado el tratamiento por las médicas y quien les organiza el papeleo para la farmacia del hospital ya que la medicación solo se puede conseguir allí.
La pauta que siguen los pacientes es la toma de medicación durante doce semanas seguidas (los fármacos que se prescriben en función de las necesidades de cada uno son Epclusa, Maviret y Vosevi) y una revisión a los tres meses. Tras este tiempo, la hepatitis C queda curada, como ya se ha dicho, en el 98,7% de los casos y se produce el alta. Solo las personas que tienen afectado el hígado de alguna manera seguirán vinculadas a la unidad y serán sometidas a revisiones periódicas.