«No tiré el chalé por venganza al no recibir herencia, sino porque no quiero que se le recuerde. No tiene derecho a nada; es un traidor». Son las palabras del hombre que hace unos días mandó derribar en Castrillo el chalé que su tío, Sixto Gómez, ha dejado en herencia al Ayuntamiento para que se convierta en la Casa de Cultura del pueblo, una decisión que su sobrino considera «hipócrita» y que alega a base de pruebas, mostrando unas cartas de su tío en las que escribe barbaridades de la gente de Castrillo y que enviaba a su hermano Felipe cuando este vivía en Alemania. Literalmente, las misivas recogen frases como que «aquí no se puede vivir, es todo una mierda y tienes enfrente a gente que son como una pared», además de un sinfín de insultos.
Por estos motivos, entre otros, su sobrino considera que no tiene ningún derecho a que se le recuerde. «Lo único que quiero es que desaparezcan sus cosas. Una persona que ha hecho tanto daño a su familia y a su pueblo no se lo merece», comenta el hombre, que reconoce que tomó la decisión de derribar el chalet de su tío, que murió en junio del año pasado, por ser la «fórmula menos mala».
«No había otra opción mejor, tenía que ser así. Estoy encantado y yo aún no he agredido a nadie. Intentaré demostrar, aunque las leyes vayan en contra de mi, y si tengo que ir a la cárcel, iré. Asumo lo que he hecho», señala el sobrino, que considera que la casa de su tío «no es propiedad del Ayuntamiento, sino que se encuentra en un limbo hasta que el abogado como albacea ante el notario se lo entregue a sus propietarios el 13 de junio». Será a partir de ese día cuando haga las alegaciones pertinentes al testamento de su tío.
Tras haber hablado con el alcalde y éste explicarle que lo único que podía hacer era impugnar el testamento ya que no existía otra posibilidad porque aunque renunciaran al legado éste no necesariamente acabaría en manos de los familiares, al sobrino, como él mismo explica, se le «calentó la cabeza» y el jueves cuatro de abril una máquina que había contratado comenzó a tirar la casa. «Lo estuve pensando durante un día y llegué a la conclusión de que lo mejor era contratar una excavadora y echar las cuatro paredes abajo. Al final sólo pudo tirar una porque el alcalde apareció para paralizar a la máquina», explica el hombre, que reconoce que no es lo correcto, pero si lo menos malo de lo que podía haber pasado.
Sabiendo que incumplía las normas, decidió, como afirma, saltárselas a la torera. «No podía pedir un permiso de obra, porque quien lo autoriza es el alcalde y no podía enterarse de mis intenciones. El asunto es sólo mío, alguien tenía que tomar una decisión y hacer algo, y he sido yo. Estoy enfadado con mi tío, por hipócrita. Me molesta que la gente comente frases como qué bueno ha sido Sixto cuando en realidad hablaba tan mal de la gente del pueblo, lo que pasa es que tenía otra cara, era amable, iba de mandamás, invitaba a vinos... Quiero que se conozca su historia, que abandonó a su pueblo y estuvo catorce años sin venir y que nos tiene a todos martirizados. Lo único que ansío es que mi familia deje de sufrir por todo esto. Está fastidiando a todos y a sus descendientes. A ver si alguno más se atreve a hablar, que me resulta vergonzoso tener que confesar esto públicamente».
Problemas anteriores. Los problemas familiares entre Sixto Gómez y sus hermanos, como cuenta su sobrino, no suceden a raíz de su muerte, sino que tienen un origen muy anterior, como se puede observar en las cartas que enviaba a dos de sus hermanos Felipe y Gregorio. Con el primero de ellos, que se marchó a trabajar a Alemania en 1959, mantenía una relación frecuente a través del correo ordinario, siempre escrito a máquina. Además de contar aspectos relacionados con la familia o con el día a día, Sixto comentaba a Felipe cómo se encontraban sus asuntos económicos, ya que éste custodiaba en España el dinero que su hermano enviaba.
Como puede leerse en las cartas, se pusieron a nombre de Sixto propiedades que adquirió Felipe para evitar que su ex mujer las reclamara. Así sucedió con el prado de la Fuente de Abajo, que está a la entrada del pueblo y que Sixto también legó al Ayuntamiento para que lo convierta en parque, y no sólo eso, también ha dejado al municipio en herencia la cuarta parte de cuatro terrenos, para que con su venta obtengan dinero para construir ese parque.
Esto fue en 1974 y dos años más tarde se hizo la misma operación con un piso en Burgos, que siempre estuvo a nombre de Sixto. Poco después, en 1980 construyó su casa de Castrillo, ahora objeto de polémica, y durante esos años también adquirió cuatro plazas de garaje, de las que según su sobrino, han tenido conocimiento hace poco y asegura que fue con el dinero que su tío ganaba fuera. La relación entre Felipe y Sixto se iba enfriando, como puede leerse en esas cartas, y en 2002 Felipe se enteró de lo que había hecho su hermano y le dejó de hablar, explica el sobrino de ambos e hijo de la única hermana de ellos.
En 1994, como evidencian los escritos que él firmaba y enviaba a sus hermanos, Sixto decide irse de Castrillo porque ya no aguantaba más viviendo allí. Se marchó a Burgos, no volvió, y en la casa que ahora está a medio derruir se quedó su hermano Gregorio, actualmente en la residencia de Quintanar. Su sobrino conserva cartas que Sixto enviaba a Gregorio en las que le exigía que se fuera de su casa y le amenazaba con cortarle la luz, además de insultarle. «Siempre ha hablado muy mal de sus hermanos. Manejaba a todos a su conveniencia», explica su sobrino.
El derribo del chalé se encuentra en manos de la Justicia, el Ayuntamiento puso una denuncia y el siguiente paso será comparecer en el juzgado. El sobrino de Sixto, que fue alcalde de Castrillo, reconoce que no hizo lo correcto y asume las consecuencias. «Tendré que ir al juzgado o donde sea, y si tengo que ir a la cárcel, iré».