Si la excepción confirma la regla, hay obras que no solo no se paran en estos tiempos difíciles sino que algunas incluso crecen en tamaño y ambición. Eso sí, sin prisas. Así va a ocurrir con el palacio de Carlos V que ocupa la parte sur del monasterio de Fresdelval, que el próximo año afrontará un proyecto de restauración más ambicioso que el inicialmente proyectado.
La familia Sanz-Rubert, propietarios de este inmueble histórico del siglo XVI que fue de la orden de los Jerónimos y donde se llegó a plantear el retiro del emperador antes de que se decidiera por Yuste, ha presentado ante el Ayuntamiento de Burgos licencia para rehabilitar no solo la parte noble del conjunto, sino también unas antiguas caballerizas y otro pabellón situado en el extremo oriental de la parcela.
El objetivo es ampliar el abanico de usos propuestos, que no se quedaría en el pequeño museo y fundación cultural inicialmente previstos, tal y como explican los hermanos Félix y Gerardo Sanz-Rubert, sino que se añadiría un uso hostelero en el que tendría cabida la celebración de eventos privados (por ejemplo, para bodas).
Después de más de 10 años de estudio sobre el conjunto monumental y sus posibilidades, el proyecto del estudio de arquitectura AU permitiría crear nuevos espacios, generar luces y recuperar el esplendor en zonas como las viejas cuadras que prácticamente están en ruinas, y todo ello a cambio de una inversión que desde los 100.000 euros presupuestarios antes de la ampliación ahora rondaría los 500.000 según las estimaciones de los dueños.
Puesto que Fresdelval es un Bien de Interés Cultural, cualquier modificación que le afecte debe contar con el visto bueno de la Comisión Territorial de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, y este trámite se superó a finales de septiembre cuando el organismo dio su visto bueno al cambio que se pretende acometer en la escalera principal del palacio. Ahora falta el visto bueno del Consistorio, y cuando esté listo los propietarios calculan que a lo largo de 2013, cuando acabe el invierno, comenzarían unas obras previstas para unos 12 meses «aunque sin prisas, porque en cualquier restauración sabemos que surgen sorpresas que podrían ralentizar o hacernos modificar alguno de nuestros planes», admiten Gerardo y Félix.
AL DETALLE. Mientras llegan los últimos permisos, los hermanos Sanz-Rubert se ilusiona con las posibilidades de una propiedad que han disfrutado desde su infancia pero que en los últimos años había entrado en una fase de decadencia y abandono que hacían temer por su conservación. Ahora se esmeran en detalles como las baldosas que utilizarán para recrear el enlosado original, los artesonados que han descubierto al limpiar los techos o los entramados de madera que sujetan los muros y que también han salido a la luz durante las catas para comprobar el estado del edificio.
Menos claro parece el futuro del Monasterio, una propiedad compartida con otra familia catalana, una constructora local y Cajacírculo. Los aprovechamientos urbanísticos que debían financiar su recuperación están pendientes de aprobarse y, con la situación actual del mercado inmobiliario, será imposible que a corto plazo puedan costear los millones necesarios para recuperar esta joya.