El mundo del vino siempre ha representado un terreno fértil para los dichos populares. En ellos se acumulan siglos de experiencia. El refranero ligado a la viticultura resulta de lo más variopinto. Que si "al catarro con el jarro" o su versión de "el vino en jarro cura el catarro", que si "fiesta sin vino no vale un comino", que si "el que baja a la bodega y no bebe, burro va y burro viene", que si "el vino de cepas viejas calienta hasta las orejas"...
Estos son sólo algunos de los ejemplos que han ido recogiendo los vecinos de Fuentecén, a petición de un grupo de investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid que están desarrollando un proyecto sobre patrimonio cultural inmaterial, financiado por el Ministerio de Cultura. En esta localidad ribereña, el análisis se centra con especial énfasis en las bodegas por ser uno de los elementos más arraigados y que han marcado el paisaje y la vida en la Ribera del Duero, desde las fiestas hasta el trabajo comunitario, sin olvidar las canciones o los citados refranes.
Uno de los pilares del proyecto gira en torno a la implicación vecinal. Si algo tienen claro en la universidad es que la participación de quienes viven en los pueblos resulta clave para salvaguardar los elementos que tienen que ver con el vino. Y es que si estas costumbres ancestrales no se recogen convenientemente, podrían correr el riesgo de que desaparezca todo un mundo de conocimiento y saberes. De ahí que en un acto celebrado este verano en el centro cultural de Fuentecén, los investigadores animaran a la treintena de vecinos que asistieron a participar para así facilitarles la labor de registrar todo tipo de curiosidades o vocabulario específico relacionado con los lagares con un objetivo esencial: servir como acervo cultural a las próximas generaciones.
Uno de los alumnos aventajados es el propio alcalde del municipio, Juan Antonio Martín, quien junto con su hermano y su madre se pusieron manos a la obra y han adelantado y mucho los deberes. Entre los tres han elaborado un documento de ocho folios en los que han tirado de memoria para recopilar las medidas, los recipientes tanto de elaboración como de venta y degustación, más de 40 palabras que tienen que ver con el cultivo de las viñas, 28 refranes, otro tantos oficios relacionados con el vino y un sinfín de curiosidades.
En la lista de Martín y su familia aparecen los boteros, que elaboraban las pellejas para el transporte del mosto; los cesteros y cuberos (ahora toneleros); los tiradores, que transportaban el mosto hasta las cubas de las bodegas; los liadores o encargados de sacar los pellejos llenos de vino a los carros, que después movían los arrieros. Más tarde llegaba el turno de los arromanadores, responsables de pesar la uva que entraba en el lagar. A ellos se sumaban los pisadores de la uva, los cosecheros y aparceros, así como la figura del corredor de vino, que actuaba de intermediario entre el cosechero y el comprador, por lo que obtenía una comisión de la venta. Según explican los Martín, era una persona del pueblo que había conseguido el oficio en subasta pública del Ayuntamiento.
El cortejo de la época. Entre las curiosidades destaca el denominado lagarejo, que consiste en estrujar un racimo de uva por la cara de una persona "en plan de broma". Era, de acuerdo con el testimonio recogido por la familia Martín, una forma que tenían los tiradores de cortejar "a las mozas que encontraban a su paso". Les restregaban un racimo por la cara o con la boca de la pelleja, rezumante del pegajoso mosto. Esta práctica se llamaba "dar el lagarejo" y en más de una ocasión fue preludio de matrimonio entre quien lo daba y quien lo recibía. "De mejor o peor grado, pero, en el fondo, siempre satisfecha de verse cortejada", aseguran.
En su particular compendio de vocabulario figuran la albarda, la cullera, el cunacho, el garillo, el lineo o el pozal. También el término 'marranos', que lejos de lo que se podría pensar, servía para designar a los maderos que forman el castillo del lagar y contribuyen a prensar la uva. Palabras todas ellas que conforman la idiosincrasia de la elaboración tradicional de vino, en la que no falta el humor. Ya lo dice el refrán: "El buen vino, en cristal fino; el peleón, en jarro o porrón".