La cita es en la estación de tren a una tan poco romántica hora como son las diez de la mañana. Ninguna de las partes está nerviosa. No, aparentemente. Cuando los periodistas llegan a la cafetería de Rosa de Lima Manzano, los políticos ya están sentados en una mesa. No hace falta que lleven una rosa en la solapa ni un libro de Machado en la mano. Esto no es una cita a ciegas. Los candidatos al Congreso por Burgos ya saben lo que les toca en los próximos días. A los saludos en mercadillos, reparto de globos, mítines con líderes de relumbrón ante afiliados convencidos y sonrisas a propios y extraños se suman los encuentros con los medios de comunicación. Es lunes y ellos creen que no, pero su agenda saltará por los aires. Las dos o tres horas en que se iban a resolver las fotos y la exposición de propuestas sobre los temas en manos de Madrid que afectan a la provincia se convierten en una mañana entera. Al final, en el momento vermú (que será a la hora de la comida), sin cámaras ni grabadoras, alguno hasta dará las gracias por la oportunidad de tomarse un vino sin prisas charlando con gente de la calle. Pero eso será pasadas las dos de la tarde. Ahora el encuentro acaba de empezar.
Tras los besos, los apretones de manos y un primer café, los políticos se envaran y ponen su mejor sonrisa. Las cabezas de lista al Congreso por Burgos del Partido Socialista, Esther Peña; Partido Popular, Sandra Moneo; Unidas Podemos, Lola Martín-Albo; Ciudadanos, Aurora Nacarino-Brabo; y Vox, Javier Martínez, posan en la puerta de la estación, escenario del cuento de nunca acabar en que se ha convertido la llegada del AVEa la capital burgalesa.
Eso quieren ilustrar las fotos. Las historias que afectan a Burgos a las que Madrid se resiste a escribir un fin. Y la cosa va sobre raíles.Otra de las prioridades que se está alargando como un mal culebrón es la reapertura del Directo Madrid-Aranda-Burgos. Hasta el desmantelado paso por Sarracín llegan los cinco aspirantes a escaño para la segunda foto de la jornada.
Y por la España vaciada sigue la excursión. Por sus imponentes paisajes y por unas carreteras que parecen más caminos; por sus pueblos coronados por unas llamativas iglesias y unas calles sin gente. Hasta llegar a Quintanalara, al pueblo de apenas 30 habitantes que hace tres años acaparó la atención de toda España por abrir una biblioteca con miles de volúmenes.
En su puerta, los vecinos, encabezados por el alcalde, Rubén Heras, esperan a sus posibles representantes. Los cinco se sientan donde antaño hacían noche los pobres para exponer sus propuestas respecto a cuatro grandes temas que afectan a la provincia: la alargada sombra de la despoblación; las infraestructuras iniciadas y no finalizadas, prometidas y no empezadas y defendidas y no puestas en marcha; el desarrollo económico e industrial; y la, siempre última de la fila, cultura (y patrimonio).
Lo hacen durante algo más de una hora. Antes de levantar la sesión, ya todos ateridos de frío, el mandatario pedáneo, que rige el destino de la localidad bajo las siglas de Izquierda Unida, pone la guinda a esta mañana de lunes en Tierra de Lara con una última pregunta: ¿Cuál es la estrategia de cara al mantenimiento o anulación de las pedanías?
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